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21 » Sep 2011 |
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Respirar el sur |
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Esto, como todo, viene de lejos.
Nos equivocamos al pensar que los conflictos tienen un motivo inmediato o subyacente al que podemos alcanzar con unas pocas paladas de tierra. Si una anécdota irrumpe e interrumpe nuestro ir y venir, si una mota afecta la perfección de nuestro traje, si un objeto bastante más grande que un simple átomo se interpone entre nosotros y el objetivo propuesto, no es porque las causas de tal cruce, incómodo, pérfido tal vez, odioso, se encuentren a la vuelta de la esquina. El dolor verdadero siempre remite a un pasado infinito como la infancia y la juventud unidas por el mismo beso.
Y como te decía, como decía, como nos decía, porque a esta altura de los acontecimientos ya no sé si soy sólo yo o sólo vos, o ambos, o ninguno y esta carta se escribe en mi mente, en el papel de una servilleta de un bar en Londres, o en la pantalla de una computadora en Puerto Natales, Deep Patagonia. Es que aun somos y seremos wild people. Nos alcanza con respirar el sur.
Te extraño hermano. |
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17 » Sep 2011 |
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Piensas de flores |
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Despiertas. Es la oscuridad. Un truco. Estás del lado equivocado de la cama. Por un momento creíste haber levitado. Como un mago. Como un fantasma. No sos nadie. No sos más que un espejo de la noche. Todas las fichas te caen al mismo tiempo. Fuiste una monja en la India. Un guerrero caído en el campo de batalla en Escocia. Un jugador de golf gordo y engreído en Las Vegas. Un torpe amante en Venecia. Un suicida en Berlín. Fuiste el que lloró por Jesús pero martilló sus clavos. Y el rockero que jamás supo dónde quedaba Woodstock. Fuiste una ninfa. Y un demonio acorralado. El paje y el caballero. El buscador. El agricultor. El niño y sus juguetes. El anciano aburrido de sí mismo. Todo eso en una fracción de segundo. Luego descubres que no. Que estás ahí. En tu casa. En tu dormitorio. Y que tus hijos duermen igual que ángeles entre nubes de algodón. Y que tu mujer sigue furiosa con vos. Y que bebiste de más anoche. Y que necesitas un Uvasal. Que sos un hombre, una mujer en este siglo, un poema mal escrito en este milenio. Piensas en flores. No sabes por qué. |
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16 » Sep 2011 |
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Un camino solitario |
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Ningún bien puede superar al deseo de congraciarse con los otros. Necesitamos de los demás de un modo desesperado. Cuanto más nos alejamos más cerca queremos estar. La vida transcurre sin la suficiente ayuda. La piel es un artículo muy delicado. La muerte nos encuentra solos. Siempre solos y huérfanos. No tememos tanto al dolor del final como a la posibilidad de que la muerte sea una travesía oscura, lluviosa y fría. Un camino por el que no pasan autos. |
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08 » Sep 2011 |
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Buen pronóstico para mañana |
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Banksy
Todas mis líneas comienzan en una pregunta y terminan en puntos suspensivos. Como un paisaje que queda lejos. Camino, insisto y espero. Ya no sé nada. He alcanzado al menos eso, la seguridad de que la vida es una carta secreta que no incluye mi nombre sino apenas el eco de todos aquellos que pude ser. Mi madre me cuenta que el día en que nací hacía una tarde hermosa. Me justifico en un pronóstico del pasado. Mañana se esperan cielos azules. Feliz cumpleaños a todos. |
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10 » Jan 2011 |
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Un amigo, un hermano |
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Yo no tenía un peso. Y el tenía medio. Me lo prestó. Y comí.
Aun recuerdo el hecho, porque me encontraba al borde del colapso.
Eramos amigos, aunque a veces nos gustaba llamarnos “hermanos”.
Aunque él tenía sus hermanas y yo mi hermano pequeño.
En Buenos Aires, en noches eternas, le dabamos vuelta a la pelota imperfecta y accesible que para nosotros era el mundo del arte.
Visitábamos librerías, asistíamos puntuales a las más impuntuales fiestas porteñas, gritábamos como tantos otros en los cines under donde estaba permitido gritar y se exhibía “The Wall” y “9 semanas y media”, observábamos a la gente pasar con el ceño fruncido y el alma entumecida, sentados en la vereda, en el banco de una plaza, vestidos con jeans rasposos, remera negra y zapatotes de trabajo punta de acero. Y un libro, infaltables libros de Nicanor Parra, Shakespeare, Capote, Rulfo y Bukowski.
Tomábamos licuados y café, escuchábamos a Sumo y The Clash en departamentos tomados o por tomar, siempre ajenos, de un amigo de un amigo, en edificios o “deptos” en los que nadie más quería vivir.
No hablábamos de irnos porque recién habíamos llegado.
Con las mujeres, a él, le resultaba fácil. Siempre alguien se volvía loca con sus palabras dulces y extrañas. Con sus heridas de guerra. Con su paz de Buda electrónico.
Yo buscaba trabajo sin buscarlo. Quería escribir y que me pagaran por eso. Quería el vértigo de ir detrás de una noticia con un libretita en la mano. Quería tener dinero para comprar libros. Quería leer todos los libros de la biblioteca de Alejandría. Todos los libros de Gandhi, todos los de Losada, todos los de Liberarte, todos los de Fausto.
El me decía que yo era un irreverente, un fucking punk.
No sé, no estoy seguro. Ahora mismo no estoy seguro de nada.
Nos desencontramos muchas veces y nos encontramos unas pocas.
Volvimos a charlar y a recapitular en el fin del mundo.
Tan lejos, tan cerca.
La vida pasa. Y la suya queda a millones de años luz de la mía y viceversa.
Lo quise, me quiso, fue mi hermano. Sin comillas.
El cada tanto me aclaraba que tenía dos amigos-hermanos, uno en la Patagonia, el otro en algún lugar de los Estados Unidos.
Aquel también era un jodido punk letrado. |
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