Conocí este comercial gracias al sitio de Julián Gallo. De paso, uno de los mejores blogs que se consiguen en la red. Es una reflexión muy dulce, muy intensa acerca del papel del viento en nuestra vida. Pero, en el fondo, habla de mucho más. Y ese es el punto, todo lo que uno puede sacar en limpio de una pieza publicitaria genial como esta.
La vida también puede ser un videojuego. Tan convencido estoy de mi hipótesis que este lunes me hice un tiempo para escribir y mandar un guión a un concurso organizado por el suplemento de “Next” del diario “Clarín”. No conservo mayores pretenciones de parte de mi humilde historia que es -si- autobiográfica y cualquier parecido con la vida real está lejos de ser una mera coincidencia. Periódicamente, sobretodo los domingos, me siento el protagonista de un videogame. El personaje que debe sobrevivir hasta el final de la aventura.
Brevemente, así es como se desarrolla el argumento: dos padres tienen la misión de que sus 4 hijos atraviesen exitosamente una jornada que comienza muy temprano por la mañana y termina a la noche. La clave del juego es lograr que a eso de las once cada pibe se quede en su cama roncando (si no roncan podrían estar despiertos y salir corriendo). Los padres encuentran minuto a minuto enormes dificultades para llevar a cabo su cometido. Los pibes se las traen y sus edades no hacen las cosas más sencillas: Mija, de 11, se viste como ninja y actúa en consecuencia; More, de 8, tiene “onda” científica y es capaz de armar una bomba atómica en sus cuarto; Lion, de 6, usa una armadura de guerrero medieval y con eso lo digo todo, y, finalmente, Gugu, el bebé de 8 meses, que gatea, anda en pañales y es el más impredescible del grupo.
Los padres deben levantarlos, vestirlos, darles el desayuno, mandarlos a la escuela, hacer la tarea con ellos, recibirlos, llevarlos de paseo, y así hasta la hora de dormir. Las actividades hay que realizarlas en tiempo récord y en forma (nada de acostarse con los dedos de los pies llenos de barro, por ejemplo). Pero, obvio, los chicos corren por toda la casa, desordenan lo que la empleada o los progenitories acaban de limpiar con santa paciencia, se ensucian la ropa justo antes asistir a un cumpleaños, saltan de acá para allá como pulgas. En fin, un maravilloso infierno cotidiano.
Imagino incluso que los padres poseen herramientas fantásticas para contrarestar el ingenio maldito de sus hijos: un secador de pelo contra una pistola lanza crema de torta de More, la tapa de un basurero para defenderse de los muñecos que le tira por la cabeza Lion. Como verán hay bastante de estrategia, fantasía y acción en mi idea. También de realidad.
Hace cosa de un año conocí a una pareja de agradables españoles que habían logrado alimentar y criar ¡11 hijos!. Varios de los cuales todavía vivían con ellos. Se veían felices, se los concedo. Un día ella me comentó que en los años más duros, cuando todos eran bastante pequeños, el único momento en que realmente los disfrutaban era cuando estaban dormidos. Ambos iban pieza por pieza observando como sus angelitos se divertían en la tierra de los sueños.
Yvan Rodic, es un suizo de 30 años que con una camarita va cazando por el mundo los estilos de las personas a la hora de vestirse. Hay de todo y eso es lo genial de la gente y de sus sitios. En "El País" de hoy puedes leer una nota dedicada a su trabajo.
Estoy escribiendo una columna dedicada a Charly. Saldrá el jueves y les dejo un adelanto. Además de uno de sus clásicos.
El futuro de Charly siempre estuvo escrito en la letra de sus canciones. Ese “Hoy paso el tiempo demoliendo hoteles”, que comenzó a hacerse sentir en las radios en 1984 con el disco “Piano bar”, no puede resultar más autoreferente. Un hoy que permanece inalterable.
A su modo Charly está autocumpliendo su profesía: el tipo que nació con Videla, sin poder y que luchó por la libertad que nunca pudo tener, pasa el tiempo demoliendo hoteles, 24 años más tarde.
En Mendoza, por ejemplo. ¿Por qué los hoteles? Bueno, cualquiera podría alegar que el rockero debería demoler, mejor y sin tantos conflictos, su casa en Buenos Aires. El punto es que ya lo ha hecho en varias oportunidades: “Caos Zone”. Volviendo a los hoteles. García encuentra entre esas paredes inmaculadas el perfecto orden para transgredir. Un universo pausible de corromper: pasillos lejanos, cuadros de trazos plásticos, floreros de porcelana china, ventanales a ninguna parte. Y ahí lo tienen a Charly, corriendo como un desquiciado con un mata fuego por todo el maldito lugar. Un bombero al revés que se apura a encender la mecha de la destrucción.
Matías de un viejo amigo virtual. De esos que uno conoce por estos años locos a través del celular, el fono común y corriente, los mails y tantas otras cosas que nos permiten ahorrar distancias. Me ha mandado algunos de sus poemas y son una producción especial de alguien que sin duda los es también como persona.
Se los dejo. Lo que se escucha de fonodo y automáticamente es de Nelly Furtado, y la justificación está unos post más abajo.
Las escaleras para el ascenso se movían subitamente como el temblor de un anciano decrépito, las corazonadas de la vulgaridad se refriegan en el andar
es la nada que se precipita en las tumbas ausentes de muertos
es la foto vieja de un péndulo en acción de un trío coqueto que se asemeja a la raza preferida
las nimiedades exóticas de las pienas en la botnia patagónica
la úlcera sacrificante de la sangre...es la nada que se precipita desde la escalera ascendente a las profundidades tinieblescas del único ángel desterrado
desde la soledad nos invita
bajas tierras que mostraron los hombres al descubrir sus inviernos y los frutos amargos de la cosecha umbilical
de la tirania danzante en flor de piel...
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mientras duerme la ciudad se convocan los espíritus inquietos, aquellos que buscan o perecer, o la gloria de un triunfo sobre los rieles de sus miedos
mientras duerme la ciudad, todos los actos implican gestos, miradas, engaños y suicidarce en un ventarron aromatico dulson...o aquellas nenas injustas que se apropian de todo linaje vital
mientras tanto la noche trae su manto helado a la cuidad, dejando aquellos lugares afines a la ficción más que frios, un crudo despertar, un golpe maestro a nuestra vulnerabilidad...y nos invita a contemplar irrisoriamente el lugar común
luego, una mano cercana descompone las piezas del azar...