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Era de noche, por supuesto, y mi corazón latía con la intensidad con que laten en navidad los corazones de los niños.
En mi cuarto mis padres habían dejado los regalos.
Caminé sigilosamente hacia la puerta. Ellos permanecían detrás con una sonrisa que revelaba el truco. Pero yo no sabía nada, no sospechaba nada.
Alguien, ¿papá Noel?, ¿un ángel?, había dejado caer sus obsequios. Como la lluvia sus gotas. Como las hojas que viajan junto a el viento.
Porque era Navidad. Porque eso pasaba en Navidad.
No recuerdo el resto. No importa. Aun conservo en la piel el sabor de la inocencia. |
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