Déjame aclararte esto: no puedes decirlo todo. Pagas un precio. Te lo digo yo que escribo poesía y recetas de cocina. Que miento cuando digo la verdad y digo la verdad cuando miento. Resulta que estuve en un grupo de Mitómanos Anónimos, y un día vino uno explicó de cómo se había recuperado de su terrible mal mediante el consumo de unas pastillas geniales mezcla de Prozac con Viagra. Todos lo aplaudimos de pie, después se fue. Resulta que el tipo estaba mintiendo acerca de su maldita mejoría ¿Entiendes el concepto? Una verdadera taradez. Entonces los dejé. Prefería conquistar mi alma por mí mismo y abandonar las mentiras como recurso.
Así es como llegué a esta conclusión. Uno escribe a medias, dice a medias. Al menos, no escuchas a medias una canción, que si te gusta dejas que penetre tu alma como una flecha. Pero no deberías amar a medias o sentir en partes graduales. No, eso es un pecado. Sobre todo porque somos personajes de una novela que tiene un solo capítulo. Después se acaba y te quedas como un astronauta desprendido de su nave. Viajando por la nada.
En este día gris, te mando un ramo de flores y unos chocolates. Tengo grabado un cuento infantil en mi porta estudio digital, y he tarareado una melodía. Escribí un poema, te aseguro que no está completo. Es un poema de amores imposibles, de marineros sin barco, de cazadores con la pólvora mojada. Quizás vos sepas mejor que yo de qué se trata todo esto. Hace unos días soñé que bailaba un tango y ganaba una final. ¿De qué va?
El poema comienza dice así:
“Despiertas de los sueños
despiertas
despiertas los sentidos
abres el cielo
cubres el gesto
te busco en la tierra del sur
te veo a través del espejo del tiempo
enciendo el fuego de tu imagen
soy eterno cuando pienso en ti”
Estaba por escribir un manifiesto en favor de andar desnudo (en pelotas suena mejor). Pero, no sé, me acordé que hacía un rato que quería referirme al acto de enamorarse: tan cursi y tan necesario. Tan humano e incomprensible. Será porque a medida que crecemos vamos dejando esas locuras de lado y nos abocamos de lleno a pagar las facturas de los servicios y a ser productivos en nuestros trabajos, que enamorarse suena a novela mexicana. ¡Y yo amo las telenovelas mexicanas! (las buenas, eh). No sé. Entre una cosa y la otra, lo hice. La foto de arriba es la costanera del pequeño pueblo donde nací, Puerto Natales, un refugio en el fin del mundo.
1-Porque aunque no lo creas vas a morir en un rato. Y si bien es cierto que existen mundos paralelos y reencarnaciones al por mayor, es este el lugar donde se reparten los besos y los abrazos. El engaño y la heridas. Tu primera y última oportunidad de amar se define en la madrugada que no has muerto y en el atardecer que se oculta tras el disfraz de lo eterno.
2-Porque si te enamoras te hierve la sangre. Empiezas de nuevo. Haces reset y escupes bolas de fuego.
3-Porque es un deber espiritual. Aunque somos 90 por ciento mono y 70 por ciento perro, por motivos que desconocemos, poseemos la virtud y la posibilidad de imaginar lo infinito y vivir la pasión como un placer efímero.
4-Porque de ese deseo, de tal sin razón, nacen algunos de los mejores y más patéticos poemas. También algunas de las escenas más tontas de las que un día, siendo un viejo, si es que te transformas en un viejo cool como mi abuelo, recordarás con cariño.
5-Porque amar es soñar despierto. Atravesar el reino de lo permitido. Es cruzar la frontera de lo cotidiano hasta vivir minuto tras minuto en un estado de gracia. Enamorarse es un acto de valentía que te transforma en caballero andante.
6- Porque debes saborear hoy el último trago de vino. El último verso. El último trozo de cielo. Porque la exactitud de tus pérdidas deben impulsarte a conquistar nuevos reinos. Asume el riesgo de existir.
7-Porque existir es un golpe de suerte y amar una decisión. Un acto de extrema elegancia.
8-Porque siendo el tonto que se enamora, te haces sabio, y al quitarte la piel de la ropa, te vistes de puro aire.
9-Porque la canción de tu vida dura tres minutos. ¿No vas interpretarla?
10-Porque no hay otro dios que el que creas, el que negocias y construyes en el cielo como en la tierra. Prende el fuego. Lleva el ritmo. Acompaña el tema.
11-Porque hay pocas cosas más bellas y peligrosas que decir “te amo”.
Arriba, Abilio Estévez y Alejandro Jorodowsky, dos poetas para cambiar una vida.
Ella me dice: ¿en serio hay un poema que te cambió la vida? Bueno, no. Dos. Y trato de pensar en ambos. No me los acuerdo muy bien pero los busco en la net. Ahí está uno. También el otro. Permanecen tan dulces e intensos como los dejé. Los copio. Se los envío. Estos fueron. Sin discusión. Uno me enseñó a ser un acólito de un dios pagano. El otro a reconocer mi manera de amar. Aquí los dejo. Supongo que cada cual tiene los suyos.
Elegir una puerta es dejar puertas sin abrir. Un placer presupone que muchos placeres no serán vividos, así como cada tristeza dispensa de tantas tristezas. El amante que llevas a la cama es sólo uno entre todos los posibles. La palabra escogida impide el uso de un número indefinido de palabras. Visitas una ciudad para que otras ciudades queden esperando por ti. El día que amanece para tu muerte es un día cualquiera, una casualidad.
Abilio Estévez
Si no me amas, te mataré;
si no me amas, haré que me ames;
si no me amas, esperaré que me ames;
si no me amas, yo te amaré.
Caminaba hacia la redacción y como tantas otras veces miré el cielo del Valle. Increíble. Perfecto. Le pedí a mi estimado Alejandro Carnevale -editor de fotografía del diario- que hiciera una foto. Si una. Para mi. Del cielo. Tuvo la amabilidad de hacer más que eso, dándole perspectiva a la idea. Aquí pueden ver que el primer cielo es cierto, gracias a que existe la segunda fotografía con la breve aparición de un edificio. No sé que tiene que ver con nada, pero es eso. Misteriosamente, creo, se entrelaza con el todo del universo y lo cotidiano. Con lo que somos y hemos sido. Estoy leyendo demasiado a Alejandro Jodorowsky, me parece.
Mientras escribía un artículo para el suplemento Económico del "Río Negro" -que se publicará este domingo-, se me ocurrió hacer un ejercicio de libre expresión. Puse sobre la pantalla todas las cosas que vinieran a mi mente con la consigna: ¿Qué me compraría con 1000 millones de dólares? Lo hice escuchando "You rock my world" de Michael Jackson. Y lo que resultó fue, creo, una especie de poema delirante que dejo abajo.