Nicolás Cage era aquel chiquillo de jopo a lo Elvis que aparecía como un traidor en la maravillosa “Ley de la calle”. Su verdadero nombre es Nicholás Kim Coppola. Y cómo todo Coppola que habite el mundo del cine tiene talento. Sin necesitarlo, ha sido un trabajador incansable y por lo tanto su carrera está cimentada por las contradicciones. Sus mejores películas tienen espejos deformes que en parte hacen extraño su éxito cinematográfico. Pensemos en “Adiós a Las Vegas”, acaso su mejor interpretación como un alcohólico suicida. Y en “Hombre de familia”, una comedia super liviana con la hermosa Tea Leoni, donde hace las veces de padre suburbano y yuppie desalmado.
En “Señor de la guerra”, aparece en el cuerpo de un inescrupuloso vendedor de armas y se luce. En “Adaptación”, el guión que le permitió desarrollar un complejo papel a la altura de su talento como actor que lo lleva de un lado al otro, de la inteligencia al delirio. En “Los impostores”, no lo hace nada mal al representar un ladrón con complejo de culpa que se redime en parte con una furiosa neurosis. También recordemos “8 MM”, una mala película de suspenso acerca de la muerte en cámara o en “60 segundos”, casi un pretexto para mostrar su pasión por los autos de carrera.
Hace poco vi dos películas distantes en el tiempo que no lo harán pasar a la posterioridad: “The wiker mand” de Neil LaBute y, la más reciente, “Ghost rider” de Mark Steven Johnson.
En ambos films se lo puede observar a Cage llevando al máximo sus posibilidades técnicas, y en ambos el contexto resulta tan espeso que uno termina por preguntarse cómo es que Cage elige su participación en una película. Las dos tienen argumentos prometedores, sin embargo, al fin de cuenta les falta algo. En una es un investigador desaforado que cae en una trampa imaginada por unas brujas modernas. En la otra, un motociclista que termina vendiendo su alma al diablo.
Son películas que carecen de seriedad. Casi como si hubieran sido hechas a las apuradas entre medio de otras producciones más significativas. Tal vez, Cage tampoco encuentre papeles a su altura. O tal vez, a veces sea mejor para él, mientras espera, relajar el cuerpo y salir del paso con un par de estremecedores gritos. En la secuencia de transformación del fantasma motorizado, la verdad que asusta.