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Unos tras otros, los momentos abandonan el escenario de los hechos.
Pasan corriendo como niños que juegan a la mancha y nosotros, demasiado viejos para alcanzarlos o demasiado tontos para entenderlos, los vemos perderse por el fondo a la derecha o a la izquierda.
Inexorablemente se irán.
Aunque estén aquí y ahora frente a nuestras narices, en breve, no estarán.
Tenemos el triste consuelo de volvernos conscientes de lo significativa que era tal o cual persona o situación cuando ésta ha desaparecido de nuestro mundo.
Cuando es un recuerdo.
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