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22 » Oct 2008 |
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Adán y Evan, en crisis en el paraíso |
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Adelanto del Mediomundo del jueves
Como al principio, aun son Adán y Eva. Han pasado los años, es cierto, y están bastante lejos de compartir de buena gana el Paraíso perfecto que Dios, un tipo al que nunca vieron pero sospechan que existe, les dejó en herencia. En cualquier caso, el Edén, su Edén, se transformó.
Unos personajes oscuros alimentaron el rumor de que Eva agarró una manzana tentada por una serpiente bajo promesa de sabiduría, y que él, bueno, a su vez se dejó tentar por la mirada sensual de su pareja. Después fueron expulsados y se hayaron desnudos.
Mentiras. Patrañas. Supercherías. Adán y Eva siempre fueron el uno para el otro en este mismo lugar. Solitos con su alma haciéndose el aguante entre la vegetación y el desierto. Rompiéndose el lomo para que las cosas funcionaran. Además, les encantaba sacarse la ropa a tirones.
Aunque nunca llegaron a funcionar del todo bien y sus sueños nacían para ser pospuestos, en aquellos tiempos pretéritos, no importaba nada porque el amor lo podía todo.
A veces Adán tocaba la trompeta imitando a Chet Baker y se volvía eterno. Esa era toda la eternidad que necesitaban. Sobre la arena de una playa de arenas doradas, Eva escribió un verso de Fernando Noy: “Tanto te esperé supongamos que existas y usas tu nombre como el mío. Tanto me aguardarás supongamos que he muerto y mi nombre en el tuyo vuelve a resucitarme”.
Lo que realmente sucedió entre ambos es que la pasión, como sus cuerpos, envejeció. Se volvieron rústicos. Perdieron una lozanía que no supieron o no quisieron disfrazar de elegancia. Y si bien la situación al menos en lo formal no ha cambiado mucho (siguen en la lucha, el paraíso es la esquina de su casa y nadie les regala nada), si lo hizo lo suficiente como para modificar la relación que una vez floreció entre ambos.
Podría alegar en estas líneas que también tuvieron hijos y que la crianza no es un esfuerzo menor pero el acto de la paternidad no hizo sino fortalecerlos y ayudarlos a convertirse en mejores personas ¿Cuenta? Claro que si, pero en el fondo estamos hablado de temas distintos. No se ama a un hijo de la manera en que se ama a una mujer o a un hombre.
Recuerdo perfectamente el día en que se conocieron. Aunque, jóvenes e inocentes, tenían el alma preparada para dar. Dar porque si. Porque formaba parte de las reglas que hacían armónico el universo. Con música de U2 como banda de sonido no tardaron en entender que estaban predestinados: “Estuviste ahí. Yo también. Conociste a tal. Yo me hice amigo de cual. ¿En serio me estás diciendo?. El mundo es un pañuelo”, exclamaron a coro. Si, a veces lo es cuando queremos.Descubrieron que encajaban con precisión matemática el uno en el otro. Que eran dos estrellas fugaces, atravesando el espacio infinito, a punto de colisionar.
Con el transcurso de los años, la ambición y la cacería, el deseo de gloria y la rutina, fueron volviéndose un trabajo. Una obligación. Una materia a rendir para la que ya no deseaban prepararse. Cada tanto, por la noche, cuando el fuego hacía de anfitrión, se miraban a los ojos en silencio. Esos puntos suspensivos se volvieron una prueba de que vivían errados.
Si tuviera que especular diría que Adán y Eva aun se aman, es sólo que están cansados. Y tristes. No más que eso. Ocurre que nunca pensaron que su alegría iba a tomar el cuerpo de una odiosa nostalgia. No imaginaron que un día serían capaces de planificar un futuro en el cual el otro estuviera ausente. Así son las cosas entre Adán y Evan. O de tantos Adanes y tantas Evas que pueblan este paraíso azul.
En horas recientes, Eva, ha empezado un libro que viene a cuento, se llama “Monogamia”, de Adam Phillips. Subrayó un párrafo:
"En la vida privada la palabra nosotros es una pretensión, una exageración de la palabra yo, nosotros es el yo deseado, el yo como pandilla, como alguien más también, si la vida en pareja puede desanimar tanto es porque el otro nunca se nos une de verdad o mejor dicho quiere exactamente lo mismo pero desde un punto de vista totalmente distinto."
Por su parte, Adán, compró en internet uno de José Saramago, "De este mundo y del otro", donde justo ahora lee con el gesto fruncido, como aseverando: "Nadie sabe nada de sí antes de la acción en la que tendrá que empeñarse todo él. No conocemos la fuerza del mar hasta que el mar no se mueve. No conocemos el amor antes del amor."
¿Quién sabe como sigue esta historia? |
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29 » Jul 2008 |
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Cambio de paradigma |
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Días atrás tuve una epifanía. Pensé que algo así jamás iba a sucederme, pero ocurrió. No lo esperaba. Les cuento.
La videasta Melina Tocce, un compañero fotógrafo y yo entrábamos al diario, trípode y cámaras en mano, después de cubrir un concierto de música. No, no llevábamos grabador. Ni libreta de apuntes. Nada que remitiera al periodismo que personalmente he venido ejerciendo por 20 años. Los encargados de la recepción nos miraron de un modo extraño. Para ellos también era nuevo este equipamiento más propio de un canal de televisión. Si en la redacción alguien nos hubiera preguntado dónde estaban los apuntes del recital o si conservábamos algún registro -analógico- de lo que ocurrió sobre el escenario tendríamos que haber contestado un rotundo no.
¿Pero que serían esos fragmentos de realidad comparados con el enorme y fidedigno "todo" que permanecía a resguardo en el disco rígido de una cámara de video Sony?
Una vez arriba escribí algunas líneas acerca del concierto, Melina editó el video y lo subimos a internet. "Fede", anunció la actualización en el "Río Negro on line" . Más tarde, como es habitual hice una ronda de mails y les envié la noticia a gente que conozco o que conoce gente que podría estar interesada en el tema.
Lo paradójico de este asunto es que días atrás, en coincidencia con un documental sobre los músicos del Valle que estamos pergeñando con Melina, llegué a la conclusión que de "no sé qué estoy haciendo".
No me culpo por ello. Soy un responsable generacional de mi incultura. ¿Es que acaso quienes comenzaron a grabar en los 70 los primeros cortos de grupos rock y pop estaban en condiciones de anticipar el nacimiento del video clip? ¿Sabían los científicos y profesores que intercambiaban mensajes subterráneos en los 80 que con esa simple acción se comenzaba a cocinar lo que después todos llamaríamos internet?
Creo, con fervor religioso, que de ese tipo de transformación, o incluso mayor, estamos hablando hoy mientras grabamos en video, audio e imagen, escribimos textos "linkeados" y los subimos a la edición "on line" del diario. Pero, en concreto, con visión de futuro a mediano plazo, no estoy seguro de poder definir qué está ocurriendo ahora mismo.
Recuerdo nítidamente el rostro sorprendido de quienes estaban en la entrada del edificio esa noche, tanto como la sonrisa cómplice de un colega que me dice mientras posteo o edito alguna imagen: "Andrade, dejate de perder el tiempo y ponete a laburar". Y tienen razón, en cierta forma. Porque hasta hace muy poco laburar era exclusivamente ir a hacer la nota, grabarla en un casete y luego bajarla, corregirla, editarla para que 24 horas después o más, la tuviera al alcance un lector. Bueno, eso está cambiando a una velocidad sorprendente.
Desde hace unas semanas, y para el blog Mediomundo, estamos grabando con Melina y el diseñador y amante del cine, Alejandro Loaiza, un micro en video del que estamos muy orgullosos. Dura apenas un minuto y medio. Pero lo hemos desarrollado con un entusiasmo que justifica nuestra irresponsabilidad de darlo a conocer con premura. No quisimos ir más allá de nuestros recursos sino utilizar lo que teníamos a mano: el cerebro y la figura de Alejandro, la cámara de video, el talento de Melina y mi obsesión por seguir como un ciego por una calle poblada de autos. Ubicamos una pared blanca en una sala de reuniones del diario, conseguimos del taller técnico (donde arreglan computadoras y otras artefactos) una lámpara de mesa (con el fin de iluminar el rostro de nuestro anfitrión), sentamos al "Ale" en un banquito y lo hicimos hablar. Así comenzó "El proyector".
También largamos días atrás con unos micros de "radio-fono" para el mismo blog; uno de los libros con Carlos Torrengo, y otro de deportes, con Juan Mocciaro. El procedimiento es muy sencillo: conecto un grabador digital al teléfono y mantenemos conversaciones livianas y, espero, entretenidas con Carlos desde Buenos Aires, y con Juan, desde el escritorio de enfrente. De inmediato las convierto a Mp3 y las subo a la red a través del sitio Goear. com. Sólo faltan las cortinas musicales y estamos.
¿A dónde va todo esto? ¿Cómo es que desde un diario se producen, además de artículos destinados al papel, audio de radio y video para "web tevé"? Jorge Rampinini, gerente de producción del "Río Negro", me mostró un especial de un diario británico en el cual en un mismo espacio físico conviven un diario papel, una radio y un canal de televisión. Todos produciendo para todos. Probablemente esto que hacemos no pueda denominarse radio o televisión a secas sino algo distinto que escapa a este análisis. No es que estemos operando bajo la certeza de la audiencia, que nos lleguen millones de mails o condecoraciones de la Televisión Alemana. Lo hacemos sobretodo entusiasmados por la tecnología, amparados en el deseo de probar y bajo la intuición de que es lo correcto. Somos conscientes de que existe un allá fuera. Que nuestras botellas al mar son levantadas por personas que un día nos las enviarán de vuelta. Somos una canción sonando en el aire. Una película proyectada sobre un fondo infinito. Estamos cambiando el paradigma. Y eso, es saber demasiado. |
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24 » Jul 2008 |
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Mediomundo: Tu velero |
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Ésta es la típica conclusión que otorgan los años: en este baile no hay redención posible. Vivir es luchar con escasos y raros momentos de sosiego en el medio. Podría, incluso, reformular la idea: vivir es el desafío de nadar o sufrir el incómodo percance de ahogarse. La paradoja de avanzar sabiendo que jamás se llegará.
Es el transcurso hacia lo que queremos, no lo que queremos específicamente, lo que valida el propósito. De tanto escribirla, he terminado por creerme esta oración.
Si el fin fuera, por ejemplo, leer todos los libros de Truman Capote, me perdería de pleno el goce de explorar lo intenso de su literatura. No es Nueva York, sino la alegría de recorrerla con el mapa guardado en el bolsillo. Ni los hijos por los hijos, sino el verlos crecer y los besos que recibirás en cualquier momento.
De cada uno de estos aliados necesitamos para combatir el ritual del esfuerzo.
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22 » Jul 2008 |
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Energía |
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Parte de esta columna la escribí escuchando este clásico de Tears for fears. Supongo que tiene sentido.
Esta es la típica conclusión que otorgan los años: en este baile no hay redención posible. Vivir es luchar con escasos y raros momentos de sociego en el medio. Podría, incluso, reformular la idea: vivir es el desafío de nadar o sufrir el incómodo percanse de ahogarse. La paradoja de avanzar sabiendo que jamás se llegará.
Es el transcurso hacia lo que queremos, no lo que queremos específicamente, lo que valida el propósito. De tanto escribirla, he terminado por creerme esta oración.
Si el fin fuera, por ejemplo, leer todos los libros de Truman Capote, me perdería de pleno, el goce de explorar lo intenso de su literatura. No es Nueva York, sino la alegría de recorrerla con el mapa guardado en el bolsillo. Ni los hijos por los hijos, sino el verlos crecer y los besos que recibirás en cualquier momento.
De cada uno de estos aliados necesitamos para combatir el ritual del esfuerzo.
Porque la vida, leí por ahí, es una lección absurda. Un curso en el que aprendemos a comportarnos cuando ya es demasiado tarde. Si supiéramos a los 20 los que sabemos a los 50. Si tuviéramos el kilometaje de los abuelos cuando nos convertimos en padres primerizos ¿No te parece un chiste cruel todo esto?
¿Qué sucede cuando alcanzas tus sueños?, escucho por la radio de labios de una joven locutora nocturna. La respuesta es una curiosa contradicción: te decepcionan, te cansan, te resultan odiosos. Los sueños, querida amiga, no se protagonizan. Son energía creada para movernos |
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10 » Jul 2008 |
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Yo te amo, yo también te odio |
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Si has crecido a la sombra de la enseñanza de que el amor es lo mejor que puedes dar ti mismo, pues, un día debes encontrarle un sentido práctico al odio. No puedes evitar odiar pero sí, al menos, reencauzar su función. Probablemente este es el motivo por el que, de a ratos, dirigimos nuestro odio hacia quien más hemos amado y, como contraparte, somos tan piadosos con una banda de personajes insufribles que mejor no mencionar.
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