La voz de Antony Hagerty parece compuesta de muchas otras voces que han atravesado el tiempo y el espacio que intuimos infinito. Su textura “papel de arroz”, su extremo poder de encantamiento, su fragilidad de bailarina del último circo del planeta, que nos hace pensar en torrentes de lágrimas cayendo desde el cielo, no le pertenecen tanto a él como a las sombras de millones de otros hombres, mujeres y niños que alguna vez vivieron para contar su propia y triste historia. Es la voz de un esclavo clamando libertad, la de una prostituta negociando su dinero en un shop de Amsterdam, la de un poeta loco recitando sus versos a orillas del mar, la del chico que pide a gritos que su mamá lo levante de la peligrosa tierra, la de un cazador que susurra la muerte del alce pastando a 10 kilómetros de distancia, la de un cantante callejero que aun borracho afina, la de una amante que en la plenitud del orgasmo grita te amo. Es la voz del miedo, la risa compartida en una fiesta, la voz que escuchan todos alguna vez entre sueños, la voz del ángel que se pierde en la oscuridad de camino a dios.
Su presencia corporal, gruesa, desbordada, se vuelve inmensa a medida que la música fluye por sus labios y su garganta, como si su interior fuera el otro lado del espejo, donde las cosas más maravillosas y aterradoras ocurren.
“Antony and the Johnsons” hace relativamente poco tiempo llamaron la atención de gente como Kate Bush, Laurie Anderson, Lou Reed y el actor Dennis Hooper. Y fue el filme “La vida secreta de las palabras” de Isabel Coixet, el que le dió ese empujón que saca a tipos geniales del anonimato a medias.
La banda que acompaña a Antony no es un accesorio inútil, aunque él tiende a hacerse cargo de la escena con su piano, la plenitud de cada tema llega cuando las cuerdas empujan las canciones hacia el paroxismo musical.
Participó de la biografía cinematográfica de Bob Dylan haciendo una versión increíble y delicada de “Knocking On Heaven's Door”. Pero la canción que mejor lo identifica quizás sea “Hope there's someone”, una balada estremecedora que delimita todas esas dudas que rondan la posibilidad de amar y terminar abandonado. El video original ha sido visto miles de veces en Youtube.com y hay también por ahí una hermosa versión de Antony en vivo quien solo al piano no puede contener las lágrimas mientras canta.
Su bella poesía dice así: “Espero que haya alguien que cuide de mi, cuando muera, cuando me vaya. Espero que haya alguien que libere mi corazón, que tenga la amabilidad de sostenerlo cuando esté cansado. Hay un fantasma en el horizonte cuando me voy a la cama ¿Cómo podré dormir por la noche? ¿Cómo descansará mi cabeza? Oh, estoy espantado del lugar que hay justo entre la luz y ninguna parte. No quiero ser ese. Allí abandonado, allí abandonado. Hay un hombre en el horizonte que desea que me acueste. Si caigo a sus pies esta noche permitirá que descanse mi cabeza. Así que hay una esperanza de que no me asfixie o de que quede paralizada por la luz. Y, regalo caído del cielo, no quiero irme al final del horizonte”.