No soy un experto en computadoras aunque me gustan. A mis chicos seguro que más. Sin embargo, hace un tiempo bajé el Open Office, una suite gratuita de herramientas desarrolladas con software y código abierto. Su uso ha sido una verdadera buena noticia al menos para mi e imagino que para mucha otra gente que necesita un buen procesador texto, una hoja de cálculo o un programa para diseñar y dibujar (es decir, todo lo que otros ofrecen legalmente por una suma sideral). Su funcionamiento, además, es compatible con el Windows Vista que carga la notebook que me compré meses atrás. La recomiendo, porque es útil, funcional, gratuita y en crecimiento.
Umberto Eco fue entrevistado por Deborah Solomon para “The New York Times”. A veces la periodista parece más incómoda que el propio Eco durante la charla. Incluso resulta extraño cuando es ella quien pretende darle una breve clase de historia contemporánea a un intelectual como Eco. Salvando eso, siempre es interesante escuchar lo que dice el autor de “El nombre de la rosa” y de “Apocalípticos e integrados”. Algunas frases:
“Me siento un escolar que solo escribe novelas con su mano izquierda”
“Si alguien escribe un libro y luego no le importa si el libro sobrevive o no es un imbécil”
“Dan Brown es una de mis criaturas”
La cocina es un arte que se aprende lento. Puede llevar años encontrar el sabor que identifique tanto el espíritu del plato como al de la persona que hace las veces de chef. Son dos energías paralelas o contrapuestas, uno no sabe, que deben unirse en un mismo punto.
Un plato jamás será igual a sí mismo. Como cada botella de vino, cambiará a medida que la experiencia del cocinero y la dinámica de los alimentos vayan definiéndose por diversos caminos.
Me deleito con los tratados de cocina, textos literarios y películas donde hay información sobre la aventura de las ollas. No se debe despreciar la teoría necesaria para emprender la practica aunque como en todo arte es la acción y la osadía las que hacen al maestro.
El instinto del cocinero es quien en definitiva determina cual es el sabor correcto. Porque en materia de sabores primero dictamina el alma y después la lengua. Lo que saben las manos, lo ignoran los labios, y así hasta que el estómago recibe la recompensa del trabajo bien hecho.
Por cultura me siento más comodo cocinando pescado que carne, me llevo bien con el ajo, la cebolla picada y las salsas que esperan la cocción corta de los productos de mar. He encontrado que los champignones tienen algo que decir en la cocina del sur y que la salsa de tomate y el salmón rosado pueden resultar buenos compañeros si los ha unido el fuego, el vino tinto y la paciencia.
Existe un lenguaje secreto entre los alimentos, el sabor que proyectan y nuestro corazón. Todo eso se ve reflejado en la textura del plato que nos llevamos a la boca o que presentamos para que otros disfruten. Probablemente lo mío sea un gesto romántico pero aspiro a que cada plato sea una manifestación de amor y de humanidad.
Si existe una forma puntual de afecto y de respeto por el otro, esa es la de cocinarle con pulso de santo. El alimento no es sólo un montón de vitaminas, es, antes que nada, un acto en el que lo sobrenatural y lo terreno se vuelve un espejo en el que podemos reflejarnos y hacia el que podemos avanzar.
Cada plato que ingerimos representa también un gesto, una francción de energía, una pieza de un rompecabezas que se va armando en un lugar que aun desconocemos. Quizás sobre nuestras cabezas.
Dios es una buena ensalada.
Mis películas preferidas en las que la comida, el buen comer o la bebida son parte de la historia
Delicatessen
Viejo Canalla
Como agua para chocolate
Libros recomendados
Un festín en palabras, de Jean François Revel
El vientre de los filósofos, Michel Onfray
Hace rato ya que los Sex Pistols dejaron de ser los muchachos punk que vivían del seguro social en la Inglaterra de los 70. Ya no representa su imagen actual el quiebre generacional que supieron encarnar en aquella época: anarquía e indiferencia frente a un sistema cultural, y por ende económico, que pretendía la uniformidad de todos los corazones, de todas las mentes.
Aunque el punk fue un movimiento vigoroso duró poco y aunque se mostró desde una faceta cultural, en tanto reacción estética y hasta diría moral (los punk se declararon molestos contra la discriminación femenina y el uso excesivo de las drogas), uno de sus principales logros fue poner en tela de juicio los parámetros de la escala compositiva que reinaba hasta ese momento. No era tanto que odiaran a Rod Steward (“un drogado del sexo”, según sus palabras), si no lo que este significaba para la juventud: la imposibilidad de escapar al mercado y a una fórmula musical ofrecida igual que una hamburguesa. O eras disco o rocker o no eras nada. Ellos preferían ser la tercera opción, el punk: basura, revuelta, pretexto de caos.
En parte por eso los grupos punk, como The Clash, comenzaron a revindicar el reggae como música de la vertiente más sanguínea, como aire puro para respirar en medio de la sociedad a punto de convertirse en el Gran Hermano. Aun hoy el reggae consigue mantenerse al margen de la picadora de carne.
Los Pistols dejaron el escenario en su mejor momento. Si uno escucha con detenimiento uno de sus dos grandes discos “La gran estafa del rock and roll”, podrá descubrir a un grupo que ya había dejado cualquier característica adolescente, a pesar de que por poco y lo eran. Su rock se había vuelto poderoso, original, creativo sin resultar fantasioso, y sobretodo, consistente. Pero que se transformaran en una gran banda de rock and roll al estilo de los Rolling Stone, para el resto de sus vidas, no era su sino.
The Sex Pistols se vino abajo porque el mismo espíritu que los impulsaba atentaba contra una banalización de sus gestos. Había demasiada electricidad en el ambiente.
Muchos años después, con Vicius ya muerto, enterrado y convertido en estampita, volvieron al ruedo para no asustar la conciencia de nadie. Y dejaron una vez más. Y volvieron. Siempre para juntar unos pesos. Para no sentirse tan solos, tal vez. En el medio Johnny Lydon hizo cosas interesantes en materia musical, corroborando que su talento no era un golpe de suerte.
A 30 años del nacimiento de “"Never Mind the Bollocks”, regresaron, o mejor dicho, tomaron un nuevo camino hacia el futuro, no importa que tan extraño resulte esa palabra para un ex punk de 51 años.
Días atrás tocaron en Los Angeles para 500 personas.
El show continúa.