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03 » Jan 2009 |
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Fin de año |
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Por Alejo Stopansky
Sólitos a los brindis —del alemán bring dir's: «yo te lo ofrezco»— que ya despistamos durante años pasados, esta vez nos obstinaremos con porfía en otra incapaz intermisión.
Borges, acaso en mil novecientos veintidós, no sé si el Otro o el Mismo, ensayó la ineficacia de tres actividades (dos humanas y otra de la naturaleza) para «aturdir» y «socavar» la altiplanicie de aquella noche decembrina en que compuso «Final de año», un poema del libro «Fervor de Buenos Aires».
Quiero apear (yo, pero sin mi otro yo) en esos dos verbos. Ambos refieren al desconcierto, a la imposibilidad de deshacer un orden preestablecido aún con el concurso del embate frontal y el corte de raíz. Aquí la contradicción, porque sabemos que existe lo infinito, inefable atributo del tiempo.
En algún lugar de este universo, del universo que con fe creemos conocer vagamente, habrá una cuenta regresiva que nos aproximará a la costa de ese intersticio que, simulamos, separa un año de otro. Pongamos que hablo de un dos mil ocho a un dos mil nueve; números cardinales al fin que, a su vez, abrazan los ordinales de una serie infinita: uno, dos, tres, cuatro…
Georg Cantor soñó una noción del infinito absoluto con su teoría de los números transfinitos, donde la parte puede no ser menor que el todo. También Prigogine lo hizo con una construcción del futuro porque no podía pronosticarlo.
¿Quién creó lo que llamamos tiempo? Es una pregunta que siempre me interesó más que la naturaleza misma del tiempo.
Al menos nos consuela que podemos jugar con números y palabras; símbolos, a fin de cuentas, en donde el todo, la parte y la nada es posible. Incluso este logomáquico chascarrillo, por llamarlo de alguna manera. Son preposiciones que precisan de otros símbolos para explicar un orden del que, justa o injustamente, quieren revelarse o pretenden liberarse.
Quizá, en este u otro siglo, existan los números parafinitos, situados al margen, junto a, o en contra de, los números… ¿finitos, infinitos o transfinitos?
Después de todo, somos seres transgénicos que con habitual transigencia nos entretenemos embromando la parafinitud del tiempo y empleamos, cada «final de año», una especie de cornucopia de necesidades en la que todos olvidamos haber abrevado.
Es en esa fecha cuando fingimos más que nunca nuestra condición transitiva. Pero nos quedan la esperanza, las letras y la utopía. Creo que Quevedo lo anunció (o denunció) como un sitio que no existe. «Todavía». |
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Categoría : General | Comentarios [4]
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El tiempo, ese tirano |
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Por : Oscar T. | 06 » Jan 2009 | 11:31 pm |
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Está bueno el comentario. Debiera escribir para que todos lo entiendan. |
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Celebro el tiempo y el espacio |
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Por : Roxana R | 07 » Jan 2009 | 09:57 pm | Email
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Felicitaciones a mi pequeño vecino de Catriel, a quien veo brillantemente gigante en esta página magistral. Qué gusto leer unas líneas que nos remiten a tantas y tantas otras, en una espiral en la que unas y otras se embellecen. |
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Palabras |
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Por : Juana C. | 08 » Jan 2009 | 02:07 pm |
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Bueno el escrito. Olvidé a Hamlet, acto II, escena II. |
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Guitarrista? |
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Por : Néstorrr | 09 » Jan 2009 | 03:11 pm |
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Alejo, no sabia que escribias. Me acuerdo cuando nos mostrabas algunos yeites que le sacabas a Vai o a Satriani, a Malmsten. La guitarra la tenés en el placar? Un abrazo. Néstor en blog. |
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