Sarah Lyall fue la última persona en entrevistar a Heath Ledger. En el transcurso de la conversación el actor le confesó acerca de sus problemas para dormir y de como los pensamientos no parecían detenerse jamás en el interior de su cabeza. Las píldoras que estaba tomando le ofrecían un descanso a medias y de apenas un rato. Luego, todo volvía a comenzar. La última entrevista fue publicada en The Guardian.
Sheryl Crow es una cantante y compositora que proviene del country que no pocas veces ha conquistado los charts del pop. Tiene posturas políticas abiertas y ha protagonizado algún momento extraño defendiendo ciertas convicciones ambientalistas. Ella alega ironía. Crow superó no hace mucho un cáncer y ahora ha vuelto al ruedo junto a su bebé quien, como ella, vive en gira. La entrevistó The New York Times.
Tarde o temprano tenía que volver. John Rambo regresó este fin de semana a la pantalla grande para hacer lo que mejor sabe: matar a sus enemigos. El sólo, vale aclarar.
Es llamativo como Sly Stallone reconvirtió este personaje a lo largo del tiempo. Algo similar ocurrió con Rocky aunque en el sentido opuesto. John Rambo nació como un ex comando traumatizado por la guerra y muy renuente a volver a la acción. Es más, el boina verde insiste en el primer capítulo de la saga con refugiarse en un bosque tupido de los Estados Unidos. De no ser porque un policía local se empecina con él, Rambo y su ardilla preferida, todavía estarían por ahí cazando osos.
La historia fue muy distinta. “No me presiones o te daré una guerra que jamás podrás imaginar”, le advierte Rambo a su enemigo antes de desatar el infierno. Dicho y hecho.
Las siguientes películas ya no ahorran en intentos de psicología profunda. Rambo tampoco pretende pelear pero lo hace y en el fondo está tan enojado con el mundo, consigo mismo y con los malditos “charly-cong”, que bueno, no queda otra cosa que canalizar ese dolor mediante el ejercicio de eliminar a los otros. Sin son del Lejano Oriente, mejor.
No fracasa en su intento y en cada saga mata más y más gente de un modo más cruento. Hace unos años una revista norteamericana había hecho un cálculo que demostraba como a medida que pasaban las sagas, John Rambo eliminaba un mayor número de oponentes a una increíble velocidad. Si mal no recuerdo la número tres ya rompe su record con un muerto cada 1 minuto.
La última película presenta a un Rambo maduro aunque no por eso fuera de forma. No deja de resultar un poco raro descubrir que en realidad John Rambo no es más que Rocky Balboa con el pelo largo y un poco de barro en la cara. O quizás Rocky Balboa sea John Rambo con el pelo corto y vacelina en los músculos.
Syl Stallone no quiso dejar espacio a las hipocresías. En el estreno ocurrido hace unas horas confesó: "Tuve la idea para 'Rambo' cuando entrenaba para 'Rocky Balboa'", recordó Stallone. "Me imaginé que si me estaba poniendo en forma para uno, por qué no para el otro. Para mí ambos personajes son un hombre cualquiera promedio en mundos diferentes. Uno usa un sombrero raro, el otro una bandana, y ninguno habla mucho, pero ambos se comunican bien a través de sus acciones”.
De modo que cuando estamos viendo a uno, también estamos viendo al otro, y por lógica prolongación nos hallamos frente a la lucha personal por sobrevivir del propio Stallone que hasta que recuperó del cofre de los recuerdos a sus mejores amigos, pues, estaba sin trabajo.
Es altamente llamativo como el propio Stallone no esperaba contribuir de tal modo a provocar el lanzamiento colectivo de dos íconos de la vida norteamericana. Por un lado, el hijo de inmigrantes italianos que se hace un lugar en el mundo a puro golpe de puño. Por el otro, el soldado olvidado que acaba de volver de Vietnam y que nadie reconoce como un héroe.
"Cuando hice 'First Blood' en 1982 no tenía idea que estaría 26 años después con la tercera secuela", contó Stallone. Originalmente pensé que 'First Blood' era una buena película de acción que podría ser popular con veteranos de guerra y algunos fanáticos de las películas de acción pero no tenía idea que se convertiría en un fenómeno mundial", indicó Stallone.
Las piezas de este extraño rompecabezas generacional ya estaban allí. Stallone no hizo más que reunirlas y otorgarles algo de coherencia. Nadie ha preguntado hasta hoy que había sido de la existencia de John Rambo todo ese tiempo que transcurre entre la finalización de la intervención en Vietnam por parte de las fuerzas norteamericanas, y el dia en que aparece en una despoblada carrertera del interior de los Estados Unidos. Tomando en cuenta que Rambo acaba de regresar de Oriente aunque la guerra que él protagonizó había acabado hacía unos 9 años, ¿no sería lógico indagar?
Tampoco se preguntaron demasiado los expertos boxísticos de la ficción (ni el público en general), como es que Rocky Balboa consigue mantenerse en pie un segundo, tercer, cuarto, ¡quinto! y !Sexto! capítulo contra todos los pronósticos médicos, inclusive el de su entrenador que lo da por retirado al principio del segundo filme debido a sus graves problemas en la retina y en su corteza cerebral.
Este de tipo de detalles fueron pasados por alto por toda una sociedad para que los guerreros de siempre pudieran respirar libres de toda culpa y emergieran victoriosos de su pasado.
En el nuevo siglo, Stallone no aspira a cautivar corazones patrióticos o ansiosos de cierto tipo de revindicaciones políticas o culturales sino a tocar el ánimo escasamente nostalgico de nuestra época: “¿O acaso no se divirtieron con Rocky y Rambo? ¡Pues háganlo de nuevo sin culpa!”.
Sobre todo para este actor de camino al olvido, todo tiempo pasado fue mejor.
Acabo de escribir un artículo a propósito de la muerte de Heath Ledger, les dejo un adelanto.
Estas cosas no deberían pasar en Hollywood pero pasan. Es decir, pueden ocurrir pero en el marco de una película. Dentro del set. No fuera. De modo que Heath Ledger cometió la estupidez de morirse en el punto más interesante de su carrera. Justo cuando estaba por pasar al siguiente nivel. Tenía sólo 28 años.
De no ser por los rápidos reflejos de sus amigos, familiares y agentes que constantemente moritonean sus vidas, la muerte de las estrellas de Hollywood ya se habría convertido hace rato en una epidemia.
Recordemos que Owen Wilson trató de matarse hace una semanas de un modo similar al que todo indica lo hizo Ledger, sobredosis de pastillas. Wilson, como Ledger, venía de una relación frustrada. En su caso con la actriz Kate Hudson. Ledger había roto el año pasado con la actriz Michelle Williams a quien había conocido durante la filmación de la aclamada “Secreto en la montaña”.
El camino del samurai. La música tiene mucho que ver, tanto como las lecciones del “Libro del Samurai” que anteceden a cada acción. Jim Jarmush, ese espléndido director que tiene un monólogo perfecto en “Los humos del vecino”.
El padrino. Supongo que el poder explicado con tanto glamour llama poderosamente la atención de cualquiera.
Casablanca. Es Rick. Es aquella frase: “Son los cañones o es mi corazón....”. Es Sam. Es el Rick´s Café. Es el avión cruzando el cielo nublado. Son los planos de los planos de los planos en los que los actores hacen más que eso, actuar, y viven en la Matrix del celuloide.
Día de entrenamiento. El novato. El experto. Una banda de mafiosos amparada en la ley. El ambiente siempre tenso. El destino que viene y va.
Fuego contra fuego. De Niro. Pacino. Sus personajes. Val Kilmer. Son ellos. La química con que construyen una especie de líquido que salpica la pantalla. Los caminos encontrados. Las opciones y las decisiones. Las inteligencias paralelas. Es Michael Mann y otra película suya grandiosa.
Spartan. Val Kilmer. La CIA. La austeridad de la violencia. El poder de una reflexión profunda. La velocidad entre relatos mudos y miradas que taladran paredes.
Identidad desconocida. Porque me parece condenadamente entretenida.