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No debo ser el primero que después de muchas horas de insomnio ha terminado por ver el 80 ó 90 porciento de las películas que tienen los videoclubes de su ciudad o pueblo. De modo que el día en que, por vaya a saber que sortilegios del destino, descubrimos que nos queda uno por conocer, y que, encima, almacena estrenos y clásicos codiciados, pues es para descorchar champagne. Eso me ha pasado a mí en los dos últimos meses. Celebro a este estimado colega, alma gemela en la pasión por los filmes de todos los tiempos.
¿A qué va todo esto? Pues a que, el propietario de quien les hablo, también ofrece en una pequeña repisa libros usados y no tiene empacho en venderlos a bajo precio. De modo que ahora cada vez que visito mi video amigo también salgo cargando con un libro que me falta o del cual deseo otra edición. Hace unos días, alquilé “Unfamous”, acerca del periodo en que Truman Capote escribió su novela “A sangre fría”, justo cuando iba a pagar encontré que el amigo vendía “Matar a un ruiseñor” de Harper Lee. Como saben, esta escritora es quien acompañó a Capote en toda la primera parte de su investigación del terrible asesinato múltiple. Ayer, junto con alquilar “Crimen perfecto”, con Anthony Hopkins, una película que me pareció mala y que toma al espectador por bobo, compré “Los crímenes de la calle Morge”, del maravilloso Edgar Allan Poe. Supongo que cuando llegue la colección completa de “Los Soprano”, compraré un libro barato y de tapas amarillentas que se llama “Vida de un ganster”, anónimo. |
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