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Por qué será que cuando uno escucha la palabra "científico" piensa, inmediatamente, en una persona… rara.
"Rara"… que suena como que está más allá de nuestro alcance. Gente muy intelectual, alejada de la realidad... de lo cotidiano. Uno se imagina que, tal vez, sólo sueltan el microscopio para comer algo, que trabajan codo a codo con células que crecen, se multiplican... Que analizan virus... microorganismos, todas ‘cosas difíciles’. O no sé, tal vez que se la pasan mirando el cielo, abocados a estudiar los planetas, la luna... en fin.
Cualquier cosa que uno imagina sobre todo cuando es chico y crece con ellas. Pero que en general, y ¡por suerte!, no coincide con lo que verdaderamente es.
Que es gente "común y silvestre", de carne y hueso, con chispa y buen humor. Que viste de jeans y zapatillas y que está al tanto de lo que a todos nos rodea: el fútbol y el mundial que se viene y –que todavía no empezó pero ya nos tiene locos a todos!-. Que sabe de los problemas en las escuelas, de paros, y que también pasaron, como todo el mundo, por los temores de la gripe A.
Y que es como Silvio Casadío, un paleontólogo que labura todos los días, en la Universidad, en el Museo, que organiza expediciones, que participa de campañas, y que explora todo el tiempo. No sólo en rocas o suelos ricos en historia. Sino también en la busca de recursos para hacer cosas, en la organización de muestras, etc.
Casadío es un “amante” de la Antártida. Al menos ya viajó y permaneció allí, si uno saca la cuenta, casi dos años enteros buscando fósiles antiquísimos de invertebrados marinos. Fue en siete oportunidades –desde mediados de la década del 90 en adelante- y vivió por esos helados rumbos alrededor de 3 meses cada vez.
Y como resultado se trajo, nada más y nada menos que ¡una tonelada y media de fósiles!! Pero más allá de eso –la nota publicada puede verse aquí- contó su vida “desde acá”. La de todos los días y la que planifica.
- ¿Cómo es ser científico?
- Para mí es un sueño. Que te puedan pagar por tu hobby, que alguien pague por tu trabajo que en realidad no es un trabajo, es fantástico, ¿no? La verdad es que no es para duro, ríe.
- ¿Qué es lo mejor de tu profesión?
- Creo que de las profesiones como geólogo, paleontólogo, una de las cosas más importantes, (que) es lo que más te golpea es la inmensidad del tiempo, la profundidad del tiempo geológico. Se escapa de todas las medidas humanas, porque uno dice puede vivir 80 años y pensás ¡qué bárbaro!. Pero estamos hablando acá de fósiles que tienen 70 millones de años y eso vos te lo podés imaginar?
- No!
- Por eso. Tocás eso y pensás todo… que era un mundo completamente diferente, hace 70 millones de años, la Antártida estaba conectada a Australia y la península antártica casi tocaba a a Patagonia, entonces era un mundo completamente diferente. Hace 70 millones de años no había hielo en ninguna parte del planeta, entonces había bosques en la Antártida, a pesar de que estaba en la misma posición que ahora, no había hielo en ningún lugar, entonces había animales que vivían en esas tierras, como los dinosaurios, un reptil que necesita ciertas condiciones de temperatura. Esas son las cosas que nos fascinan, reconstruir cómo era el ambiente, las condiciones, el clima en esa época tan, tan lejana en esas regiones
- ¿Cuándo decidiste dedicarte a esto?
- Desde que iba a sexto grado de la primaria.
- ¿Con qué soñabas?
- Con lo que hago. ¡Soy muy afortunado! Siempre me encantó, me acuerdo tuve una maestra que una vez cuando estaba enfermo me prestó un libro “Viaje al centro de la Tierra”, de Julio Verne, la historia de un geólogo y yo dije tengo que hacer esto.
¿Quién me mandó a venir acá?
- ¿Cuál es la sensación al pisar la Antártida por ir por primera vez?
- La primera vez la pregunta que te hacés es ¿quién me mandó a venir acá?, ríe. Porque te bajás en la base Marambio y cuando mirás, está todo congelado, hace 8, 9, 10 grados bajo cero, son las 5 de la mañana y decís ¡¡¡quién me mandó a venir acá!!!
Mirás y no ves una roca, nada... porque normalmente el avión tiene que aterrizar en horas muy tempranas, a la mañana, cuando la pista está bien congelada.
- ¿Hay días en que te querés volver?
- No. Después cuando te llevan al lugar de trabajo o donde vos planificaste donde trabajar, las cosas cambian porque ves las rocas que vas a estudiar . Si bien hay días que hace mucho frío, hay tormentas de nieve –la sensación térmica es como 40 o 50 grados bajo cero, no podés salir de la carpa, normalmente después vienen días mejores para salir y trabajar bien. Y en general, después de varias semanas te acostumbrás al frío y ya no sentís tanto e incluso a veces sentís calor.
- ¿Cómo es un día allá?
- En diciembre o enero, tenés 24 horas de día, entonces pueden ser las 2 de la mañana y estar trabajando en el campo sin darte cuenta, excepto por el hambre o el sueño. Es muy curioso, muy extraño… Pero cuando el tiempo está bueno hay que aprovechar al cien por ciento, porque después pueden venir días de tormenta que no podés salir de la carpa.
- Y qué hacés en esos días?
- Y… tenés que tener varios libros para leer, ja ja, y bueno. La computadora, en los últimos años con las notebook es un alivio porque como tenemos un generador de 220 voltios se pueden recargar las baterías y uno puede hasta ver una película, se hace mucho más llevadero.
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