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01 » Oct 2007 |
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Una aventura patagónica |
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“No, si yo soy muy aventurera”, aclara la chica española. Pero Patagonia le ha quedado grande. No creo que sea ella una representante del más rancio turismo internacional. No, su sinceridad de corazón es indiscutible.
Lo que sucede es que vivir Patagonia para miles de turistas se ha transformado en un ejercicio “libre de calorías”. Como andar por una playa de postal. Como soñar que se juega a las máquinas tragamonedas y se gana una fortuna. Como pretender que recorrer en camello el desierto es súper cómodo.
Pero no. Esto es el mundo tal cual y aquí no siempre se juega al Gran Hermano.
Cuenta la piba que ha tenido todo un susto cuando un bus de camino a El Calafate empezó a demostrar fallas de seguridad. La puerta estaba literalmente atada con alambre. Y su pánico resultó justificado. A nadie le gusta vivir así.
Que los del sur soportemos determinados pesares no significa que los amemos.
Sacando este caso, he descubierto una forma de entender las culturas y las geografías ajenas muy ligada a un tipo de superficialidad. Hablo del decorado capaz de poner entre comillas la palabra autóctono.
Al fin, la televisión, los avisos comerciales, la vida observada a través del prisma de una pantalla, ha logrado una definitiva influencia en la percepción de los seres humanos. Ya son pocos los que aceptan los hechos tal cual se aparece frente a sus ojos.
Es la misma necesidad que impulsa a los dueños de una parrilla a vestir a sus mozos de gauchos y a sus mozas de chinas. O la que conduce a crear un paraíso trilingue en la tierra donde antes no había más que el sonido del viento.
Ha sido necesario suavizar nuestro mundo para que otros lo digieran y lo paguen en cómodas cuotas.
No está mal. Es lo que hay. El problema surge cuando los actores se olvidad de que lo suyo es un papel, y los espectadores de que están siendo testigos de una representación, un artilugio publicitario. |
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Categoría : Cine | Comentarios [0]
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