Jaime Bayly es un tipo extraño. No clasificable. Hombre de mundo. Escritor de gran talento. Animal televisivo. Polemista profesional. Amante de los cultos paganos vinculados al sexo y los rituales prohibidos.
Así es este intelectual peruano que ha hecho una carrera en los medios desde su querida Miami.
No es una experiencia menor, ser un fanático de su obra literaria, y de pronto descubrirlo hablando de su sexualidad gay herida por el estrés. Bayly puede mostrarse elegante incluso en la puteada más feroz. No ha faltado el conductor televisivo que lo ha agredido sin necesidad alguna, y aun en la pregunta boba o escabrosa, Bayly ha salido resplandeciente como sus trajes.
No es un logro menor convertirse en una figura polémica pero que al mismo tiempo imponga respeto neuronal.
Digan lo que digan, Jaime Bayly es el autor de su propio destino y no es mucho lo que le debe a los otros.
Hace unos días se quejó en su programa nocturno sobre el frío que suele haber en el estudio donde graba. El convertido en un pingüino. Su público tiritando. Como es hombre de letras, Jaime usó el verbo y se fue por las ramas. De un tema menor hizo una cuestión de estado y fue genial. Divertido. Entretenido. Audaz. Justo lo que pide cualquier pantalla caliente. Con el ánimo en llamas (aunque físicamente congelado) pidió que le resolvieran el problema. Y hasta puso en una misma línea a Hugo Chávez, Fidel Castro y Raúl Alarcón, el dueño de La Mega, el canal con el cual tiene contrato. No te tengo miedo, yo no soy tu vasallo ni tu esclavo, le reclamó y el rating llegó a un pico. Poco después le llegó un memo donde se le exigía que se retracte de semejante queja.
¿Cómo es que sabemos tanto del problema de Jaime Bayly? Pues, es simple, él lo contó todo, al aire. Antes dc eso hubo recortes a sus dichos, censura y advertencias. Bueno, mejor que lo cuente el propio Jaime cuya vida privada es nuestro vicio preferido y nuestro placer público.