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  21 » Aug 2008
La última geografía por contaminar
 

La fotografía es una síntesis del contenido del artículo, Chuck Palahniuk, Hervé Kempf, su libro y una postal de un campo de la Patagonia en verano.

Primero fue el espacio físico, con consecuencias irreversibles. Ahora nos queda el espacio virtual. ¿Sobrevivirá a sus creadores?

Hace unos meses, un amigo, me comentó que su familia quería vender algunas hectáreas de sus campos. El precio: alrededor de 1000 dólares la hectárea. Un regalo. Claro, son tierras en el fin del mundo y de difícil acceso, pero ubicadas en zonas de increíble belleza inhóspita.
Me sorprendió. No hay mucho de eso por estos días. Tal vez hoy alguien venda tierras a tales precios aunque en el desierto. En lo profundo de la selva. O junto a los glaciares en zonas inaccesibles. Tal vez.
Con los años el espacio físico se ha vuelto escaso y oneroso. La realidad de un mundo en crisis y contaminado no hace más que profundizar la tendencia. Al punto de que en muchos casos no hay espacio justamente porque se encuentra envenenado.
Existe un paralelo entre aquellos años en que un pedazo de tierra, un río, un lago, hasta una montaña podían costar apenas unos pesos, y estos, en los que el espacio virtual tiene el valor de una baratija. Me pregunto si un día recordaremos con nostalgia, los años en los que podíamos subir en cualquier momento y bajo cualquier denominación un sitio personal en la blogósfera. Si añonaremos la época en que nos proclamábamos reyes de fragmentos del espacio virtual.
Tal vez, vuelvo con los “tal vez”, estemos saturando también esa parte del universo. Siglos atrás el hombre supuso que la tierra no tenía fin y cuando se lo encontró, apostó a que al menos su riqueza sería interminable. Ambos supuestos resultaron falsos.
Hace unos días que estoy leyendo un libro muy interesante y de un título que no deja espacio para la duda: “Como los ricos destruyen el planeta”, del periodista especializado en temas ecológicos Hervé Kempf. Si se leen las estrelíneas de este informe estremecedor, se encontrará uno además del salvaje abuso por parte de diversas empresas para con el medio ambiente, así como también el retrato de la abundancia que una vez fue nuestra. De todos. Porque, aunque no lo sabíamos, la calidad del aire, del agua y la tempratura del planeta, constituían y constituyen un asunto global pausible de ser afectado seria y definitivamente por particulares. Es decir, aquella historia de la mariposa que aletea en China y hace que las cosas cambien en Brasil, es verdadera. Curioso, mientras China desplaza a Estados Unidos como potencia económica mundial, también se sube al triste podio del país más contaminado. Porque si bien los chinos poseen una basta geografía, es su propia polución la que lo está segregando a una velocidad pasmosa.
También era falso entonces el supuesto de que al pervertir un río, por ejemplo, estábamos en realidad afectando sólo a ese río. Sin mayores implicancias externas. La naturaleza ha dado muestras de que todo está conectado y de que no existen fuerzas individuales que subsistan por sí mismas y que no dependan de otras mayores o menores a lo largo de una maravillosa cadena de causalidades sobre la que existimos sólo a título de invitados y no como dueños.
En uno de los capítulos del libro “Error humano”, de Chuck Palahniuk (que comenté hace un par de días aquí), encontré un pasaje que viene a cuento y es muy interesante para entender el principio de una contaminación en todos los órdenes: “El filósofo Martin Heidegger señaló que los seres humanos suelen considerar el mundo una reserva permanente de materiales que podemos usar. Como unas existencias que podemos procesar para convertirlas en algo más valioso. Arboles que dan madera. Animales que dan carne. A ese mundo de recursos naturales brutos lo llamó Bestand. Parece inevitable que la gente sin acceso a las formas naturales del Bestand como son los pozos petrolíferos o las minas de diamantes recurran al único stock de que disponen: sus vidas. Cada vez más, el Bestand de nuestra era es nuestra propiedad intelectual. Nuestra ideas. Las historias de nuestras vidas. Nuestra experiencia”. Y más abajo continúa Palahniuk: “El problema de ver el mundo como Bestand, dijo Heidegger, es que te lleva a usar las cosas, a esclavizar y explotar las cosas, a las gente, para tu beneficio personal”.
Ahora bien, ¿Qué nos hace suponer que no está ocurriendo ahora mismo algo parecido con el espacio virtual sobre el cual vertimos tanto nuestras ideas como basura de la más diversa? ¿Llegará un día también en que la red que ahora nos sirve de pañuelo y refugio se convierta en una geografía apretada y falta de espacio por nuestra propia acción? Hay al menos una posiblidad de que el espacio que creemos sin fronteras, en rigor, las tenga.
Hay síntomas. El International Herald Tribune publicó un artículo acerca de la posibilidad de un colapso en 2011. Uno de los argumentos que sostiene esta teoría apunta al uso creciente de internet y sobre todo a la creciente demanda de una “web multimedia”. El eje de la web 2.0.
Sin embargo, más inquietante aun es reflexionar acerca de si existe un correlato entre la contaminación de la naturaleza, que termina afectando nuestros organismos -diversos estudios en Europa han demostrado cómo los jóvenes del Primer Mundo cargan en sus cuerpos con muchas más toxinas que sus antepasados y según la Agencia Europea para el Medio Ambiente en Europa, cada año, mueren alrededor de 60 mil personas como consecuencia de una prolongada exposición a las partículas contaminantes que se encuentran en el aire-, y la contaminación de los espacios audiovisuales y lo que esto le produce a nuestra mente generación tras generación.
Damos por sentado que décadas de basura audiovisual, en el futuro nos dejarán un saldo igual a cero. Fuera de toda consecuencia. En parte por eso la admitimos. Bajo la denominación de entretenimiento nos permitimos exponernos a todo. Hace unos años le escuché decir a Rodolfo Mederos que su médico de cabecera le había prohibido escuchar cierto tipo de música. Desafinados abstenerse. Podría aplicarse esto mismo a la literatura, al cine y a la televisión, ni hablemos.
Pero el juego de lo políticamente correcto nos impide admitir que hay espacios, reductos tanto mentales como tecnológicos que están agotando sus posibilidades y que establecer de la familia hacia dentro determinadas pautas, digamos sanitarias, de uso de lo que escupen los medios no vendría mal.
Se reduce el mundo, se reduce también el ancho de nuestra sobrecargada banda mental.
Mal que nos pese, no somos infinitos ni nos expandemos a medida que un increíble volumen de información entra por nuestros sentidos.
Así como existen reglas para cuidar el lugar donde acampamos o nos tomamos un copa, así como son conocidas las prevenciones acerca de no comer un kilo de asado por día, también es una realidad, que toda esa sustancia no física pero que tiene forma y textura que nos estamos metiendo dentro y que de un modo otro expulsamos, por ejemplo, a la red, está obrando en nuestro espíritu.
Una vez más estamos frente a una encrucijada.
 
Categoría : General | Comentarios [1]
 
 
Comentarios
  Me da verguenza
  Por : Cristina Fernandez | 22 » Aug 2008 | 03:38 pm | Email
  La verdad escuché todo este tema por radio desde el martes.
Sólo verguenza me dá el libro del Sr Kalamicoy.
Entiendo perfectamente su estilo de escritura, lo que no entiendo es que haya gente tan inoperante en el CPE para decir que este libro debe llegar a nuestros hijos.
Respeto al escritor pero no quiero esa educación para mis hijos.
Voy a trabajar para que el Impresentable que haya dicho que estos deben leer nuestros hijos menores de edad se vaya de su cargo.
Quiero que mis hijos amen el lugar en donde viven y no maten a nadie.
Yo una adulta instruída Sr Kalamicoy puedo entenderlo mis hijos de 9 nueve NO.
Ya tenemos demasiados asesinos sueltos como para formar más.
Una lástima y de paso agradezca , Gracias a esto se hizo conocido.
 
 
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