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  05 » Dec 2008
Visitando y penando en la Antártida
 

La imagen fue tomada por la Armada de Chile.

Acabo de escribir un artículo acerca del boom turístico y la seguridad en la Antártica a propósito del crucero Usuahia que acaba de accidentarse en esas aguas. En el diario papel saldrá una versión más compacta.

El accidente del crucero Explorer, ocurrido en noviembre del 2007, fue una señal de alarma. En muchos sentidos este hundimiento, que involucró a 100 turistas y 54 tripulantes, estableció un límite a partir del cual el turismo internacional debería haber comenzado a replantearse sus sistemas de operaciones y seguridad en zonas de alto riesgo ¿Sirvió la lección que dejó esta embarcación de una prestigiosa empresa canadiense? Es una pregunta que queda por contestar.
El crecimiento sostenido de visitantes a la Antártida ha desembocado en una ecuación simple y preocupante: a mayor cantidad de barcos con turistas, es mayor también la posiblidad de que se desarrollen situaciones de peligro. Las razones siempre han estado allí y no han sido negadas por los especialistas. No abundan las tripulaciones experimentadas en viajes al continente blanco (no al menos las que están dentro del sector turístico y esto incluye capitanes con horas de navegación en esa región) y no todos los barcos poseen la cobertura adicional o específica que se requiere para circular en esas aguas donde abundan los icerberg y desprendimientos de hielo, sólo por mencionar un par de obstáculos.
Un mes después del accidente del Explorer, otro barco tuvo problemas en la Antártida. Se trataba del crucero noruego “Fram”, que transportaba a 256 pasajeros y 70 tripulantes. Luego de sufrir un desperfecto técnico quedó a la deriba y chocó contra un iceberg al norte de la Península Antártida. El “MS Explorer” a su vez, una embarcación pensada para otros fines pero que acondicionada para navegar en la zona, había colisionado con uno de los llamados bandejones de hielo.
Crisis financiera a parte, el boom Antártico seguirá su ascenso en la medida en que una clase social acomodada busque geografías vírgenes para conocer. Poner un pie en la Antártida se ha vuelto una membresía, un tatuaje para quienes aman recorrer el planeta.
Durante el verano 2006/7 más de 130 buques recalaron en el puerto de Usuahia, la mayoría con destino blanco, según estadísticas de la Asociación Internacional de Operadores Turísticos de la Antártida (IAATO). El continente ya recibe cada año alrededor de 46 mil turistas por temporada. Una cifra que sorprende a los mismos involucrados en su comercialización. Recordemos que estamos hablando de tours que oscilan entre los 1000 dólares (el más económico en una embarcación de gran calado) y los 10 mil (en barcos más pequeños de considerable lujo).
Esta temporada 2008/9 todo sigue igual. Según, el Instituto Fueguino de Turismo, en el actual calendario no se han realizado modificaciones ni se hacen notar mermas en la cantidad de buques que llegarán a Usuahia con destino a la Antártica.
En septiembre de este año, “Río Negro”, entrevistó a Pedro Cid, especialista en temas antárticos chileno, quien aseguró que: “El incremento de la actividad turística en la región ha hecho que las empresas del sector se sobredimensionen y tomen riesgos en términos logísticos y de personal para abaratar costos, con el consecuente sacrificio de algunas normas de seguridad. La no existencia de gran cantidad de personal experimentado en navegación antártica hace que las empresas recurran a personal que no tiene las calificaciones y esto, por cierto, aumenta el riesgo de accidentes en la región”.
Cid también aseguró en tono pesimista que: “Todo este panorama se oscurece aún más si consideramos que no existe una manera efectiva de fiscalización de las actividades turísticas en la Antártida, por tratarse de un territorio fuera de la jurisdicción de un país específico. Esta situación llevará a un aumento de los accidentes hasta que se llegue a un consenso internacional en términos de la regulación de la industria turística”.
Por ahora los accidentes han involucrado a embarcaciones relativamente pequeñas y lujosas cuyo costo promedio por pasajero ronda los 8 mil dólares. Queda pendiente imaginar, e imaginar con miras a una posible acción de rescate, que sucedería si el involucrado fuera un crucero 74.000 toneladas de peso, con 2000 pasajeros más 700 tripulantes a bordo.
Porque si hay una verdad obvia en todo esto es que el turismo en la Antártida apenas si comienza.

Entrevista con Pedro Cid
 
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