Medio Mundo
28 » Nov 2024
Diario Río Negro
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Editor Responsable
Claudio Andrade
Chic Money!
 
  09 » Jul 2009
Versiones
 


Finalmente llegará al cine la célebre novela de Jack Kerouac, “En el camino”. Ya era tiempo. Aunque no es tan extraño que lo haga justo en este momento como que no haya sido filmada años atrás. “On the road” fue publicada en 1957. Más curioso aun es que la vida del propio Kerouac no fuera considerada como material para la pantalla grande.
Cada vez que escucho que en Hollywood se han agotado las ideas y que los guiones se repiten incansablemente pienso en todas esas novelas y relatos que merecerían haber sido llevados al cine. Esto contradice la idea de que “todo ha sido filmado”.
Entre la fecha de publicación de “El Perfume” de Patrick Suskind y su desembarco en el cine, pasaron más de 20 años. Por suerte, todo salió bien y la película resultó un hallazgo, comenzando por el ilustre desconocido Ben Whishaw, quien interpretó de modo magistral a Jean Baptiste Grenouille, el cruel asesino obsesionado con el aroma de las mujeres.


(El trailer doblado al español es una experiencia paranormal)

El relato lisérgico de Hunter Thompson, “Miedo y asco en Las Vegas”, tuvo una suerte dispar de la mano de Terry Gilliam. Ayudaron a levantar un guión que parecía perdido en la misma borrachera del periodista, las actuaciones de Johnny Depp y Benicio del Toro. Ahora además se ha anunciado que se realizará la versión para cine de otra historia bastante loca de Thompson, “Días de ron”, de cuando el cronista de “Rolling Stones” hizo sus primeras armas en el Caribe.
La verdad es que no se entiende como ningún ejecutivo de la gran industria de la fantasía no ha tomado como base para un puñado de películas a esa colección de historias de no ficción que es “El Nuevo Periodismo”, obra compilada por Tom Wolfe. Y hablando de Wolfe, su novela “La hoguera de las vanidades” fue víctima de una escuálida versión en el cine. Más decepcionante aun porque estuvo dirigida por Brian de Palma, alguien que posee en su hoja de ruta filmes como “Los intocables” y “Doble cuerpo”.
No se tradujo al cine aun “Cien años de soledad” aunque uno pueda entender las razones. Un libro monumental como el de Gabriel García Márquez debería ser adaptado de un modo muy preciso para no perder toda su mágia en el traspaso. Han quedado girando en el universo del cine como estrellas fenecientes, las versiones de “El coronel no tiene quien le escriba”, “Crónica de una muerte anunciada” y, la última, “El amor en los tiempos del cólera”. Hay otras deudas vinculadas a la literatura latinoamericana como “El llano en llamas ”, de Juan Rulfo. Es difícil imaginar una reelaboración de la prosa de Rulfo acerca de la dura existencia del campesinado mexicano.
Podríamos hacer un lista extensa de novelas nacionales que uno desearía encontrar en una sala. Sólo a modo de enumeración caprichosa mencionaré “Historia argentina”, de Rodrigo Fresán, quien también escribió otro libro en condiciones de soportar el título nobiliario de “la auténtica biografía del creador de Peter Pan”, James Matthew Barrie, “Los jardines de Kesington”. Si, lo sé, la supuesta vida de este escritor ya fue estrenada en los cines con Johnny Deep a la cabeza pero les aseguro que el libro de Fresán es una obra maestra que debe integrar futuros proyectos. Supongo que “Los Sorias” de Alberto Laiseca es otro amor imposible. Ni que hablar de la enorme variedad de relatos borgeanos que servirían de base para unos cuantos guiones maravillosos.



En lo muy personal, me encantaría asistir a las versiones cinematográficas de “Una temporada con Lacan”, o la relación entre el playboy y best-seller Pierre Rey y el afamado psicoanalista Jacques Lacan; “Sobre los acantilados de mármol”, de Ernest Jünger, uno de los libros más apasionantes y cinematográficos que hayan sido escritos jamás; el relato periodístico de Truman Capote (y Truman también tuvo fortuna en el cine) “Ataúdes tallados a mano”, que involucró al escritor (luego de su investigación que desembocó en “A sangre fría”) en un horroroso caso de asesinatos en serie; y “Neuromancer” de William Gibson, el escritor que creó el concepto de ciberespacio.



Hace unos días, ordenando viejos libros, encontré una biografía muy entretenida de Lawrence de Arabia. También tengo por ahí dos versiones de “Los siete pilares de la sabiduría” y una edición especial dedicada al autor de la “National Geographic”. Respiro aliviado y alegre sabiendo que en los videos se consigue el genial filme interpretado por Peter O Toole. Admirado Peter-Lawrence, vestido de blanco impecable, caminado sobre las arenas de un desierto ajeno.
 
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  08 » Jul 2009
Por siempre jamás
 


Ayer amigos y millones de personas despidieron a Michael Jackson. Escribí una columna para el "Río Negro".
Cobertura completa del funeral de Michael Jackson

Los ídolos pop no mueren. Al menos esto presuponen los fanáticos. Porque si a John Lennon un desquiciado no lo hubiera matado a tiros aun estaría entre nosotros. Mike Jagger continúa saltando como un poseso sobre el escenario y su contraparte, Keith Richard, todavía mantiene extraños diálogos con su guitarra incluso después de caerse de cabeza de un cocotero. Charly García insiste. Sandro aguarda por un supertrasplante. De Jim Morrison sólo hay especulaciones. Y Elvis, Elvis está vivo.

¿Michael Jackson muerto? No, eso sería demasiado si fuera real. La noticia es un cuento. La parafernalia del acto de ayer no hizo más que corroborar un hecho crucial: "Jacko" vive entre nosotros. En rigor, hace unas horas nomás, en el programa de Larry King (uno de los shows con mayor audiencia en USA), se vio un video grabado en Neverland donde se alcanza a observar cómo una sombra cruza la cámara ¡El fantasma de Michael vaga por los pasillos de "Nunca Jamás"! Han exclamado todos al unísono y con alegría desbordante. Ya vendrán las comunicaciones telepáticas, los mediums y los especialistas en transmisiones vía mail desde el más allá. Otra historia comienza.

Por supuesto, las apuestas acerca de quien encarnará a Michael en el cine están sobre la mesa. Dicen que Johnny Depp firmó primero en una larga lista de aspirantes (no Will Smith, por favor, esta vez vos no) al trofeo.

El último adiós al Rey del Pop, estuvo revestido de gestos de espiritualidad, juramentos y reivindicaciones raciales. Porque, no lo olvidemos, fue Michael Jackson, desteñido y todo, quien marcó el camino de su gente.

La muerte del astro fue una pieza de energía concentrada que se expandió en el inmenso océano de la red. Si Lady Diana hubiera tenido semejantes recursos a su alcance su despedida también habría sido un enorme fluir digital. Pero fue otra cosa, en un tiempo muy lejano (poco más de 10 años).

Irónicamente el final de Jackson ha venido a revitalizar su iconografía y su obra.

Todo lo que estaba muerto mientras el artista estaba vivo, ahora goza de excelente salud. Sus discos se venden por millones, sus objetos personales representan el Santo Grial de los cazadores de fortunas, los derechos por su imagen han regresado desde un pasado mitológico para hacer rico a quién sabe quién, y su música, santo dios, su música nunca había recibido tanta atención desde ¿Bad? Y eso fue hace miles de años luz.

Ahora sabemos que Jackson conservaba bajo siete llaves toneladas de canciones que nunca salieron a la luz por motivos que uno ya puede imaginar. A esta altura es una obviedad decirlo, hay Michael Jackson para rato.

Sí, Jackson por siempre jamás.
 
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  07 » Jul 2009
La peste en el cine
  Les dejo un adelanto de un artículo más extenso que aparecerá este viernes en ESC acerca de la relación entre el cine y las epidemias.





El cine siempre tuvo un lugar en su agenda para las grandes pestes que asolaron a la humanidad. De hecho, hay más de una película por cada enfermedad que se nos pueda ocurrir.
En internet el periodista Darío Lavia ha elaborado para el sitio Quintadimension.com, un completo (casi obsesivo) informe acerca de la relación entre las enfermedades y el cine para los que quieran profundizar en el tema.





En todos los casos mencionados el criterio predominante fue la realidad. Una mirada que cambió radicalmente con el pasar de los años hasta que se estableció una idea mucho más paranoica en la que se ha venido asociando enfermedad con Apocalípsis. Es probable que al menos una parte de la civilización actual (la que produce películas justamente) se haya olvidado de que los virus y las pestes en verdad existen, y esto impulsó una buena cantidad de argumentos en los que la enfermedad adquiere el rostro monstruoso de un chupasangre o un zombie. Títulos como la saga “Soy leyenda” (remake de dos clásicos del género vampiro)“Resident evil”, “Exterminio” (y las secuelas de ambas), la “Trilogía de los muertos” de George Romero, hablan por sí sólos acerca del recursos que más y mejor se han utilizado en la industria del entretenimiento en los últimos años.
Hubo excepciones: “Epidemia” con Dustin Hoffman, se hace eco de las epidemias de ébola que acabaron con tribus enteras en Africa en los 90; “12 monos” de Terry Gilliam, alertó sobre el accionar de ciertos grupos fundamentalistas (aunque al final la película da un giro y todo se explica distinto) capaces de usar un arma bacterológica o similar para exterminar a la sociedad moderna; la más reciente “The Happening”, plantea una disputa ¿futurista? por el espacio vital entre la madre naturaleza y las personas.
También se han visto hace poco otras opciones cinematográficas, es el caso de “La amenaza de Andrómeda”de Mikael Salomon, remake del filme del mismo nombre (1971), dirigido por Robert Wise, y basada en la novela de Michael Crichton acerca de una epidemia que dejó vivos a un niño y un anciano; “Al otro lado del mundo”, con Edward Norton, Naomi Watts, sobre una relación amorosa que se desarrolla en medio de una epidemia en China; “Ceguera”, de Fernando Meirelles, una adaptación de la obra de José Saramago “Ensayo sobre la ceguera”.
Vaya uno a saber si se consigue en los videoclubes pero no vendría mal darle su segunda oportunidad a la versión cinematográfica de “La Peste”, de Luis Puenzo. Y si el libro de Albert Camus anda cerca ¿por qué no avanzar entre sus páginas?.
Para finalizar el muestrario un filme japonés. “Infection” de Masayuki Ochiai, relata la cotidiana y desgarradora rutina de un grupo de médicos atrapados entre las paredes y las carencias de un hospital público. En medio de la decadencia, la indiferencia y la burocracia este grupo de médicos y enfermeras debe enfrentar una sobrepoblación de enfermos y hasta el principio de una devastadora epidemia.
Y si, suena conocido.

 
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  07 » Jul 2009
Un cuento de Alejo Stopansky
  El hallazgo

Esa tarde emprendí el viaje con un destino impreciso. Sabía que estaba en las afueras de la ciudad y se podía ingresar a pie o a caballo. Durante el trayecto supuse que los vientos del otoño habrían removido la arena fina que suele depositarse. Me convencí de que la exploración no iba a resultar más trabajosa que de costumbre, con independencia de los resultados, porque uno suele buscar y a veces, muy pocas veces, quizás las menos, halla algo.
Estacioné a unos metros de la ruta. Tomé el bolso con mis herramientas: unos cepillos, recipientes para guardar lo que podía encontrar en el día; una lupa y una botella con agua. Marché despacio por la senda que iba directo hacia el picadero de flechas indígenas. Creo que como a unos dos kilómetros está el cementerio de esa tribu.
El entrecortado silbido del viento entre las bardas entorpecía el silencio del lugar. Del bolso saqué el plano que Marcos improvisó y, por eso, ni siquiera precisé de la brújula que llevaba en el bolsillo izquierdo. Era exacta a referencia al árbol petrificado. Había también un verdoso matorral en medio de unas planicies sepias. Comencé a andar en dirección a él, a paso seguro, sin perder de vista las piedras que bordeaban la huella.
Las matas habían crecido en una elevación del terreno y desde allí logré observar la inmensa extensión. Hice un ligero reconocimiento de la zona que me interesaba rastrear. Dejé el bolso en el piso y escuché una fuerte descarga que parecía de un arma de fuego, pero resultó que el eco no iba menguando en su intensidad. Otra retumbó de inmediato y tuve la sensación de que había detonado desde más cerca de mí. Supuse que se trataba de un cazador. La última impactó a unos escasos metros ocasionando un hueco en el suelo, del tamaño de una pisada de una animal, con una cruz arqueada por encima. Me tiré de golpe y empecé a hundirme. Intentaba pararme pero a mis bruscos movimientos la superficie seguía cediendo.
Estaba bastante agitado y con casi todo el cuerpo cubierto de tierra, con ese olor particular a la tierra seca y removida. Me podía mover, pero me quedé quieto, tratando de calmarme. Levanté la vista y divisé el cielo desgarrado de nubes rojizas. Me pregunté por qué alguien querría dispararme.
Irrumpió un sonido extraño, semejante al chirriar de un insecto, que se hacía cada vez más perceptible. Vi dos figuras altas, de esqueléticas formas humanas y desnudas. No tenían cabellos y la piel era de un blancura ósea, con ojos oscuramente intensos; dos minúsculos puntos negros a la mitad de lo que era la cara. También le faltaban bocas y orejas. Ellos eran los que emitían ese ruido, lento y grave: «Urmrrr», «urmrrr», «urmrrr». Se acercaron a mí. Se arrodillaron junto a la boca del pozo en el que yo me encontraba sentado, como si fueran a introducirse. Después se miraron entre ellos e hicieron lo mismo conmigo. Yo sentía que sus ojos me hacían arder la frente. Me escondí bajo el ala del sombrero porque no quise seguir mirando. Me acordé que hasta en los animales eso importa un desafío. El sonido comenzó a perderse despacio, disminuyendo el volumen. Cuando dejé de oír me levanté con cautela. Alcancé a mirar por encima de la fosa y, parado, me di cuenta que la profundidad me cubría hasta la cintura. Junté fuerzas y conseguí salir. De los dos seres no había un solo rastro. También desapareció el hueco que tenía a unos metros, el de la cruz. Corrí con toda la velocidad que pude, sintiendo como el bolso me golpeaba en la espalda.
Me alivié al comprobar que el vehículo permanecía en el lugar en el que lo había dejado. El temblor de las manos hizo que me costara meter la llave. Quién podría creer lo que viví en ese tiempo. El regreso fue interminable.
En casa aún sentía las palpitaciones en las sienes; la sangre bulléndome en los ojos. Me tenía que duchar para sacarme toda la tierra que tenía adherida al cuerpo. Algo duro y pesado sonó cuando el pantalón dio con el piso. Lamenté que se tratase de la brújula, pues es uno de los pocos obsequios que conservo de mi abuelo. Metí la mano en el bolsillo, palpando la arena, sintiendo como las granos se me incrustaban por debajo de las uñas. Era eso, la brújula, con la aguja enclavada en el Estenordeste y, debajo de ella, una punta de flecha que jamás había visto. Una punta de flecha de cristal, tallada con extraordinaria simetría.
 
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  07 » Jul 2009
La casa de los clowns trotamundos
 


Christina Gelsone y Seth Bloom son clowns. Viven en un departamento en Harlem y recorren el mundo haciendo sus rutinas: estuvieron en Afganistan, Argentina, Canadá y tantos otros lugares. NYT contó su historia y la historia del bello lugar en el que viven.

NYT Magazine

Este es su sitio en internet:
www.acrobuffos.com
 
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