A los 40 tenía el rostro redondito, mi padre. Creo que era Navidad. Estábamos en casa de su hermana: vestía pantalones negros y una camisa blanca a rayas que se le estrechaba un poco alrededor del vientre. Lo recuerdo bien porque conservo una fotografía suya de entonces. Bailó mucho esa noche. ¿Conocen el famoso pasito de los floggers? Bueno, ese lo inventó mi viejo.
Tal vez sea la peor y la mejor hora para leer historias de fantasmas: la madrugada.
Ya tarde los ojos se cierran sobre las líneas que en otro tiempo le robaron el alma a su autor. Sin embargo, es justo ahí cuando comienza lo más interesante del transe. Aquel camino que recorreremos juntos lector, instigador y personajes.
Se ha dicho ya: una vida está constituida por muchas otras vidas posibles. Algunas reales, otras alucinadas. En cada biografía existe un espacio en el que la ficción y la realidad, debaten continuamente sus fronteras. Incluso, en ocasiones, sus argumentos se confunden de un modo peligroso. En parte por esto hay quien asegura que es mejor dejar el pasado en paz.