Gustavo Nori /
Claudio Andrade Editores Responsables
01 » Sep 2008
Dame una esperanza Jo’anna
Siempre me gustó la música. Siempre disfruté -y lo sigo haciendo- escucharla. Es una de las pocas cosas que puede hacer que cambie de ánimo.
Por eso nunca le di demasiada importancia a las letras de los temas (para eso está mi amigo Claudio Andrade). Incluso los nacionales, aunque muchos de ellos los he cantado de memoria sin siquiera saber a que se referían.
Quizá esa sea la razón por la cual me sorprendió la letra de este tema. Siempre creí que Gimme Hope Jo’anna era un himno a la alegría, un abrazo en grupo a los saltos por el boliche. Eso era lo que producía cada vez que se lo escuchaba. Es un ritmo por demás alegre.
Jamás imaginé que esta canción iba a tener -como tiene- una fuerte crítica al Apartheid de Sudáfrica e iba hablar de lo que habla. Esta letra esconde la cruda realidad que vivió ese país y dice por ejemplo:
Jo’anna dirige un país
gobierna en Durban y el Transvaal
Hace feliz a un poco de su gente,
no le interesa el resto para nada
Tiene un sistema al que le llaman apartheid
que mantiene a los hermanos sometidos
Pero tal vez la presión hará que Jo’anna pueda ver
como todos pueden vivir unidos
Y sigue:
He escuchado que hace todo el dinero dorado
para comprar nuevas armas, cualquier tipo de armas
Mientras que cada madre en el negro Soweto teme
la muerte de otro hijo
Escabulléndose por las fronteras de los vecinos
ahora y otra vez divirtiéndose un poco
no le importa si la diversión y los juegos que juega
Son peligrosos para todos
A disfrutar entonces con bonus, Viviendo en la Frontera, para mí su mejor tema.
(Gracias Juan)
Estuvo bueno. Hay que reconocerlo. Todos dicen hoy: "ah, esos truchos que ponían la caripela". Si, es cierto.
Pero esos truchos vendieron millones de copias en un par de años y hasta ganaron un Grammy. Y si en el 90 en Australia en plena presentación no hubiera saltado la pista dejando al descubierto el playback, hoy la historia sería otra. O no. Nunca lo sabremos.
Todos compramos esa farsa. Tampoco queríamos la verdad porque preferíamos la mentira. Nos gusta, evidentemente tiene otro sabor. Y quedo demostrado.
Al año siguiente los verdaderos Milli Vanilli (Real Milli Vanilli) sacaron un disco y lo tuvieron que guardar.
No era lo mismo sin Fab Morvan y Rob Pilatus. Y ellos tampoco pudieron generar un éxito con sus voces. Lo único que generaban con sus voces eran enojos.
Evidentemente la fórmula mágica que todos queríamos era Milli Vanilli tocando y Morvan-Pilatus poniendo la cara en los discos y estudiando teatro para la presentaciones en vivo.
Nunca creí que tres personas pudieran engañarnos a todos. La industria discográfica hizo un guiño para que esto sucediera. Y venía saliendo redondito hasta que la farsa se hizo insostenible. A partir de ahí fue todo muy sencillo para la industria porque los culpables ya eran culpables antes de ser Milli Vanilli.
Y pasaron del éxito a ser mala palabra. Las discográficas pusieron la mejor cara de sorpresa pero no le devolvieron la plata a nadie por la compra de los discos.
Y Frank Farian, el productor y creador de esta mentira siempre estuvo en segundo plano.
Nota: Rob Pilatus murió en 1998 por sobredosis, nunca se pudo reponer del fracaso, y hace unos días Universal Pictures dijo que tiene previsto llevar esta historia al cine.
Un sábado cualquiera del 80'. Tan distintos pero a la vez tan iguales.
Listo para salir. El uniforme sobre la cama y arrancamos. Pantalón Lois de corderoy azul (bastones finos), camisa wrangler blanca (botones metálicos que se abrochaban a presión) y obvio, botas de gamuza con cordones...también de gamuza y medias tubulares al tono. Ya casi estamos, falta el toque de glamour: la colonia Old Spice y con la campera "inflada" azul 222 completamos el uniforme. Saludo riguroso a papá y mamá, pedido de llaves, efectivo y rápida caminata hacia El Molino pasando a buscar a los amigos (porque no daba el coraje todavía para llegar sólo).
Acá comenzaba la previa para lo cual era muy importante llegar a las 11.00 hs porque sino te quedabas, con suerte, parado. Y la importancia tenía que ver con junar quién estaba y quién no, porque el que no estaba en El Molino en la previa es porque no había salido. Después de horita y media y con un gin tonic encima, partímos hacia el único destino posible esa noche: la fiesta de hockey en el Depo.
Llegar ya era una odisea porque no sobraban los taxis (había dos: un falcon 69' y un peugeot 404 enfrente de la terminal de El Valle -hoy Carrefour-). Y amigos o conocidos con autos también eran pocos, así que la mayoría de las veces este trayecto se hacía a garra.
Qué ganas que teníamos, de sólo acordarme ya me cansé. Recupero el aliento y estamos en San Juan y Ruta 22. Ya estamos ahí y en clima a pesar del bajo cero del invierno. Cruzamos el puente y la confitería del Depo está llena, creo, porque los vidrios están empañados y no se ve un carajo.
Puerta de entrada,entrega de tarjeta, saludos varios y después de media hora recorremos 5 metros. Todo Roca estaba ahí (las fiestas de hockey eran un clásico). Lo veo a Nicolás López Andrés (el disc jockey) y le pido que me guarde la campera. Me hace seña de que espere porque está haciendo el enganche y suena Stevie Wonder: "sólo llamé para decirte que te amo", justo en la época de entel...que ironía.
Quedaba al fondo de un pasillo. No era un lugar prometedor, por cierto. Y para llegar al centro del planeta, había que poner rostro duro y mira perdida. Mediomundo Varieté fue en los 80 uno de los reductos culturales más dinámicos que haya tenido la noche porteña. En ese reducto under hicieron sus primeras armas muchos actores que luego alcanzaron la notoriedad. Grupos de rock que más tarde firmaron para algún sello multinacional. Además de gente, de la más variada: punk y pos punk, nuevos darks, freak de todo el espectro. Un circo capaz de provocar un show inolvidable. Del reggae al ska pasando por las nuevas altervativas que se tejían en Londres, New York, y los barrios porteños. Luca estaba vivo aunque acababa de morir.
Estaba también a los fantásticos ““Dalila y Los cometas brass”. El increíble Satanás que aparecía desde algún recobeco del escenario. Las películas de dibujitos animados en blanco y negro.
Los fines de semana aquello era una fiesta de sonidos y performances. Los lunes, había teatro de la noche a la madrugada. Por suerte, pegado a Mediomundo Varieté, había una panadería. A eso de las 6 AM la calle podía deleitarse con la fauna hambrienta que salía de su cueva y se alimentaba a base de facturas.
Maia Mónaco, Eduardo Cutuli, y tantos otros. Gracias a ellos que hicieron del infierno un lugar encantador.
