Este domingo no es un día cualquiera. Desde la geografía escueta de mi sillón analizo mis posibilidades. Es que aun conservo la virtud y el privilegio de elegir una película un domingo como este. Por eso jamás mis domingos serán un trámite de rutina. Antes, siendo un joven, los sufría. Ahora, busco entre los archivos de mi memoria, y aguardo a tomar la decisión correcta. Una película. Siempre será una película por la tarde que se lleve el fin de semana despojado de gloria. Me he prometido hace un tiempo no buscar estrenos. De modo que todo lo que he de ver, ya lo he visto, al menos en una oportunidad.
Podria tratarse de “El Padrino”, con el dulce propósito de reecontrarme con el ambiente perfectamente creado por Francis Ford Coppola que limita entre el costumbrismo italo americano y la violencia de un negocio oscuro. Días atrás comencé a leer, la novela de El Padrino, escrita por Mario Puzo. Me sorprendió la sencillez con que está planteado el argumento. Hay una síntesis primordial en lo referido a la construcción del personaje de El Padrino que resulta conmovedora y hasta graciosa. Puzo no quiso dejar cabos sueltos o material para extrañas interpretaciones. El Padrino es la justicia paralela, el orden subterraneo y la vida misma en los suburbios de lo cotidiano.
Pero también podría elegir Día de entrenamiento, una película que quizás no pase a la historia como un clásico pero que me parece muy entretenida. Denzel Washington, es la explosión y la quinta esencia de la caracterización de este policía corrupto y desalmado.
No creo que en mi video amigo se consiga “Una maldito policía”, una de las mejores obras de Abel Ferrara. Yo tampoco la tengo.
No estoy seguro de que estas sean películas de fin de semana. El punto es que así como alguien se siente en condiciones de dar un paseo o visitar un restaurante, yo prefiero pasar el tiempo frente a una pantalla.
Será ese el signo de los tiempos. Traspasar de un plano de la realidad a otro. Y vivir para contarlo.