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"La torre elevada" es considerado el mejor libro que se haya escrito sobre los orígenes de al-Qaeda. Les dejo un adelanto de un extenso artículo que preparé para el fin de semana sobre el libro y sobre las películas que se vincularon a los atentados a la Torres Gemelas.
Osama Bin Laden, el hombre más buscado del planeta, el enemigo número 1 de los Estados Unidos, podía ser un padre y un marido tolerante.
Como se negaba a que sus hijos asistieran a la escuela pública, se ocupaba él mismo de darles clases de matemáticas, entre otras asignaturas. En sus ratos libres, entre un complot y otro para exterminar infieles, jugaba al fútbol con ellos. Y cuando algunos de sus primogénitos (tenía 20) y de sus esposas (se casó cinco veces) le expresaron su deseo de marcharse, dejando atrás años de persecuciones y carencias en Afganistán, para volver a Arabia Saudí, Osama Bin Laden simplemente los dejó ir. Sin rencores. Incluso se divorció de una de sus mujeres.
Estos significativos detalles, escasamente conocidos, que describen de cuerpo entero y de un modo más complejo a una de la figuras más controvertidas y feroces del universo musulmán, fueron registrados por el periodista Lawrence Wright en “La Torre Elevada” (Debate), una profunda investigación donde el autor relata los orígenes de al-Qaeda.
El libro es considerado como el mejor que se haya escrito sobre el surgimiento de los grupos extremistas en Medio Oriente, un capítulo imprescindible para entender qué sucedió el 11 de septiembre de 2001 y porqué la CIA y el FBI fueron incapaces de detener el atentado que acabó con la vida de miles de personas en el World Trade Center.
“La Torre Elevada”, publicada originalmente en 2006, y que por estos días fue reeditado en castellano con un nuevo epílogo de Wright, visita lugares prohibidos, o incluso, más que prohibidos verdaderamente íntimos: el calor del magro hogar de Bin Laden, millonario miembro de una de las familias más prósperas de Arabia Saudí, devenido en un guerrillero obsesionado con destruir a los Estados Unidos, reuniones regadas con té en las cuales se definían acciones bélicas que terminarían en Europa, Asia o Estados Unidos; campos de entrenamiento a los que acudían centenares de jóvenes extasiados con la idea de convertirse en mártires.
Con gesto didáctico Wright subraya pasajes del Corán justo en donde se menciona que es el propio Profeta quien desautoriza la muerte de inocentes para, de inmediato, explicar cómo es que los creyentes más radicales lograron interpretar el libro sagrado a su manera para hacer precisamente lo contrario.
Una de las cosas que reluce con poderosa fuerza desde el interior de este libro es la ignorancia (y la distancia) que mantiene Occidente con respecto a la religión musulmana. Como es que, sobretodo el gobierno norteamericano, se conformó durante décadas con una mirada simplona y poblada de curiosos prejuicios hacia una sociedad milenaria y que, al menos en ciertos sectores, estaba dándole espacio a un organismo ideológico y emocionalmente peligroso para los Estados Unidos. Si bien al Qaeda fue formada un 11 de agosto de 1988, los servicios de inteligencia de ese país no supieron de su existencia hasta que el problema les ardía sobre las manos. |
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