Esta es la historia de Mandy y de su celular. Mejor dicho: esta es la historia de Mandy, de su celular y el celular de su padre. O, más definitivo aun, esta es la historia de Mandy, su padre y de todas sus amigas que tienen su propio teléfono.
Mandy es un pobre niña rica que vive en un reino apenas un poco más acotado y modesto que Camelot, el barrio privado donde respira su Príncipe Azul y un grupo de chicas tan odiosas como las hermanastras de Cenicienta. Por ser quien es y como es, Mandy, debe soportar una brutal impopularidad en la escuela. Es linda pero no es hot. Y su celular, aunque la comunica, lo hace de modo deficiente puesto que es un viejo modelo “sapito” que no tiene video cámara. Todo cambia el día de su cumpleaños cuando, como por arte de magia, el chico de sus sueños la rescata de ahogarse en una pileta, y más tarde, ya recuperada (y extasiada), recibe de parte de su padre un video-celular. Sin embargo, el mismo aparato que la enaltece la encadena a su progenitor, el que la obliga a reportarse cada media hora. Condenada igual que un personaje de Sartre, la pobre Mandy, se debate entre engañar al hombre o perderse la fiesta del año a la cual fue invitada por el pibe ideal.
Muchas pero muchas de las cosas que le ocurrirán a Mandy antes de que pueda cruzar el umbral de Camelot quedarán registradas en su teléfono o en el de alguien más. Las chicas, de este o del otro bando, terminan funcionandp como faros, como cámaras de transmisión o como directoras sin censura de un reality show adolescente. Mandy es retratada cuando se abraza inocentemente a su chico, imagen que llega precisa y certera al teléfono del padre. Luego, como revancha, una amiga suya grabará en video y retrasmitirá a todo el planeta Camelot, el momento en que su cruel oponente vomita sobre una mesa. Casi ninguna obviedad quedará vedada a los ojos de los otros.
El filme se llama “Fotografía esto”, está dirigido por Stephen Herek y protagonizado por Ashley Tisdale (la mala malísima de “High School Musical”) y el muy buen actor Kevin Pollak. Aunque tiene un argumento típicamente veraniego y pasatista, contiene esta línea de pensamiento que nos revela que tan lejos hemos llegado a la hora de observar la realidad a través del prisma de una minicámara. Y que tan cómodo nos resulta, de paso.
La película tiene momentos que grafican esta tendencia de un modo brutal. Seremos testigos privilegiados de como Mandy engaña a su padre quien insiste en verla estudiando cada 30 minutos exactos. Mandy produce imágenes, de ella y sus amigas concentradas en sus deberes, especialmente para el celular de su padre. Logra verdaderos imposibles. Su creatividad es tan infinita como los recursos multimedia de su teléfono.
El padre aceptará lo que ve. En términos estrictamente técnicos la chica hace sólo lo que él le pide: que represente un papel. Al final el amor triunfará. De un modo tan inexplicable como suele desarrollarse la pasión en todas sus edades Mandy conquista a su príncipe en la fiesta de gala. Aunque la felicidad es compartida, nadie aplaude. Todos tienen sus dedos demasiado ocupados en su celular, reenviándose el beso de los novios los unos a otros.
Sólo quedará tu rostro.
Tus ojos despiertos como soles.
Tu deseo y el mío.
Tu frenesí.
Nuestros puentes.
Una canción de Oasis.
El sabor espléndido del vino tinto.
La conciencia de haber sido jóvenes e inquietos.
Voraces como lobos.
Eternos como Dios.
Sólo nos quedará el ticket de un vuelo a París.
La única verdad escrita en un papel: te amo, siempre te amé.
La perfecta armonía de nuestros abrazos.
El fuego sagrado.
El fuego.
Sólo quedará un minuto, un segundo.
El que nos perteneció y que nos pertenece.
Nuestra cuota de infinito.
Terminator es una de esas pocas sagas que resiste bien el tiempo y las sagas, claro. Después de un nada prometedor tercer capítulo “Rise of the Machines”, llega esta protagonizada por el gran Christian Bale. Bale le otorga nueva vida al personaje de John Connor. El guión lo ayuda bastante. La historia ahora involucra al legendario líder de la Resistencia y a un robot que curiosamente no sabe que es un androide con un destino marcado. Colosales escenas de acción con increíbles efectos especiales, (algunas de las persecuiones en la autopista refieren directamente a Matrix), buen trabajo actoral y una tensión que no baja un milímetro a lo largo de todo el filme, son los componentes de esta heredera de una tradición cinematográfica que empezó en los 80 con aquel filme dirigido por James Cameron. Los fans además podrán, por fin, ver en acción y en su propio medio ambiente (el futuro apocalítico) a algunos de los viejos modelos de Terminator como el T 600. Dirigida por McG. Con Christian Bale, Sam Worthington y Helena Bonham Carter (en un minúsculo papel), entre otros.
La isla de los condenados
Esta no será ni la primera ni la última “carrera de la muerte” a la que asistamos, gentileza de Hollywood producciones. Al menos no se trata de la peor de todas. En materia de acción el filme contiene algunas horrorosas escenas que podrán disfrutar sólo aquellos adeptos a este cine de lucha libre que cada vez se acerca más al “Gore”. Sin embargo, la película contiene una interesante línea argumental: un magnate que quiere convertir una competencia mortal en un éxito no de televisión (si, no de televisión) sino de internet. Cualquier espectador que pretenda ver las alternativas de “la isla de la perdición” (habitada por 10 desquiciados a quienes se les ha dado allí su única oportunidad de salvación) debará abonar una cifra con su tarjeta de crédito. Luego de esto, que la fiesta del horror comience. Y, les aseguro, si buscan escenas truculentas las encontrarán en abundancia. En el listón siguente tenemos a Rob Zombie (que no es el mejor programa para una mantiné precisamente). Dirigida por Scott Wiper. Con Steve 'Stone Cold' Austin, Vinnie Jones, Robert Mammone, entre otros adoradores de la fibra y los aminoácidos.
Sangre fría (The Lost)
Esta es la historia de un chico que usaba latas de cerveza en las botas para parecer más alto. Con esta simpática advertencia da inicio el relato de uno de los personajes más antipáticos de la historia del cine. Con ustedes Ray Pye. El chico es el encargado de un motel americano y desde allí ejerce su cruel reinado. Un día quizo, por ejemplo, probar el vértigo del asesinato y no dudó en usar a dos adolescentes como conejillo de indias. Cuatro años después lo encontramos comodamente instalado en el motel de su madre dedicando sus horas a hacer lo que más le gusta perseguir: jovencitas, drogarse con la mayor cantidad de sustancias que encuentra, someter a sus amigos y obligarlos a traficar, tener sexo con él o simplemente escucharlo hablar sobre cualquier tema. “Sangre fría” es un filme independiente y por muy fuera de lo políticamente correcto y lo establecido. La crueldad de Ray puede sorprenderlos. Esta es la historia de un chico que usaba latas de cerveza en las botas para parecer más alto: quedan advertidos. Dirigida por Chris Sivertson a partir de una novela basada en hechos reales de Jack Ketchum (si, Ketchum). Con Marc Senter, Shay Astar y Alex Frost.
El Mp3 imita la voz de Dios. Busco la diferencia entre el talento, la genialidad y el aburrimiento. Red Hot Chili Peppers canta a través de la rendija de un caracol. Hace calor y me quito la remera. Bebo de una botella vacía. Descubro nuevas posibilidades al sueño. Apunto mi última carta de amor-dolor. Leo cientos de libros en una pantalla monocroma. Saco fotografías de un paisaje inexistente. Vuelo. Aleteo. Y cansado y leve como un gato en el piso, intento besarle los pies a Dios.
Playas de Marte. Torrentes de palabras. El más perfecto solo de guitarra cruzará este desierto. Rockeando junto al fuego, te disfrazaré de chamán. La mujer lee las líneas de mis manos: “se prudente, sé osado”, dice y me voy de allí, hacia lo oscuro. Donde canta el mar.
He regresado porque me llamaba el viento.
He vuelto por un beso.
Por una palabra escrita en la tierra seca.
He vuelto por las lecturas en la tarde mientras el mundo se fuga a otra parte.
He vuelto por el amor de madrugada.
Por el brindis.
Por el agua.
Por el tabaco holandés saliendo de mi boca.
Por las charlas socráticas y de peluquería.
He vuelto por lo entrañable.
Por lo irreductible.
Por las palabras prestadas.
Por un helado de chocolate en la vereda.
Y los chicos pasan, veloces hacia ninguna parte.
He vuelto con la barba de un viejo milenario.
Con la espalda doblada.
A ver a mis amigos.
A sentir.
A cantar.
A reir.
A maldecir.
A vivir.
He regresado desde muy lejos, amor. Desde muy lejos, amor.
He vuelto, pensando en la pintura que cubre la pared de toda mi casa.
Y a mi retorno, una canción me espera y dice:
No quiero estar sin ti.