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Hace unos días le hice una entrevista a Hernán Casciari. Saldrá publicada este domingo en Cultura y Espectáculos. Les dejo un adelanto.
-Muchas veces al leerte, se me ocurre pensar que este ejercicio de tuyo de exorcizar tu nostalgia mediante una mirada filosa de la realidad española, sería imposible en la Argentina. No puedo imaginarme a un español en tal posición de poder, desnudando la Argentina y los argentinos desde su casa en Buenos Aires.
-"¡Argentinos, a las cosas, a las cosas! Déjense de suspicacias y de narcisismos", decía el filósofo Ortega a principios del siglo XX, y después nos daba un hermoso palo en la cabeza que, históricamente, hemos aceptado. Y es que, si te lo ponés a pensar, nos gusta que ciertos españoles —los que admiramos, no todos— vengan a casa y nos muestren algunas miserias nuestras. Pienso también en Serrat, en Vázquez Montalbán, en Sabina. Camilo José Cela fue también muy crítico con nosotros. Y Jesús Quintero a finales de los ochenta. Es una práctica común que aceptamos de buena gana, en tanto esté mezclado con el amor. Claro, que si viene Enrique Iglesias a decir que el Riachuelo tiene olor feo, yo creo que lo cagamos a trompadas entre todos. Pero si lo dice Arguiñano, qué sé yo, bajamos la cabeza y aceptamos.
-Todo esto para preguntarte ¿Qué tal tomaron los españoles tu libros como "España, decí alpiste", y tus escritos en general? ¿Te quiso alguien agarrar a trompadas?
-Acá ocurre algo particular. Por ejemplo: si un catalán hace una crítica a la España toda, lo masacran. Lo mismo si la hace un vasco. Aquí nadie parece poder reírse de España en general. Sí es posible que cada comunidad autónoma se ría de sí misma, pero no que venga alguien de la provincia de al lado a hacer el chiste. Lo matan. Pero en cambio aceptan mejor la crítica foránea. No porque la comprendan o la asimilen, sino porque entienden que no se hace desde ninguna región interna conflictiva. A mí me perdonan, sospecho, porque no nací en ninguna de sus heridas abiertas.
-Un lector, escribió en un comentario: Casciari nunca se repite, y es verdad, nunca lo haces: ¿Me puedes contar algo acerca de tu método de escritura, sobretodo el de estas columnas que tienes semanalmente en Orsai y que aparentemente mezclan realidad con ficción?
-Creo que si algo funciona en una sobremesa trasnochada, puede funcionar alegremente en el papel. Un enorme porcentaje de los textos de Orsai son un resumen de lo que les conté, medio borracho, a un grupo de gente que había venido a cenar a casa. En general, mi único aporte literario es intentar que el discurso escrito no pierda la espontaneidad de lo hablado, de lo compartido. Casi siempre, en mitad de una conversación nocturna, me levanto de la mesa y anoto cosas en una libreta que está imantada a la heladera. Son sólo ideas para no olvidarme. Me nutro muchísimo de las sobremesas. Los originales de Orsai son orales. Escribirlo ya forma parte de la corrección. Entonces suelo elegir siempre temas que han sido testados por la risa de la gente que tengo cerca.
-Esta es una pregunta que se le puede hacer a una modelo de Pancho Dotto, pero en tu caso me interesa desde lo creativo "¿Te cambió el éxito, Hernán?" (y abro los ojos desorbitados). Es decir, cómo ha influido tu nivel de exposición creciente en tu trabajo como escritor o periodista. ¿Lo hizo más sencillo? ¿Más difícil? ¿Más aburrido? ¿Te sentís especial cuando vas a la máquina?
-Mi exposición sigue siendo virtual, es decir, falsa. Escribo desde casa, los contratos me los mandan por mail y, una vez firmados, le digo a mi mujer que por favor me lleve el sobre al Correo. A veces hablo por teléfono con alguien que no conozco, muy de vez en cuando, y no voy a ninguna parte que me invitan a no ser que sospeche que me voy a sentir cómodo (o en el caso de que se trate de una gira de promoción gestionada por la editorial; de ésa no zafo). Quiero decir: no soy muy de salir. Y creo que el éxito no existe si no lo ves. Yo desde acá, desde casa, soy un gordo en piyama escribiendo boludeces. El éxito y yo no tenemos nada en común, y eso me ayuda a escribir para la misma gente de toda la vida: mis viejos, mi amigo Chiri, mi mujer, y ahora de a poco mi hija, que empieza a tener entendimiento.
-Hace tiempo que, como tantos, me vengo diciendo, al leer algunas de tus columnas o textos que aparecen en revistas locales, o en el mismo blog que tienes en El País, "pero que hijo de p..., cómo escribe este tipo". Bueno, mi pregunta es si vos mismo sos concientes de ese talento.
-(Te agradezco en nombre de mi mamá, antes que nada.) Creo que sí, que reconozco cuáles son mis puntos fuertes, y los utilizo para narrar. No importa si es ficción auto referencial, crítica televisiva o columna periodística de opinión. Suelo tener una entonación idéntica cuando manejo una primera persona que me involucra. Y creo que el eje tiene que ver con el humor difuso, o quizás la ubicación quirúrgica de ese humor: los sitios en que se ubican ciertos descansos frívolos en la escalera mecánica de la idea. Pero no lo llamaría talento, posiblemente sí oficio. Ya son muchos años y le puedo decir oficio, con orgullo. |
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