Gustavo Nori /
Claudio Andrade Editores Responsables
13 » Oct 2008
Dejá tu leyenda
Ampliamos el negocio. Nos pusimos codiciosos. Mentira. Somos una troup de románticos. Pero eso si, pensamos. Loco, basta de la misma remera de siempre. Tenemos una idea. Un concepto. Una frase. Incluso más. Todas y cada una caben en el espacio de una remera. Entonces nos pusimos a pensar en leyendas, dichos, síntesis verbales que representen los maravillosos 80. Y hay varias. Las verán ya estampadas en las imágenes. Son momentos. Recuerdos. Sensaciones que caben entre tres o cuatro palabritas. Que lindo. Eso si, para los que no están en forma y ya no tengan el estilo de sus años adolescentes, hemos pensado en remeras triple XL. O sea extra extra extra large. El resto, los que seguimos igual, pues las llevaremos ajustadas. Orgullosamente ajustadas con una palabra amiga en el pecho.
Como somos un grupo abierto a la inteligencia ajena esperamos más frases legendarias para estamparlas en estas remeras que harán historia. Entonces, vos proponé y nosotros le damos forma. Dale, prendete.
Sleeveface es la manera más sencilla y creativa de ser un Rock Star por un momento. O por lo menos aparecer en la tapa de un mítico disco de nuestro(s) ídolo(s).
El amor al vinilo. Otro amor.
Cualquier tapa de un disco nos puede hacer inmortales. Preferentemente alguno que tenga un rostro a tamaño casi natural -no es la única opción-. Y a partir de ahí armar una escena cual productor teniendo en cuenta el entorno. Y click.
Un ejercicio visual de llenado imaginario de espacios vacíos. Así que si tenés algún disco a mano, decí ¡¡whisky!!.
Tal vez. Y sólo tal vez si no hubiera sido uno, hubiera sido el otro. Ambos ingleses, ambos intérpretes brillantes, ambos atractivos para millones de mujeres de este mundo, ambos exitosos, ambos cool, ambos gay.
Freddy Mercury, la reina, George Michael, la princesa. Una combinación increíble que no se estableció jamás pero de la que tuvimos un atisbo años atrás cuando el segundo cantó un clásico del primero.
¿Recuerdan aquel concierto homenaje en que una parva de estrellas desfilaron por el escenario intentando emular la voz del gran Freddy, un tipo que podría haber sido cantante de ópera?. Bueno, esto bien podría transformarse en una adivinanza fácil: ¿quién fue el único que sin desentonar ni palidecer llegó a las alturas que sólo Mercury podía alcanzar? Pues si, Michael.
Este artista versátil, de extensa parranda artística, el que ha pasado por una enorme variedad de modas y estilos imperantes y arrumbados en el baúl de los olvidos permanentes, el que ha estado gordo, flaco, agotado y exuberante en el lapso de un mes, es la persona excluyente que podría calzarse los pantalones ajustados de Freddy Mercury.
De un modo virtual se han dado la mano a lo largo del tiempo. Es un encuentro soñado, una reunión donde los titanes comparten el espacio. No más que eso. Al menos, los hemos medido e imaginado.
Ahora que de aquel grupo llamado Queen sólo quedan las buenas intenciones (no importa si la crítica se deshace en halagos acerca de las posibilidades técnicas de sus instrumentistas) está claro, que Freddy hubo uno e indivisible y que de faltar a la cita por muerte o resfrío, el querido, el entrañable George Michael, podría haberlo suplantado con la dignidad necesaria.
Hoy uno duerme en un limbo desconocido, quizás rodeado de los muchachotes musculosos como los que siempre amó. El otro, aun soporta el aullido de los lobos que quieren comerse su fruta. Cada tanto resurge y nos sorprende con su ritmo cruel y tan equilibrado. Le queda el consuelo de saberse especial. Tan distinto como un tal Freddy Mercury. Es como tocar el cielo con las manos mientras vive en el infierno de las prohibiciones.
Como no estaba permitido ser Freddy Mercury hace unos años, tampoco lo está incluso hoy, ser George Michael.
¿Así que creés que podés diferenciar
el paraíso del infierno,
el cielo azul del dolor?
¿Podés diferenciar un campo verde
de un frío riel de acero?
¿Una sonrisa de un velo?
¿En serio creés que podés diferenciarlos?
Este fue mi primer reloj: Texas Instrument, a secas. Y no era cualquier reloj. Esto era el futuro entrando en los '80.
Ese futuro que para los que nacimos en los '60 y '70, tenía fecha: el año 2000.
Y hablar del año 2000 era pensar en autotransportación, ropa plateada y autoajustable, robots, pistolas láser y varios etcéteras.
Tenía 10 años y nunca estuve tan pendiente de la hora como en esa época.
Este reloj era digital y apretando un botón aparecía la hora en números rojos. Alucinante.
Hasta de linterna lo usaba cuando a la noche me iba a dormir. Era el auto fantástico hecho reloj.
Qué feliz que estaba con mi chiche nuevo pero claro, con semejante uso a los dos meses me quedé sin pila.
Y sin felicidad. Porque la pila valía el doble que el reloj.
Pero mientras duró, no llegué tarde a ningún lado.