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12 » Feb 2009 |
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Lo bello y lo triste, de Yasunari Kawabata (reseña) |
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Por Alejo Stopansky
En esta novela Kawabata (P. Nobel en 1968) nos insinúa —o desafía— a comprobar una cualidad y un sentimiento comunes a otro. Un indicio puede hallarse en el mito de Narciso y, según mi módico parecer, en la versión que Oscar Wilde barruntó para luego escribir esta mustia prosopopeya: luego de la muerte de Narciso, la laguna, ahora de aguas saladas, musitó a las oréades el porqué de sus lágrimas: “—Pero yo amaba a Narciso porque, cuando se sentaba junto a mis orillas y miraba mis aguas, en el espejo de sus ojos yo veía reflejada mi propia belleza’”.
Tal vez ignoramos si buscamos en otros lo que éstos han encontrado en nosotros. Son los desaciertos de los enceres con que contamos.
En poco más de una tríada de héroes, cuyos progenitores, de algunos, han pasado a otro mundo, el autor nos confía que por venturas del amor esas cualidades trascienden lo mere personal e insuflan de sentido las otras vidas. “Este tipo de ficción es inspirado por el amor”, explica el narrador por boca de uno de ellos.
No son indiferentes las geografías e incoloros los ritos en que el relato es desenvuelto (el té, por ejemplo, rito que el autor siempre convoca); bien nos aporta un ataviado cariz de un lienzo nipón que a lo largo de sus títulos —de esa índole— nos dejará entrever la obra concluida. También las partes inconclusas. Mantengo la sospecha de que el último es el más bello (“El lago”).
Quienes protagonizan el relato están ligados a la literatura y a las artes plásticas. Ensayan cómo el artista construye y destruye, ferazmente, los caracteres psicológicos de sus personajes y los estampa en su paramento; análogamente para el papel o el cuadro, cosas inanimadas que cobran vida aunque mantengan una umbilicada relación con sus causantes. El final de este libro es tan logrado como el óleo de Waterhouse (1849-1917), “Eco y Narciso”. Desconozco si Kawabata observó la referida pintura prerrafaelista. Quedará al lector y espectador escudriñar tamaños vértices de esta simetría y hasta puede ser anacrónico en sendas actividades. Quizá coincida en que uno de los pechos de Eco aún se mantiene virgen. No sé la razón de esa parcial discriminación estética. |
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