Medio Mundo
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Diario Río Negro
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Claudio Andrade
Chic Money!
 
  11 » Oct 2007
Posible oda a internet
  Aquí, desde este recóndito lugar pispéo el mundo. Abro la ventana de Internet y veo, escucho, leo. Aquí donde me ven soy. Estudio francés, mientras repaso mi inglés en la http://news.bbc.co.uk/hi/spanish/news/. Me apuro entre la tecnología de Mirá de http://juliangallo.com.ar y me doy mi panzada semanal de talento con http://orsai.es/. Soy un rompecabezas interminable cuyas piezas van reproduciéndose y haciendo crecer un continente que a medias conozco. Pongo yo también mi granito de arena. Y apuesto a que me volveré eterno. Escribo poemas que nadie lee. Canto canciones sin acompañamiento. Pero me esfuerzo. Trato. Me revuelco en mi soledad y aprendo. De cada habitación un poco. De cada gesto un gesto. De cada sonrisa ajena una posibilidad. Un fragmento de libertad. Una vía de escape hacia la próxima galaxia digital.  
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  11 » Oct 2007
Diálogos chiflados
 


"El profesor chiflado" es por muchos motivos una de mis películas favoritas. Aquí un diálogo entre Stella Stevens y Jerry Lewis.

Jerry Lewis: "Cuando uno es genial y lo sabe, como es mi caso, no hay que andarse con rodeos, nena. ¿A que estás loca por mí?"
Stella Stevens: "Siempre he dicho que amarse a sí mismo es el comienzo de un amor que dura toda la vida. Estoy segura de que serás muy feliz contigo mismo".

"El profesor chiflado"; ("The Nutty Proffesor",1963), dirigida por Jerry Lewis.

Más diálogos de películas en: http://www.hemoterapiamedicos.net/pelis.htm
 
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  10 » Oct 2007
Bogart según Manolo Marinero
  Manolo Marinero escribió una de las mejores biografías de Humphrey Bogart que se conozcan. Les dejo un fragmento que desnuda al ídolo.



Hasta sus cuarenta años, Humphrey Bogart osciló entre ser un profesional clasificado como de quinta fila y ser un profesional de segunda clase. En estos tiempos duros se casó tres veces sin éxito, y se acostumbró a beber en los bares que cerrasen más tarde (durante “la Ley Seca” en los garitos de los gangs). Luego dispuso de un,yate de sesenta toneladas, el “Santana”, fue compañero de pesca de Raoul Walsh, y fundó, con Walsh y con el productor Jack Warner (habían sido enemigos, pero estaban reconciliados) el hipódromo Hollywood Park de los Angeles (donde en seguída Walsh rodó un thriller sobre el mundo de las carreras de caballos, “Salty 0′Rourke”). Desde los cuarenta años, Bogie estuvo clasificado como actor de primera fila, y desde los 44 disfrutó de una vida conyugal feliz con Lauren Bacall. Pero siguió bebiendo. Bogart dijo una vez: “Yo no puedo tener confianza en alguien que no bebe. Instintivamente pienso que debe tener una razón oculta para no hacerlo. Quizás quienes no beben tengan miedo a dejar a su verdad descubrirse. Por supuesto, hay que poder contener al alcohol. No es conveniente que sea él quien nos sostenga”.
“Fue El último refugio (“High Sierra”) -dijo Walsh lo que hizo de Bogart una gran vedette, y eso se debió a un azar. El filme había sido escrito para George Raft, que debía morir en el desenlace. Pero Raft se había vuelto superticioso, y aquella vez se negó a morir en un filme,
fuera cual fuera el número de personajes que hubiera matado él antes. Pero la censura exigía que el gangster expiara sus crímenes. Finalmente cogimos a Bogie, a quien le era igual dejarse abatir por los policías. A diferencia de Jimmy Stewart, Gary Cooper o Gregory Peck, se puede matar a Bogart en una película. El público lo admite, y él conoce siempre sus diálogos, su oficio. No es un tipo fácil, pero si le gusta su papel, es formidable”.
En realidad, no fue sólo George Raft. También rechazaron el papel de Roy Earle en 1940 Paul Muni, James Cagney, Edward G. Robinson y John Garfield. Los cuatro primeros eran actores de primera fila de la Warner Bross, y el último “la estrella del porvenir” de la productora (lo que resultaría de una ironía patética cuando la persecución política llevó a Garfield a suicidarse). Roy Earle era el protagonista de un guión de John Huston y W.R. Burnett, que iba a rodar Walsh. En su condición de sexto recurso, Bogart recibió la manoseada oferta, y aceptó el papel. Lo hizo. El título en España, “El último refugio”, expresivo y certero, es superior al original, “High Sierra”.
Roy Earle es un fuera de la ley que va a ser descartado por una niña bien, y amado por una niña mal. Esta quiere seguir con él hasta el fin, pero Earle la mete en un autobús de carretera antes de enfrentarse en un tiroteo con la Guardia Estatal. Aunque la historia vaya de gangsters, tiene un desarrollo rural, pinos por todos lados, rifles de caza mayor en lugar de pistolas o metralletas, y no un ambiente urbano. Esto hizo que Walsh, satisfecho del resultado, pudiera rodar nueve años después -con muchas, muchas variantes- una segunda versión en western ( “Colorado Territory” o “Juntos hasta la muerte”). Y en ésta, la muchacha, Colorado, consigue correr la misma suerte que el proscrito amado.
Bogart interpretó a un pistolero medio iluso, medio descreído, y romántico al viejo estilo, al único estilo, el de Brian de Bois Gilbert, Juan Cristobal Schiller, Hatfield, Odile y Frantz y Arthur, Marian y Robin e Ivanhoc Martin. 0 sea, el pseudovillano de -Ivanhoe-, el autor de “Los bandidos”, el caballero jugador y confederado de “La diligencia”, los tres de la pandilla de “Bande á part”, la monja y el proscrito rescatador, cuyo amor inspiró la primera música inglesa, aproximadamente en el siglo XIII, los trece rondós del “Juego de Robin y Marian”, del troubadour Adam de La Halle, y el héroe jamaicano de “Caiga quien caiga” (o “The Harder They Come”). Porque Earle es mucho más parecido a los rústicos “Río Amargo” Newcomb, Jesse James o Clyde Barrow, que a un gángster organizado y poderoso de gran ciudad, a un comisionista armado o a un magnate rentista de la extorsión y los negocios sucios.
Bogart quedó por fin, después de este rodaje, colocado a dos pasos de ser una estrella del cine americano. En 1940, cuando murieron jóvenes Scott Fitzgerald y Nathanael West, y Lester Young consiguió formar un combo de jazz propio, y los nazis ocupaban Francia y bombardeaban Inglaterra, y recibían el previsto refuerzo de la Italia fascista, en USA vivían 131 millones de habitantes, y bastantes de ellos eran aficionados al cine.
Inmediatamente, Humphrey Bogart rodó como protagonista “The Waggons Roll At Night”, remake de “Kid Galahad”, en la cual, sólo cuatro años antes, había trabajado en el tercer papel, detrás del soberbio rumano Robinson, el sapo más enérgico de la Historia de la Naturaleza. Y Bogie se quedó ya a un solo paso de ser una estrella de Hollywood. Había hecho méritos para conseguirlo: “En mis últimas 34 películas fui tiroteado en doce, electrocutado o colgado en ocho, e hice de presidiario en 9″ (llegó a contabilizar él mismo).
Pero también había hecho y siguió haciendo deméritos.
Era “conflictivo”. Estuvo siempre contra corriente. “¿Qué si estoy de acuerdo con la escuela (se refiere al estilo o línea) de interpretación de Laurence Olivier? Oiga, yo soy un actor. Sólo hago lo que me trae el instinto, naturalmente”.
Y a los esfuerzos de que diera una imagen más agradable y sociable a los lectores de revistas de cine, a los espectadores, Bogart contestó “la única cosa que uno le debe al público es una buena actuación”.
El caso es que entonces fue cuando Bogie hizo de Sam Spade en la tercera versión cinematográfica de “El Halcón Maltés” de S.D. Hammett (papel al que también había renunciado Raft), rodaje en el que debutaba como director el guionista Huston.
Y ya, instantáneamente, a escala nacional, Bogie fue una estrella. Precisamente el mismo año, 1941, se publicaba el libro de cuentos de Hammett, “Un hombre llamado Spade” Y también dos libros que hicieron carrera en “Hollywood ‘Mildred Pierce” del gran escritor de thrillers James Mallahan Cain, y “¿Por qué corre Sammy?” de Sculberg. La escalada de Bogie sucedió poco antes de que el ataque a Pearl Harbor por los japoneses decidiera la definitiva entrada de los Estados Unidos en la 11 Guerra Mundial.
Bogart tenía por aquellas fechas 41 años. Siempre tenía los mismos que las dos últimas cifras de cada año (más seis días), porque había nacido en la Navidad de 1899. Bogart se había esforzado con tenacidad por despegar en teatro y cine durante veinte años, con pocas y dispersas recompensas desproporcionadas con su talento, y había consumido su primera y su segunda juventud, se había alcoholizado durante la Prohibición (prohibición de expender y adquirir bebidas alcohólicas, que duró desde el 16 de enero de 1920 hasta 1933), y, después de dos matrimonios fracasados, llevaba tres años casado con Mayo
Methot (actriz que no había llegado a triunfar), que se dedicaba sin tregua a estropearle a su hombre las posibles satisfacciones del éxito profesional.
Bogart tiene una cabeza alargada y huesuda, con ancha frente y entradas, sin muchas arrugas todavía, y en sus ojos brillan alternativa o simultáneamente el cansancio y la determinación. Le gustan las fiestas y las salidas a los clubs con algunas gentes conocidas, pero está fuera (como estará siempre) de lo que Huston llama expresivamente el cocktail-circuito.

La carrera de Bogie tiene mucho que ver con Huston. Aquel hace su Primer protagonista destacado para crítica y público con un guión de Huston. El famoso crítico
Bosley Crowther comentó en su crítica del estreno de “El último refugio”. “Sí señor, el mismísimo Sigfrido nunca alcanzó cimas tan heroicas como mr. Humphrey Bogart,
el último de los grandes pistoleros, y cuando, acorralado en una escarpada montaña por un ejército de polis, dispara y grita desafiante a sus acosadores, entonces su alma noble remonta el vuelo”. Y añadió: “Mr. Bogart interpreta el papel Principal con una perfección de hirviente vitalidad …..”
Bogart aún asciende a la categoría de primer actor indiscutible en la primera película dirigida por Huston. Crowther comentó en The New York Times a propósito de “El Halcón Maltés”, “Mr. Bogart es un agudo, rudo detective con una mente cortante como una hoja de afeitar, un temperamento que a veces le traiciona y un código moral fríamente cínico”.
Huston y Bogart rodaron seis películas juntos, y éste gana un Oscar al fin por “La Reina de Africa”, Oscar ganado a pulso en Kenia y Uganda. En este rodaje, Katherine Hepburn, llevó su papel puritano demasiado lejos, interpretando escenas de guión fuera del horario de rodaje. “La dama, interpretada por miss Hepburn con su crispada facilidad para la comedia, es una caricatura de una mujer estirada con su gargantilla, delantal de lino y pulcro sombrerito de tela. Y su hombre, interpretado por mr. Bogart, es una versión burlesca del vagabundo tropical, sólo un escalón -y muy pequeño- por encima de la descamada acidez de un payaso. Nunca desde que Elsa Lanchester y Charles Laughton aparecieron en una película muy parecida, “The Beachcomber”, hace algunos años, habían sido tan aguda y humorísticamente retratadas las incongruencias de las buenas maneras sociales y educacionales -opina Crowther- “¿Mr. Allnut (Todo nuez), querido, cuál es tu nombre de pila? -pregunta educadamente la dama a su compañero a la mañana siguiente a la noche en que ella aparentemente se ha entregado a él, la quizás menos “pasional” y menos convencional escena de seducción. “Charlie”- musita él con derretidora y tímida coquetería. Así es la película de rara y demencial”.
Bogie contribuyó a los Oscar de John Huston y de su padre, el actor Walter Huston, por “El Tesoro de Sierra Madre”, la excelente versión del libro del enigmático B. Traven (escritor chicagoan de familia escandinava que había recorrido el Pacífico antes de llegar a México en 1923, donde fue un verdadero buscador de oro).
Bogart y Huston dejaron en tentativa tres proyectos, además. Uno fue en el 42, “Three Strangers”, que acabaría filmando “Negulesco”, con Peter Lorre en el papel de Bogie, conservando el guión de Huston. Otro fue “Moby Dick”, que sí rodaría Huston, pero con Gregory Peck en lugar de Bogart. Y en 1955, según un relato de Kipling, Huston había programado el rodaje de “El hombre que pudo ser rey” en la India y Afganistan, con Clark Gable y Humplirey Bogart. Bogie estuvo comprometido con otras películas, luego enfermó de cáncer y murió. En 1960, Huston continuaba con la idea, y Gable seguía de acuerdo, pero murió justo al finalizar la película común
“Vidas rebeldes” (“The Misfits”). Muchos años después, Huston logró su propósito, ya con Sean Connery y Michael Caine, en lugar de Gable y Bogart. Desde luego, “El último refugio”, “El Halcón Maltés”, “Tener y no tener”, “El sueño eterno”, “El Tesoro de Sierra Madre”, “Sin conciencia” y “La Reina de Africa”, filmes de Walsh, Huston y Hawks son de las mejores interpretaciones-películas de la carrera del actor. “El Bosque Petrificado”, de Archie Mayo, seguramente incluye el mejor papel de reparto de Bogie, seguido por el de “Una mujer marcada”. “The Roaring Twenties” es un filme excepcional de Walsh, en el que Bogart queda bajo la poderosa sombra de Cagney (éste seguramente en su mejor interpretaci6n). “Pasión ciega”, mejor conocida por bastantes aficionados como “They Drive By Night”, es otra buena colaboración Walsh-Bogart. “Callejón sin salida” (“Dead Recloning”), de Cromwell, y “En un lugar solitario ” (“In a lonely place”), de Ray, tienen un gran interés, un extraño encanto: parecen obras maestras distribuidas con discreción, como si alguien pidiera perdón por las dos maravillas que quedaban embobinadas y enlatadas. Y, por supuesto, se podrá discutir si “El Motín del Caine” es una película excepcional de Dinytryk, o sólo una buena película, pero discutir la interpretación de Bogart en Quueg es propio de cotilleos de actores envidiosos en algún bar de Hollywood durante la temporada del 54-55. “Casablanca”, por otro lado, como dijera el crítico Angel Fernández Santos, cuenta el prólogo de una estrecha amistad y grata compañía: la de Rick Blaine y el capitán Renault (Bogie y Rains).

Manolo Marinero

Humphrey Bogart”, Manolo Marinero. Ediciones JC, 1980.
 
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  09 » Oct 2007
El primer trago de cerveza
  Un texto para una noche de martes entre amigos.

"Es el único que cuenta. Los otros, son cada vez más largos, cada vez más anodinos, no dan más que una hinchazón tibia, una abundancia mal empleada. El último, quizás, se encuentra con la desilusión de terminar una apariencia de poder.
Pero, ¡el primer trago!, ¿trago? Ese comienza mucho antes del trago. Sobre los labios ya está ese oro espumoso, frescor amplificado por la espuma, después lentamente sobre el paladar felicidad tamizada de espuma. ¡Cómo parece largo ese primer trago! Uno la bebe rápidamente, con una avidez falsamente instintiva. En efecto todo está escrito: la cantidad no es ni mucha ni muy poca, lo que hace el comienzo ideal; el bienestar inmediato puntualizado por un suspiro, un chasquido de lengua, o un silencio que lo vale; la sensación engañosa de un placer que se abre al infinito… Al mismo tiempo, uno ya sabe. Todo lo mejor ha sido tomado. Uno coloca su vaso y lo aleja incluso un poco sobre el pequeño cuadrado de servilleta. Uno saborea el color, falsa miel, sol frío. Por todo ese ritual de prudencia y de espera, uno querría dominar el milagro que ocasiona el producirse y a la vez escaparse. Sobre el interior del vaso, uno lee con satisfacción el nombre preciso de la cerveza que uno acaba de ordenar. Pero el contenido y el recipiente pueden interrogarse, responderse interminable-mente, nada se multiplicará más. Uno querría guardar el secreto del oro puro, y encerrarlo en fórmulas. Pero delante de su pequeña mesa blanca salpicada de sol, el alquimista engañado no salva más que las apariencias, y bebe más y más cerveza con menos y menos gozo. Es una felicidad amarga: se bebe para olvidar el primer trago."

Philippe Delerm

Del libro “El primer trago de cerveza y otros pequeños placeres de la vida” (Tusquets)
Traducción por Eduardo Coronado Rojero.
 
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  08 » Oct 2007
Leer, refugio y herramienta
  Aunque la idea no me parece mal, no soy capaz de asociar completamente el acto de la lectura a la palabra placer. Acaso porque leer no ha sido siempre para mi una especie de spa virtual sino un refugio donde pasar los peores temporales.
Por lo general, leo con mayor pasión en los días en los cuales mi alma está hecha harapos. En los momentos en los que soy una auténtica piltrafa. Entre las páginas de un libro encuentro cobijo y calor. Dije libro puesto que el objeto está ligado a la sensación de seguridad. Un signo de mi generación analógica.
El libro, como el hecho de saber leer, representan la nacionalidad que he adoptado. El país en el cual aceptan mi pasaporte.
Tampoco estoy convencido de transmitirles a mis hijos que la costumbre de leer se encuentre vinculada a una suerte de paraíso donde el visitante pone la toalla y se deja tostar por el sol. Uno no busca un conjunto de factores positivos para leer sino que lee a pesar de todas las contras y artimañas de la existencia. Se lee, en todo caso, debido a eso. Para eso.
Más bien los he incitado a que lean con el fin de que se vuelvan más inteligentes, más fuertes y más flexibles. Inteligentes, porque la lectura pide mucho de uno mismo, en cuerpo y en espíritu. No es fácil entender determinadas ideas y ese empeño tiene una recompensa que se prolonga en el tiempo.
Fuertes, porque en el proceso el lector templa la sangre hasta volverse una herramienta de la energía que fluye entre las personas, un soldado de una causa, un profesional de lo que más importa: la capacidad de entender.
Y flexibles, porque cuanto más sabemos de los otros, sus sueños, sus ideas, su manera de interpretar el mundo, más alternativas poseemos, y más caminos se nos abren.
 
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