Puedes herirme pero no acabar conmigo. Puedes amarme y sabré cómo y de qué maravillosas maneras odiarte. Recordaré el sabor de tu piel entremezclada con el aroma a ropa nueva y el perfume que guardo en un bolso de viaje. Te firmaré tres cheques por mi alma y te dejaré mi fortuna personal. Rogaré que no te vayas y compraré el primer pasaje a Singapur después de que me hayas rechazado. De no sé donde sacaré el valor para construir nuevos castillos en el aire. Y después de todo, cuando todo pase, cuando todo sea, amaré, intensa y sencillamente a alguien más, tal como me lo has enseñado.
El amor como una experiencia sin sentido. Como un combate cuerpo a cuerpo. Como una tormenta desgarrando tus pupilas. Como un camaleón expuesto a mil millones de rayos cósmicos. Como un monstruo invisible que se disfraza en tantos cuerpos. Como la piel. Como el río que fluye montaña abajo. Como un cartel de neón en la ruta. Como un libro subrayado a tres colores. Como un teorema que no puedes resolver. Como un mantra perpetuo que te anula. Como la promesa de Buda vertida sobre el sexo de tu amante. Como el anillo perfecto que le compraste a la persona perfecta pero que jamás le regalarás. Como las cartas sin remitente. Como el primer avión que te tomas para olvidar y permanecer. Como un cigarrillo en ayunas. Como el vaso de whisky sobre la barra que alguien borracho se ha olvidado. Como la conversación que da vuelta todas las fichas. Y donde había blanco, ahora sólo hay negro. Y música en lugar de silencio. Como el laberinto en el que te metiste y del que no podrás salir. Como el dolor que causaste pensando que dabas amor y del amor que recibiste inmerecidamente. Como una promesa dicha una tarde gris y aburrida. Como una tela en blanco que debes comenzar a pintar ahora mismo. Mientras lloras y respiras.
El bebé agarró con sus manitas el envase vacío de plástico verde
que había quedado en la mesa, intentó llevárselo a la boca, sin lograrlo.
Entonces, tironeándolo hacia uno y otro lado, lo llevó hasta rozar sus ojos negros,
que transmutaron verdes.
De esta manera el bebé pudo aprehender el árbol y el pasto.
Este poema lo envío Francisco Alamo. Y siguen los que no temen
¿Para qué el vino, amigos míos,
si allí la luna, en las aguas, ebria, se despliega?
Id a la orilla y sed de ella, dulcemente enajenada
en su propio vals antiguo
de velos de silencio que se igualan al fin, tenues, a la arena…
Sed de ella que ya el eucaliptus está en ella, más pálido.
Y acaso, acaso, un momento perdidos, amigos míos,
os encontraréis de la mano, luego, en el centro de la danza
profunda,
figuras intercambiables e increiblemente ligeras, al cabo, de la
danza…
¿Para qué el vino, entonces, si así seríais más ligeros?
En respuesta a mi pregunta del post de abajo. Ramón Cárdenas, hombre del sur del mundo, carnicero, actor, poeta, y tantas otras mañas, me ha enviado este poema por mail. Hermoso poema, debo decir.
Por Ramón Cárdenas
Primer gaucho que vino a estas tierras de Ultima Esperanza junto al Calafate y el cubrón.
El gaucho se divierte con el rugido del león y el salto de la liebre por las pampas y el ahullido del zorro y el planeo del condor por la cordillera.
Va el gaucho con pingo y su perro detrás de su piño con la nieve y la escarcha y el viento.
El gaucho va con su poncho guasquiando por el viento lo mismo que un fantasma llevando la manada va a su rancho donde nadie lo espera, paso la tranquera.
El gaucho miraba, tal vez extrañaba que la patroncita ya no estaba.
El gaucho le dice a su perro con palabras quebrantadas el rancho está solo nadie me espera.
Luego entró triste a su rancho prendió dos velas y puso la pava al fogoón junto a un simarrón y un cigarrillo.
Se puso a pensar en esa mujer que siempre lo esperaba con un café caliente y un pan del día.