Fue una noche para andar de gira. Y así lo hicimos. Puntualmente a las 22,30 Walter Lusarreta, protagonizó su regreso anual al Alto Valle. Como es sabido este excelente saxofonista hace varios años que se encuentra radicado en España.
Uno no deja de sorprenderse, y gratamente, cuando es testigo de su crecimiento. A pocos metros de él, escuché sus fraseos claros, desarrollados con exquisita soltura. Estuvo muy bien acompañado por Ernesto Pugni en batería, Andrés Furh en contrabajo y Ernesto Amstein en piano.
Abundaron los pasajes de un jazz sobresaliente y despreocupado que sólo buscaba expandirse por la noche y entre el público. Lusarreta tuvo un gesto de caballero e invitó para cerrar su presentación a un inspirado Luis Andrade que, si, terminó rockeando con sus amigos, guitarra acústica en mano. Fue un final para repetir. Por supuesto, le agradecimos a Luis por sacar de donde quiera que la guarde esa faceta suya que tanto admiramos sus seguidores.
Atención habrá más Walter en este boletín y el jueves próximo volverá al bar de Calle Pampa.
Pero faltaba mucho para decir adiós. Apenas un rato después Torito Freak festejaba en el bar de Avenida Roca y Tucumán, la salida de su segundo disco “Desparrama Alegría Remix”, un CD producido junto a la gente de Leche. Si algo no faltó en este recital fue alegría. Torito Freak hizo lo que sabe y, mejor aun, fue más allá de esos límites suyos que son realmente amplios. Se prodigó hasta las 4 de la mañana interpretando sus hits que un público de unas 300 personas se ocupó de corear.
Qué maravillosa paliza nos dieron los Torito Freak. Qué fantástica la performance de su línea de vientos (con arreglos del pianista Mauricio Lusardi) a la que se sumó, si, si, si Walter Lusarreta. Un hombre que no brilló no una sino varias veces en la madrugada roquense.
Había chicos y no tanto (como el señor mayor que les habla). Había ropas extrañas y raros peinados nuevos. Una señorita, por ejemplo, en vestidito estilo 50s con el pelito corto en onda triángulo de las Bermudas. Pibes de jean “pos carpinteros” con remeras sueltas de colores insinuantes y de mirada canchera. Animos desatados. Piel llamas. Espíritu caliente.
Detrás Torito Freak y todo lo que estos tipos representan en un lugar del mundo tan especial como este ¿Dónde sino podría nacer una banda de gente tan distinta, tan única, tan lúcidamente entregada a su obra? Patagonia, man.
Deberíamos nombrarlos a ellos y a algunos otros artistas, que nos embellecen con su arte y embellecen a la sociedad en que viven, hijos ilustres. Deberían –el municipio, una fundación, una empresa que quiera amortiguar sus impuestos, nosotros en una colecta en serio- darles una beca, un subsidio, algo, para que sigan creando, para que no cesen en su búsqueda.
Todo eso pensé mientras saltaba, mientras a los gritos coincidía con otros que ni idea quienes eran: ¡que capos! ¡que no se vayan! Y dale que va.
Una hora después, a eso de las 5 AM, Renzo, el cantante, vino y se sentó conmigo en los sillones ubicados vereda. Fue un grato honor. Nos abrazamos y sentenció: “Loco, Torito Freak sos vos, somos todos los que pasamos bien hoy”.
Me bastó para alimentar mi ego y marcharme silbando un tema que dice: “i am so cool”.
El lunes también habrá Torito Freak cuando el bar de calle Pampa festeje un nuevo cumpleaños. Sean puntuales. Empieza temprano porque a las doce se apaga el sonido.
Nota: las fotografías no corresponden a los espectáculos. Ya lo resolveré.
Aunque no lo necesite, a partir de hoy Keith Richards ya puede viajar gratis en el metro y en el resto de la locomoción pública de Londres. El hombre del eterno cigarrillo en los labios, el del riff de "(I can't get no) satisfaction", el más rebelde de los Rolling Stones o, como dice la canción, el peor de todos, acaba de cumplir 65 años.
Nadie sabe, y incluyéndolo a él mismo, como es que alcanzó tan longeva edad tomando en cuenta que su biografia se ha caracterizado por un estilo de vida que podría haber matado a poblaciones enteras de seres humanos comunes y corrientes. Incluso en este aspecto Richards es definitivamente excepcional.
Lo ha bebido todo, lo ha ingerido todo, no queda un sólo químico distorcionante de la conciencia por introducir a su cuerpo y ahí lo ven, recuperado de incontables comas y sobredosis, ataques de locura y ridículos accidentes, como cuando se cayó de una palmera y casi (otra vez casi) muere entre un coco y otro.
Como un dibujito animado, Richards sigue resistiendo el paso de las décadas y de las anécdotas. Su cuerpo permanece y su mente, vaya a saber uno que sucede en ese cerebro que ha alimentado y revolucionado parte de la música contemporánea.
A tu salud, Keith.
Banda entrañable. Sinónimo de fiesta. Buena vibra. Explosión de sonido. Así es Torito Freak, que festeja el fin de año y la salida de su nuevo disco producido en sociedad con la revista Leche, este HOY jueves a las 22 en Urbano. Con extrema puntualidad me han enviado unos tarjetones de invitación y se los agradezco. Por su puesto, ahí estaremos. Aquí la entrevista con Torito Freak
Thelonious Monk fue un genio de la música. Su estilo interpretativo dejó un sello, marcó un estilo en el universo del jazz. Básicamente fue un autodidacta y su digitación sobre el piano delata una búsqueda que sólo tiene sentido al interior del individuo. Y en este caso, el individio era un virtuoso. A veces parece que sus dedos se perderán en el camino. Que no encontrarán su cause. Que algo definitivo transcurrirá antes de que alcancen el siguiente acorde. En esa forma de dialogar con el instrumento tan poco formal obtenía parte del sonido que lo caracterizó. El resto estaba en su atribulada cabeza. Sus manos cayendo desde algún cielo hacia las teclas. Hay magia, locura y misterio en el canal expresivo del gran Thelonious. Magia, locura y misterio.