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Están esas noches en las que te sentís un rompecabezas en manos de un tarado. Quizás anoche mismo te sentiste una mierda, un homeless. Anoche pensé en lo bueno que sería que me llamaras por teléfono, en qué gesto de urbanidad tendrías si llamaras a mi puerta, en qué seguro me sentiría si estuvieses allá abajo sosteniendo la escalera. Pero no son éstos los tiempos…
Estamos en una habitación con cuarenta desangelados adentro, uno arriba del otro, como en esa película de los hermanos Marx en la que toda la tripulación de un crucero se les mete en el camarote. Como si viajásemos en un ómnibus de larga distancia por una ruta desconocida y el elenco completo de Mauro Viale a nuestro alrededor.
Así estoy sin vos, entre putas, dealers, polizontes y sicarios. La noche ayuda porque me enseñaron que a la noche uno no tiene que pensar en problemas, que para eso al día le pusieron luz. A esta hora nada parece tener solución, las calles parecen desiertas de personas y no todas las noches uno encuentra viejos amigos y nuevos amores. Pero estoy seguro de que, todo sería peor si fuesen las nueve menos veinte de la mañana.
No sé por qué esta noche estoy pensando en todas estas cosas, supongo que me gustaría verte entrar por ese pasillo, sin chistes ni enojos, sin maneras arteras de tratar al otro. Simplemente, que llegues y me digas lo mismo que me dijiste esa otra noche como ésta, esa en la que con lágrimas de felicidad en los ojos me susurraste: “Es tan linda la noche que al día le pondría un toldo…”.
Bobby Flores
Extraido del libro “No es extraño que estés loca por mí” (Ediciones de la Flor) |
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