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Ha pasado el tiempo y sigo escuchando a mi estimado Jamie Cullum. Una y otra vez. Hace un tiempo escribí un extenso artículo dedicado a su persona. No está demás recordarlo.
La comparación no le molesta en lo absoluto. Lograr semejante éxito se paga con este tipo de ironías. A Jamie Cullum ya hay quienes lo llaman el "David Beckham del jazz". "Bueno, se trata de un gran jugador de fútbol de modo que no me parece algo malo que lo digan", explica Jamie, a sus 26 años, en la cúspide de una de las tantas montañas que seguramente le tocará escalar a lo largo de su carrera.
Cullum es un joven cantante y pianista inglés, dotado de una voz que recuerda el sonido aterciopelado de una trompeta pero que, de tanto en tanto, adquiere el ritmo estrafalario del funk y el rap. Así de versátil es su condición de artista.
Hoy podría ser ubicado en un lugar que probablemente nadie haya ocupado antes con tal sapiencia y velocidad de rotación: porque este trompo llamado Jamie Cullum es en la actualidad la figura del jazz con más éxito en el universo pop. A pesar de sus raros peinados nuevos, de su estilo grunge ("mi look no me preocupa"), de su nada disimulada actitud joven, porque lo es y porque ha nacido para convertirse en el poster en el cuarto de las chicas adolescentes, Cullum continúa siendo un músico fiel a sus raíces jazzeras.
La pregunta se la han hecho innumerable cantidad de veces acaso porque es poco menos que una obviedad plantearla. ¿Cómo es que un tipo como vos, que pudo haber sido un típico ídolo del género pop melódico, se decidió por el jazz? La respuesta es también una obviedad para este músico autodidacta que aprendió a tocar el piano abrazado a una radio y perfeccionando su personal estilo en los bares en los que amenizaba la cerveza de los demás: "el jazz es una plataforma que permite las más variadas combinaciones. A mí me gusta el rock, el rap, el pop, y desde el jazz puedo acercarme a todos esos estilos", ha explicado.
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