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Perdida tu mirada, sobre la cúpula negra de la nada. Apenas el sonido de una canción atravesando tus oídos. Una copa de Martini con mucho hielo. Los amigos en el bar, esperando por ti. Pero tú que vives en Nueva York, entre las hojas de los libros y en el sur del mundo al mismo tiempo, permaneces ausente. Los pequeños demonios revolean tu cabeza. A alguien misterioso y conocido le dices: Cuando amanezca. Ven conmigo.
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