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11 » Oct 2011 |
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Lo que dejamos atrás: a propósito de Tompkins |
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Entrevista a Douglas Tompkins por Ignacio Pereyra
Los patios traseros de la mayoría de las ciudades patagónicas están contaminados con bolsas de nailon y desechos de variado tipo.
Douglas Tompkins no lo dice pero lo deja traslucir: la población afincada en el sur - sobre todo esta porque es la que tiene en sus manos la responsabilidad de imponer un estatus ecológico a radicados y visitantes- es parte del problema y no de la solución a la crisis ambiental que vive en la Patagonia.
Durante años la naturaleza salvaje de esta tierra mística ha sido víctima de la indiferencia y el abuso de quienes la habitan y de quienes la gobiernan. Basta pensar en los incendios de principios del siglo XX que acabaron con los bosques autóctonos, con el propósito de introducir animales de pastoreo; la extinción de la fauna marina debido a la caza indiscriminada (reflejada con detalle en la biografía de José Mendendez y José Nogeira, dos de los hombres que forjaron sus fortunas en los extremos de los mapas); la contaminación de ríos y canales como consecuencia de la salmonicultura (esto último ampliamente denunciado en artículos de National Geographic). Y la lista sigue y es larga y dolorosa.
La imagen resulta desalentadora en Río Negro, Santa Cruz, Chubut, a lo largo de la ruta 3, en pasajes de la ruta 40, tanto como en sectores de increíble belleza de los 7 lagos: bolsas y más bolsas, pañales, botellas de plástico o de vidrio, orín, restos fecales, cigarrillos, toneladas de basura en lagos y ríos, al interior de los campings y de las montañas.
Irónicamente los principales refugios ubicados al pie de las espléndidas montañas del sur, dentro de los mismos límites de los parques nacionales, son auténticos vertederos que le producirían arcadas a cualquier desprevenido.
En las afueras de Comodoro Rivadavia, Trelew, Puerto San Julián, en las cercanías de Las Grutas, en las paradas de colectivo abajo del hermoso Cerro Otto, en Bariloche, encontramos la huella cruel de los seres humanos; de como dejan atrás todo lo que no les cabe en el auto.
La Patagonia es un territorio abierto a la corrupción ambiental precisamente porque sus reglas, en esta materia, son muy laxas.
Es como si desde la instituciones, o desde la cultura que las forja, se temiera que al establecer un estricto comportamiento a empresarios y turistas, se fuera a espantar la poca gente que todavía se atreve a hacer turismo o a invertir su dinero en el fin del mundo.
En realidad, se trata de lo contrario. Cuanto más pristino sea nuestro hogar, más atractivo se volverá para quienes desean conocerlo. |
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Categoría : General | Comentarios [1]
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DESIDIA |
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Por : Rafael Pérez Ortolá | 12 » Oct 2011 | 06:11 am | Email
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Me ha impresionado la descripción de despropósitos. Por desgracia, son conductas demasiado extendidas, que lamentamos y no sé si comprendemos de verdad la importancia de sus consecuencias.
Ese “ser parte del problema” tiene muchos matices que tienden a olvidarse. Una cosa es la queja, facilona y presuntuosa; al pasar esa primera página, aparecen implicaciones múltiples de los propios habitantes de la zona afectada. Residuos y basuras, desidias, cazadores, turistas…son algunos de los protagonistas relevantes.
En los ríos que uno conoce, desapareció el croar de las ranas, el mismo “perfume” de las aguas justifica aquella desaparición. El paseo por los montes se presta a muchos lamentos; las huellas indeseables proliferan. Cazadores, vehículos, excursiones, son fiel reflejo de un comportamiento indolente y descarnado contra la naturaleza.
A este paso si que clamaremos en zonas desertificadas. ¿Somos parte del problema? No sólo de leyes viven los ambientes, si no revierte el talante de la cultura general de sus gentes, la fealdad y las dificultades acechan.
Saludos cordiales.
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