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Hace unas horas mantuvimos una cálidad conversación nocturna con Hernán Lugano, uno de los mejores pianistas de jazz de este país. Este jueves por la noche se presentará en "Mal de Amores" a las 23 junto a un trío de músicos. La entrevista que sigue saldrá en una verisón más acotada en el papel. Aquí les dejo la versión extensa.
Hernán Lugano, al piano, te lleva a otra parte. Su música se sale del cause natural. Explora por donde no habita nadie. Es agua vertiéndose a lo largo del lecho de un río que luego desborda. En lo extraño y lo diferente, en lo sutil y lo entrañable, en lo genial y lo imperturbable de quien se sabe dueño de un destino, es donde crece y se vuelve único el sonido de Lugano.
Su vida ha sido un peregrinaje a lo largo del arte. Amigo de Buenos Aires, Dinamarca y España. De las giras. Del camino permanente. Hijo del sur, por decisión propia. La única forma filial que importa. Por estos días, junto a su familia, se encuentra estacionado en Bariloche. Ha terminado su casa. Ha sentado las bases de un lugar que espiritualmente siempre fue suyo. Como siempre toca todo lo que puede y lo que puede es aquello que le dicta su conciencia y su impulso creador. Anda involucrado en un grupo de tango, en otro de cumbia, y en otro más, un proyecto que viene cocinado a fuego lento: jazz junto a un grupo de amigos con los que se conecta sin presiones ni protocolos. Sólo tocar.
Antes de presentarse con este último trío, esta noche en Roca -Mal de Amores, a las 23- conversó con “Río Negro” sobre el acto mágico de hacer música, vivir en la ruta y encontrar refugio.
-¿Finalmente te has quedado de un modo más permanente en Bariloche o siguen las giras por el mundo?
-No, ya estoy acá. Terminé mi casa y estoy contento. Tranquilo. Lo de las giras en cierta época de tu vida está bien, pero te quema la cabeza. Moverte todo el tiempo, te seca. Hace poco me ofrecieron ir cuatro meses a China. Y no, loco. No fui.
-¿Lo pensaste o ya tenías en claro que no ibas a hacerlo?
-Lo pensé como una semana. Al final dije que no porque iba a estar cuatro meses sin ver a los pibes. Y no da. Les propuse algo distinto pero para los organizadores era complicado. Era buena guita pero, ya vez, elegí otra cosa.
-¿Cual es ahora tu idea del “exterior” como trabajo?
-Es una época distinta para mi. No quiero ir y pasarme seis meses tocando afuera. Me gustaría hacer cosas muy puntuales, muy bien planteadas, ir tocar y volver. Hacer ese tipo de giras requiere de una cantidad de esfuerzo que al final te quita el tiempo y las ganas para otras cosas. Y en este momento quiero componer, concentrarme en mi trabajo, grabar y tocar.
-Finalmente has encontrado tu lugar en el mundo y un modo de vivir en él.
-Si, porque hay una etapa sobretodo cuando sos joven en que quieres vivir en Nueva York, viajar y ser Chick Corea. Te desgastas en montón de cuestiones, cuando lo que uno tiene que hacer es concentrarse en la música. Puede que estando acá el proceso de difusión sea más largo. Pero también es cierto que lo otro es trasladarte, perseguir a los sponsor, a los organizadores de festivales, a los sellos y es muy desgastante.
-Este fue un verano en el que escuché mucho tu disco "Porteño Blue”.
-Ah, que bueno. Ese fue un muy buen trabajo y que anduvo bien en las críticas. Vendimos unos 2500 ejemplares. Yo hubiera querido vender 25 mil pero esa ya es una ambición económica que nada tiene que ver con la música en sí. Llega un punto en tu vida en que lo que más importa es el proceso.
-¿En qué estás trabajando en este momento?
-Estoy concentrado en mi música, pero también participo de un grupo de tango, aunque muy a la mía, con armonías, con libertad, y otro de cumbia con el que nos estamos divirtiendo mucho. También está este proyecto con Luis y Pope, que tiene una onda muy especial y dada por la sincronía que existe entre nosotros.
-¿Qué veremos la noche del jueves en tu recital en Roca?
-Van a ver la onda que se da entre un grupo de músicos que se sienten bien tocando juntos, improvisando y tocando con libertad. |
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