26 » Apr 2024
Diario Río Negro
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Silvana Salinas
Editora Responsable
 
  15 » Jun 2010
Cuando crear libros para ciegos es un arte tras las rejas I
 


Fascina verlos en plena acción. Con tanta paciencia. Con tanta precisión. Tanta dedicación. Punzón en una mano y una pequeña tablilla plástica en la otra, hacen un verdadero arte. Fabrican letras, fabrican oraciones, y con ellas, maravillosos textos y hasta libros enteros.
Libros que no abundan y que son tan necesarios que hacen que su labor, su arte, no sólo sea imprescindible, sino loable.
¿Quiénes son y qué hacen? Son presos. Presos que hacen miles y miles de puntitos sobre hojas gruesas, todos precisos, exactos: escriben en sistema braille. Traducen cuentos, novelas, manuales educativos y, en estos momentos, hasta la Biblia para donar a una biblioteca de Roca, que está casi a punto de inaugurar la primera biblioteca popular para ciegos en la región.
Pero lo que hacen ellos no es nuevo, de hecho hace años vienen dando vida a cientos y cientos de libros para aquellos ojos que no ven. Y desde entonces poco ha cambiado. La labor es la misma, pero el entusiasmo crece.
Hacen cada una de las letras artesanalmente pero en forma más rápida, cuentan… "y estamos más viejos", ríen.
Ellos son Marcelo, de 33 años, y Ricardo, de 43, sólo dos de los varios que dedican parte de su tiempo a esta tarea.
Trabajan parados, inclinados sobre una pequeña mesa, con enorme dedicación. Tienen un alfabeto en braille por delante y el libro que traducen a un lado, y escriben y escriben. Pero no sólo eso. Ahora están incursionando también en elementos didácticos. Lo cuentan, a la vez que señalan un mapa grande de Argentina, con cada una de sus provincias, recortadas. También un reloj para ciegos, que cuelga en una pared.
"Es un sistema de puntos", explican, y según la cantidad de puntos y los signos que lleva, se convierten en determinada letra o número. "No es tan difícil", dicen. Y debe serlo, porque a ellos nadie les enseñó. Aprendieron solos y por ese camino van. Avanzan.
Trabajan en un pequeño espacio ubicado en un primer piso de la Colonia Penal U5 de Roca.
"Empecé en octubre del año pasado", cuenta Marcelo, "siempre me llamó la atención". "Una vez que aprendés el abecedario, te largás a escribir solo. Se escribe al revés, de atrás para adelante y son 6 agujeritos, según la cantidad son las letras. También se hacen símbolos y los números", explica.
Una Constitución Nacional, que incluyó hasta la reforma de 1994, es la obra que lograron traducir en los últimos años y una de las que más los llena de orgullo, coinciden con Ricardo. Pero ahora tienen por delante otro gran desafío: traducir la Biblia. Y en eso andan. Apenas una décima parte han logrado escribir en braille en largos meses de labor, que ya llenan alrededor de una docena de carpetas gordas. "Es largo, pero le ponemos muchas ganas", agrega Ricardo, a punto de concluir sus estudios secundarios y ya inscripto en la UNC para estudiar abogacía. Y es cierto, asiente Alejandro Pellegrini, referente del área educativa de la U5. A veces los internos pasan más de 3 horas escribiendo, y "cuando se van a los pabellones se llevan los materiales para seguir".
Su trabajo es conocido y los pedidos llueven. Recuerdan que han "pasado" a braille textos universitarios por pedidos específicos, también de secundario para chicos no videntes, y hasta se animaron a armar juegos didácticos para jardines y escuelas primarias, como la 260. Aunque a menudo los materiales se hacen pocos y por eso no les vendría nada mal que les llegaran más punzones y hojas para braille.
A un costado de ellos, en otra mesa, pero en la misma sala, otros tantos internos pintan percheritos para un jardín de infantes. Hacen artesanías, y otros diversos tipos de manualidades.
Ninguno de ellos cuenta por qué están allí. No le preguntamos. Pero sí hablan de todas las actividades que hacen día tras día. De los casi 300 internos de la Colonia, más de 240 participan de alguna actividad educativa, cuentan las autoridades. "Ahora estamos trabajando en el proyecto para tener secundario".
No hace falta saber más. Porque el resto es lo que todo mundo sabe.
Están presos porque cometieron delitos, algunos más graves, otros tal vez menos, y por eso están pagando con su propia libertad los errores de otro tiempo. Es inevitable mencionarlo porque parte de esto es lo que sobrevuela en el penal apenas uno atraviesa una considerable cantidad de puertas de rejas hasta llegar a ellos.
El Día del Libro –que se celebra hoy 15 de junio– es apenas la excusa. Y la biblioteca Ruca Quillcatuve de Mosconi es una de las "privilegiadas" entre muchas instituciones. Porque desde hace tiempo mantienen una estrecha relación con la Colonia Penal y a través del proyecto educativo lograron hacerse de cientos y cientos de libros, entre ellos muchos cuentos para chicos, novelas y todo tipo de material que no es de lo más común de conseguir.
Pero esto no es todo, porque el otro pilar muy importante en todo esto fueron, sin dudas, los chicos de la Escuela Adventista de Roca –de Nivel Primario– quienes asumieron el compromiso, a partir de una idea de Roberto Chiappero, el profe de computación, explica el director, Carlos Maeso.
Participaron más de 55 chicos, de sexto y séptimo, que escribieron cuentos, recrearon pasajes bíblicos, para compartir más de una treintena de libros con otros chicos que no pueden ver.

SILVANA SALINAS
slsalinas@rionegro.com.ar

 
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  15 » Jun 2010
Donde los 'viejitos' cobran vida II
 


Ese rincón es como un mundo aparte. Literalmente. Y literariamente. Es la biblioteca de la Colonia Penal, donde no solamente sucede lo que sucede en cualquier otra biblioteca. Eso de prestar libros, leer, devolver y contagiar ganas de repensar el mundo. Imaginarlo.
No. Es también un taller.
Un taller que trata a los pobres libros que están prácticamente a punto de entrar a terapia intensiva y salen como nuevos. Es que allí se "atienden" (bueno, exagerando un poco tal vez) casi todos los libros viejísimos y rotos de diversas instituciones de Roca.
Un grupo de internos se encarga de desarmarlos por completo, en los casos más extremos, para poder volver a armarlos. Encuadernarlos y darle nueva vida para que sigan pasando por cientos y cientos de manos. Como debe ser.
En ese rincón, donde sólo abundan estanterías austeras, textos apretados y una mesa cuadrada no muy grande donde "se reponen los enfermos", Antonio, Carlos, Wálter, y otros compañeros, son como "amos y señores" de los libros. Hablan de ellos, los muestran y todo lo que hacen, giran a su alrededor. Es que allí pasan, día tras día, sus mejores momentos en el drama del encierro, cuentan. "Llegan en muy mal estado, pero tratamos de dejarlos lo más original posible", dice Antonio, mientras Wálter –de nacionalidad boliviana y egresado de Ciencias Políticas– desmenuza un ejemplar. "Hemos arreglado libros reviejos, uno como de 100 años, que venía de la cárcel de Ushuaia".
Todo partió de un taller de encuadernación que permitió "recomponer" más de 650 ejemplares, desde fines del 2009 hasta el presente.

Más de 3.000 libros sin uso

Ruca Quillcatuve está prácticamente lista para abrir, en otra sala anexa una biblioteca popular para ciegos. Ya tiene casi todo listo para largar. Un espacio confortable, muchas ganas y más de 3.000 ejemplares, de todo tipo, en braille. Sin embargo, hasta ahora ni siquiera hay una fecha posible para su apertura. ¿Por qué? Porque falta personal para atenderla. Una lástima, ¿no?
 
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  07 » Jun 2010
Un científico 'perdido' por la Antártida
 






Por qué será que cuando uno escucha la palabra "científico" piensa, inmediatamente, en una persona… rara.
"Rara"… que suena como que está más allá de nuestro alcance. Gente muy intelectual, alejada de la realidad... de lo cotidiano. Uno se imagina que, tal vez, sólo sueltan el microscopio para comer algo, que trabajan codo a codo con células que crecen, se multiplican... Que analizan virus... microorganismos, todas ‘cosas difíciles’. O no sé, tal vez que se la pasan mirando el cielo, abocados a estudiar los planetas, la luna... en fin.
Cualquier cosa que uno imagina sobre todo cuando es chico y crece con ellas. Pero que en general, y ¡por suerte!, no coincide con lo que verdaderamente es.
Que es gente "común y silvestre", de carne y hueso, con chispa y buen humor. Que viste de jeans y zapatillas y que está al tanto de lo que a todos nos rodea: el fútbol y el mundial que se viene y –que todavía no empezó pero ya nos tiene locos a todos!-. Que sabe de los problemas en las escuelas, de paros, y que también pasaron, como todo el mundo, por los temores de la gripe A.
Y que es como Silvio Casadío, un paleontólogo que labura todos los días, en la Universidad, en el Museo, que organiza expediciones, que participa de campañas, y que explora todo el tiempo. No sólo en rocas o suelos ricos en historia. Sino también en la busca de recursos para hacer cosas, en la organización de muestras, etc.
Casadío es un “amante” de la Antártida. Al menos ya viajó y permaneció allí, si uno saca la cuenta, casi dos años enteros buscando fósiles antiquísimos de invertebrados marinos. Fue en siete oportunidades –desde mediados de la década del 90 en adelante- y vivió por esos helados rumbos alrededor de 3 meses cada vez.
Y como resultado se trajo, nada más y nada menos que ¡una tonelada y media de fósiles!! Pero más allá de eso –la nota publicada puede verse aquí- contó su vida “desde acá”. La de todos los días y la que planifica.

- ¿Cómo es ser científico?
- Para mí es un sueño. Que te puedan pagar por tu hobby, que alguien pague por tu trabajo que en realidad no es un trabajo, es fantástico, ¿no? La verdad es que no es para duro, ríe.
- ¿Qué es lo mejor de tu profesión?
- Creo que de las profesiones como geólogo, paleontólogo, una de las cosas más importantes, (que) es lo que más te golpea es la inmensidad del tiempo, la profundidad del tiempo geológico. Se escapa de todas las medidas humanas, porque uno dice puede vivir 80 años y pensás ¡qué bárbaro!. Pero estamos hablando acá de fósiles que tienen 70 millones de años y eso vos te lo podés imaginar?
- No!
- Por eso. Tocás eso y pensás todo… que era un mundo completamente diferente, hace 70 millones de años, la Antártida estaba conectada a Australia y la península antártica casi tocaba a a Patagonia, entonces era un mundo completamente diferente. Hace 70 millones de años no había hielo en ninguna parte del planeta, entonces había bosques en la Antártida, a pesar de que estaba en la misma posición que ahora, no había hielo en ningún lugar, entonces había animales que vivían en esas tierras, como los dinosaurios, un reptil que necesita ciertas condiciones de temperatura. Esas son las cosas que nos fascinan, reconstruir cómo era el ambiente, las condiciones, el clima en esa época tan, tan lejana en esas regiones
- ¿Cuándo decidiste dedicarte a esto?
- Desde que iba a sexto grado de la primaria.
- ¿Con qué soñabas?
- Con lo que hago. ¡Soy muy afortunado! Siempre me encantó, me acuerdo tuve una maestra que una vez cuando estaba enfermo me prestó un libro “Viaje al centro de la Tierra”, de Julio Verne, la historia de un geólogo y yo dije tengo que hacer esto.

¿Quién me mandó a venir acá?

- ¿Cuál es la sensación al pisar la Antártida por ir por primera vez?
- La primera vez la pregunta que te hacés es ¿quién me mandó a venir acá?, ríe. Porque te bajás en la base Marambio y cuando mirás, está todo congelado, hace 8, 9, 10 grados bajo cero, son las 5 de la mañana y decís ¡¡¡quién me mandó a venir acá!!!
Mirás y no ves una roca, nada... porque normalmente el avión tiene que aterrizar en horas muy tempranas, a la mañana, cuando la pista está bien congelada.
- ¿Hay días en que te querés volver?
- No. Después cuando te llevan al lugar de trabajo o donde vos planificaste donde trabajar, las cosas cambian porque ves las rocas que vas a estudiar . Si bien hay días que hace mucho frío, hay tormentas de nieve –la sensación térmica es como 40 o 50 grados bajo cero, no podés salir de la carpa, normalmente después vienen días mejores para salir y trabajar bien. Y en general, después de varias semanas te acostumbrás al frío y ya no sentís tanto e incluso a veces sentís calor.
- ¿Cómo es un día allá?
- En diciembre o enero, tenés 24 horas de día, entonces pueden ser las 2 de la mañana y estar trabajando en el campo sin darte cuenta, excepto por el hambre o el sueño. Es muy curioso, muy extraño… Pero cuando el tiempo está bueno hay que aprovechar al cien por ciento, porque después pueden venir días de tormenta que no podés salir de la carpa.
- Y qué hacés en esos días?
- Y… tenés que tener varios libros para leer, ja ja, y bueno. La computadora, en los últimos años con las notebook es un alivio porque como tenemos un generador de 220 voltios se pueden recargar las baterías y uno puede hasta ver una película, se hace mucho más llevadero.





 
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