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Este fin de semana en el Suplemento Dominical de Espectáculos del "Río Negro" preparamos un artículo que toma como base un informe hecho a pedido de Morgan Stanley y publicado hace unas semanas en "The Guardian". La nota presenta a una nueva generación de consumidores y detalla cuales son sus gustos y acciones cotidianas. En muchos sentidos se trata de una información reveladora. Les adelanto parte del artículo que en su edición impresa viene con un entretenido juego gráfico, textuales de los teens (con una par de diálogos imperdibles) y una síntesis del estudio de Morgan Stanley. La tapa que observan arriba, como las muy logradas páginas que podrán ver el fin de semana, fueron idea de Gustavo Nori.
El informe de Morgan Stanley
Lo que nadie sabe de los Teens
De tan dinámico e impredescible que resulta, el mercado adolescente es sospechado de no existir. El adolescente adolesce y su dolor tampoco es verdaderamente comprendido por las generaciones que les siguen. Al menos en este punto, nadie goza de buena memoria. Los chicos se vuelven entonces una materia compleja, difícil de tratar y víctimas de debates que a veces no definen gran cosa. En cierto modo, ser un adolescente es estar en el medio de ningún lugar.
Lo saben los psicólogos, los sociólogos y, si, también quienes hacen negocios. Existen millones de productos pensados para esa masa disconforme, avalados a través de millones de discursos publicitarios que, paradójicamente, pocas veces dan en el clavo.
Los adolescentes constituyen una poderosa fuente de consumo que carece de dinero propio. Su energía es perturbadora y al mismo tiempo explosiva. Pueden comer un tipo muy específico de caramelo o un helado de chocolate pero ¿cual es la razón detrás la elección? ¿Alguien que esté por fuera de los grupos de pertenencia realmente la conoce? ¿Las saben ellos?
Se presume que los adolescentes le llevan la contra a sus padres pero a veces los admiran e imitan. O que son seducidos por discursos en clave moderna en sus celulares o en internet y la verdad es que les molestan. De nada se puede estar demasiado seguro. Pensemos en el punk. Nació a mediados de los 70 y para 1979 ya había terminado como movida. Ese mismo año falleció la mayor de sus figuras, Sid Vicius, de una sobredosis. Otra ironía tomando en cuenta que los punks británicos no apreciaban demasiado ni la droga ni el sexo. Fueron la contracara, el patio trasero de un sistema social y cultural adulto que primero los ignoró y luego trató de usufructuar con su estética.
¿Deberíamos decir lo mismo de los floggers?. Al lado de los punks, los floggers parecen hippies. Aunque no lo son, y no están “ni ahí” de componer, por decir algo, una fuerza proambientalista. Se definen, antes que por un discurso “político”, por un conjunto de conductas, un estilo y una forma, acaso pasajera, de entender el mundo. Y no son la única tribu en la ciudad.
En la base de todos estos planteos se dirime la cuestión generacional. Los chicos -floggers, emos, pospunk, skaters-, son chicos. A partir de allí florecen de modos distintos aunque existan coincidencias en sus usos cotidianos. |
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