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19 » Aug 2009 |
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Callejeros: zapatillas gastadas |
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Sobre el ritual de un concierto de rock siempre merodea la idea de la muerte. Las bandas lo saben y hasta cierto punto lo explotan. El peligro tiene un costado muy seductor que encuentra buena recepción entre los más jóvenes. Se puede sucumbir en un recital por motivos muy diversos. Esta certeza se suma al éxtasis que la música provoca.
Omar Chabán es un entendido en operaciones riesgosas y su sociedad con Callejeros le significó enfrentarse con la peor de sus pesadillas hecha cuerpo. Finalmente, el gran animador del under porteño, desbarrancó por la ladera de ese precipio que siempre lo tentó.
Chabán está muy lejos de ser un “rollinga”: Viste bien, habla con erudición y lee preferentemente a Proust. Por su parte, Callejeros, nació en Mataderos, haciéndose de abajo. Bien abajo. Porque aunque las letras y la idelogía callejera revindica un modo de entender el mundo -uno en el que los humildes tienen derecho a albergar un corazón grande, y en el que la dignidad y la libertad están vinculadas al hecho de ser concientes de la hipocresía de muchos- el grupo pretendía alcanzar el mismo Olimpo que cualquier otra banda de rockeros de estos tiempos: el estrellato. Para cuando estaban por lograrlo sucedió Cromañon.
Que hayan decidido trabajar asociados a Chabán no fue casual. Hacía tiempo ya que el creador de Cemento buscaba un escenario nuevo para, justamente, una nueva escena social que empujaba a la masividad su propia música. Si algo caracteriza a este personaje es su enorme capacidad para detectar tendencias.
Callejeros representaba y representa a miles de jóvenes en todo el país que viven por fuera del sistema, el mismo que los margina y los estigmatiza. “Una nueva noche fría en el barrio, los tranzas se llenan los bolsillos. Las calles son nuestras, aunque el tiempo diga lo contrario. Y los sueños no soñados, ya se amargan la garganta y se callan”, canta Pato Fontanet en “Una noche fría” y su mirada es concluyente.
Una flamante generación, hija de la suma de la cultura “fierita”, el desempleo, la falta de expectativas y el “Fato tropical”, descubrió en Callejeros una voz autorizada y con espíritu rebelde.
Apenas una década atrás un fenómeno como Callejeros hubiera resultado imposible. Los jóvenes de las clase bajas estaban mucho más ocupados en darle curso a la dinámica de las bailantas que a atarse a un discurso existencial con una atractiva base rocker. Pero sucedió. Callejeros se hizo fuerte lejos de Belgrano, Nuñez o Barrio Norte, de donde surgieron no pocos de los más conocidos grupos de rock de la Argentina.
Con su público se apropiaron de una parte de la escena nocturna y lo hicieron en un espacio geográfico alternativo, Plaza Once, donde no abundan el rock ni el pop sino la pachanga y los mendigos. Cromañón fue la respuesta práctica, vislumbrada por Chabán, a la ascendente cultura que pedía a gritos su templo de la música.
Las condiciones en que se implimentó dicho escenario hacía alarde de improvisación, probablemente emulando a lugares similares pero dedicados a la movida tropical. ¿Qué más querían esos muchachos de zapatillas baratas? ¿seguridad en la puerta? ¿salidas de emergencia debidamente señalizada? ¿materiales no combustibles en el techo? Incluso eso les fue negado.
Lo cierto es que Chabán acostumbraba jugar con los límites y lo que ocurrió aquel 30 de diciembre de 2004 pudo suceder en menor escala en otros escenarios auspiciados por él. Además, sería hipócrita por parte del resto de la comunidad rockera nacional negar que alguna vez han estado tocando en lugares atestados y sin puertas de escape a la vista.
Es difícil distanciar a Callejeros de la tragedia. En tanto miembros activos de la organización no tuvieron mala suerte. Había, tal como se demuestra en las entrevistas a sus propios miembros, conciencia de un grado de peligrosidad. Por supuesto nadie imaginaba que iba a llegar a niveles tan devastadores.
Una generación humilde en búsqueda de una voz que los represente, la indiferencia y la indolencia de un sistema (el mismo al que no le importó autorizar un recital que debió pensarse mucho mejor), el afán de lucro y el deseo de gloria, fueron el material explosivo que detonó el drama.
Pudo pasar antes, pero ocurrió a horas de un año nuevo, en una época de interminables crisis económicas. Las zapatillas de los chicos que asistieron esa noche quedaron apiladas en desorden. Zapatillas de lona, gastadas de patear la calle, curioso símbolo de un tiempo y de una clase social que aun no encuentra miradas ni respuestas.
“Vacío, como el sueño de una gorra. Lleno de nada, sin saber donde ir.” |
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Categoría : General | Comentarios [1]
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Callejeros |
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Por : pablo | 21 » Aug 2009 | 09:48 pm |
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Son cómplices de Chabán,el anhelo lucrativo es el mismo (el que lee Proust o el que salió de Mataderos)y en la taquilla hay representantes de los dos sujetos...Quien organiza busca el màximo rèdito...después de 200 muertos no podès decir que son mùsico y que solo tocas la viola...Lamentablemente mezclamos cosas porque la justicia castiga generalmente a esa clase que no tiene respuestas con màs eficacia que a la clase que agrupa a Chabàn... ¿¿solo fueron instrumento de un capitalsita insaciable??quièn se cree eso en una sociedad donde las clases sociales(todas, hasta la mas baja sin respuestas) intenta a cada instante identificarse con aristocracias de la TV...Hay responsabilidad de la Banda...deberìan ser condenados a mimodo de ver... |
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