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Ese rincón es como un mundo aparte. Literalmente. Y literariamente. Es la biblioteca de la Colonia Penal, donde no solamente sucede lo que sucede en cualquier otra biblioteca. Eso de prestar libros, leer, devolver y contagiar ganas de repensar el mundo. Imaginarlo.
No. Es también un taller.
Un taller que trata a los pobres libros que están prácticamente a punto de entrar a terapia intensiva y salen como nuevos. Es que allí se "atienden" (bueno, exagerando un poco tal vez) casi todos los libros viejísimos y rotos de diversas instituciones de Roca.
Un grupo de internos se encarga de desarmarlos por completo, en los casos más extremos, para poder volver a armarlos. Encuadernarlos y darle nueva vida para que sigan pasando por cientos y cientos de manos. Como debe ser.
En ese rincón, donde sólo abundan estanterías austeras, textos apretados y una mesa cuadrada no muy grande donde "se reponen los enfermos", Antonio, Carlos, Wálter, y otros compañeros, son como "amos y señores" de los libros. Hablan de ellos, los muestran y todo lo que hacen, giran a su alrededor. Es que allí pasan, día tras día, sus mejores momentos en el drama del encierro, cuentan. "Llegan en muy mal estado, pero tratamos de dejarlos lo más original posible", dice Antonio, mientras Wálter –de nacionalidad boliviana y egresado de Ciencias Políticas– desmenuza un ejemplar. "Hemos arreglado libros reviejos, uno como de 100 años, que venía de la cárcel de Ushuaia".
Todo partió de un taller de encuadernación que permitió "recomponer" más de 650 ejemplares, desde fines del 2009 hasta el presente.
Más de 3.000 libros sin uso
Ruca Quillcatuve está prácticamente lista para abrir, en otra sala anexa una biblioteca popular para ciegos. Ya tiene casi todo listo para largar. Un espacio confortable, muchas ganas y más de 3.000 ejemplares, de todo tipo, en braille. Sin embargo, hasta ahora ni siquiera hay una fecha posible para su apertura. ¿Por qué? Porque falta personal para atenderla. Una lástima, ¿no? |
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