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Un viaje en camioneta sintiéndote el primer hombre y el último explorador. Un viaje por la piel prohibida, ancestral, del deseo. De principo a fin, recorriendo con los labios la ruta que indica una gota de vino, de los pies a la cabeza. Un viaje por los sentidos antes de incarle el diente a tu nuevo invento en la cocina. Donde se cuencen todos tus apetitos. Todas tus búsquedas y todos tus miedos.
Llevas puesto el sombrero vaquero. El reloj pulsera azul. Una campera de cuero negra. Y eres el bandido. Y eres el sheriff. Eres la fe en persona. El gesto duro robado de una película de los 50. Muchos otros como tú sienten lo mismo.
¿Y vos de qué película saliste?, pregunta la chica con ironía. Yo me paso la película, le respondo. Y sigo. Soñando que soy un vaquero. Que soy un escritor maldito. Que soy padre ejemplar y demonio en caida libre. Borracho redimido y religioso de la tierra de nunca jamás. ¿De qué planeta vienen los ridículos como vos?, insiste otro que parece su amigo. De un planeta paralelo, le respondo. Igual a este, salvo por leves y sustanciales diferencias. Y sigo. Tan patético y satisfecho de mi exceso. Esto más que una película, es una comedia.
Mediomundo |
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