Atención con el slogan final: Véala antes de ir a nadar
Después de “Tiburón” nada fue igual en las playas del mundo. Tampoco para Steven Spielberg, quien según cuenta la leyenda, terminó con una absoluta aversión por filmar en el agua.
“Jaws”, es decir mandíbulas, marcó el inicio de la más exitosa carrera de un director de la que tenga registro Hollywood. Se dirán demasiadas cosas acerca del cine de Spielberg, pero esta, que no es su primera película aunque si la que lo lanzó al estrellato, fue la mejor de todas.
Spielberg logró una obra maestra del terror a pesar de las múltiples complicaciones que surgieron durante el proceso. El director vivió su propia odisea, al estilo de la que lideró Francis Ford Coppola cuando por poco y termina en un psiquíatrico en el marco de la filmación de “Apocalipsis Now”. Mientras Spielber filmaba “Tiburón” todo aquello que podía fallar, falló. El muñeco mecánico que encarnaba al feroz tiburón, tenía tantos problemas en sus circuitos que la verdadera excepción a la regla en el transcurso del rodaje era que las mándibulas de juguete funcionaran correctamente. Se hizo costumbre entre el equipo levantarse cada mañana sólo para averiguar cual sería el nuevo problema del asesino. Por lo demás, hubo accidentes y percances varios en el set. Tantos que bien valdría la pena hacer una película de la película. Por supuesto, la producción se atrasó mucho más de lo esperado y el dinero, que no abundaba, comenzó a escasear peligrosamente.
Contra viento y marea, “Tiburón” fue un éxito absoluto de taquilla, llegando a recaudar más de 100 millones de dólares.
Spielberg se recibió de visionario con este filme. Su olfato para los negocios, pero sobre todo para identificar aquellos intereses colectivos que despertarían miedo y fantasía a lo largo de varias generaciones, lo puso en un lugar dentro de la industria que nadie ha sido capaz de igualar. Spielberg es una estrella diferente del firmamento hollywoodense, y gran parte de ese prestigio se lo debe a su proberbial inteligencia. Su talento como director a lo largo y ancho del resto de su obra, su capacidad para plasmar una mirada estética profunda en el Séptimo Arte, ya son cuestiones sobre las que se puede debatir de una a siete de la madrugada.
En el caso de “Tiburón”, Spielberg no ahorró en la búsqueda planos atractivos, y su direccción de actores resultó simplemente brillante. El montaje final sobre el que confluyen una dinámica acertada de los planos, fantasía, actuaciones convicentes y momentos de extrema tensión, esta última apuntalada por una banda de sonido que nadie ha podido olvidar hasta hoy, conformaron un cóctel que no decae. Una pintura en movimiento que permanece lozana con el paso de los años.
“Tiburón” sigue asustando.