29 » Mar 2024
Diario Río Negro
www.rionegro.com.ar
Silvana Salinas
Editora Responsable
 
  16 » Jun 2011
Ese día especial que no debería existir
 

Tenía la mirada perdida, pero estaba parada derechita. Estoica. Pese al frío, pese a la gran cantidad de gente que caminaba, a esa hora. Pleno mediodía, horario de recambio laboral y de últimos trámites de apuro.
Sostenía, junto a dos personas más, un cartel. Grande, con letras rojas. Cómo no verlo!
No pudo decir siquiera cómo se llamaba. Ante la pregunta, sólo atinó a señalar a otras personas para que hablen.
La mujer, una abuela mayor, de poco pelo y dentadura despoblada, prefirió no hablar. O no pudo.
Es una paciente de Salud Mental de un centro para adultos mayores de Roca, que caminó ayer, 15 de junio, por sus derechos junto a otros adultos mayores. Para reclamar, para hacer conocer la triste realidad de golpes, maltratos, indiferencia, abandono, olvido, estafas, desamor... que padecen a menudo los ancianos.
No habló. Esta mujer bajita de mirada perdida, sólo se aferró al cartel y buscó refugio en él de las miradas ajenas. Pero dijo mucho más, quizá hasta de lo que ella pudo imaginar.
Yendo hasta donde fue. Participando de una actividad para generar conciencia. Portando, estoica y sin pestañear, ese gran cartel que, en una sola palabra, resumía toda la escena: “Dignidad”.
Porque el pedido fue ese. Solo uno, en el Día Mundial de la Toma de Conciencia del Abuso y Maltrato en la Vejez. Una fecha especial, establecida por la ONU, que no debería existir.
 
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  05 » Apr 2011
"Por suerte, si nos caemos sabemos levantarnos"
 


“No te da ganas de venir y ver esto, destruido, pero por suerte con mi señora, si nos caemos sabemos levantarnos”, dice Marcos Parra, sin perder ni por un instante la calma ni el buen ánimo. Sí se lo nota cansado, agobiado. Y no es para menos.
Porque Marcos y su mujer, Margarita, saben lo que es “tenerlo todo”, un techo, una casa, comida, ropa limpia y calzado. Lo que se necesita para sobrevivir y que se puede conquistar con una vida digna y de trabajo. Y también perderlo todo. En un instante y como por arte de magia.
El 16 de marzo pasado, por la tarde, un incendio voraz y temerario arrancó con fuerza desde el interior de la casa y arrasó con todo a su paso. Aparentemente, un corto circuito originó el desastre. El fuego se trepó por las paredes y se aferró con fiereza al cielorraso. Invadió la pequeña cocina, se coló por la única habitación de la casa, y en cuestión de minutos las llamas devoraron “los esfuerzos de toda una vida”.
“Pensé que era una joda. Habíamos ido con mi señora al hospital porque su hija había tenido familia y a la beba le daban el alta, porque había estado en terapia intensiva, cuando la llamaron y le dijeron: ‘Margarita, andá para tu casa que se está incendiando’. Pensamos que era una broma... no sé. Pero quién hace esas bromas... Así que nos vinimos como tiro y cuando llegamos... no lo podíamos creer. Ya estaban los Bomberos, todo el mundo... No había nada para hacer”.
Marcos rememora, tramo a tramo, esa nefasta tarde mientras rasquetea, como puede, las paredes para sacar los restos de revoque quemado. El escenario es increíble. Sólo los pisos y las paredes desnudas quedaron en pie. “Hago lo que puedo. Estoy enfermo, tengo una hernia que se me hizo después de una operación que tuve en el hospital hace como 5 años... quedé mal y tengo la panza abierta, con una bolsita. No puedo hacer esfuerzos pero si no levanto la casa otra vez, quién lo va a hacer”, dice, mientras muestra palmo a palmo los estragos que hizo el fuego. Su casa está en calle Mitre 2318.
No hay en su mirada ni un rastro de dolor, de congoja. Al menos, parece. Pero sí de ganas por volver a poner su casa en condiciones para volver cuanto antes.
“Ya está”, dice resignado, “qué le vamos a hacer. Por suerte, con mi señora, si caemos sabemos levantarnos”. Hoy, con toda su familia viven en casa de su suegra en J.J. Gómez.
Aquella tarde de mediados de marzo, rememora Marcos, “llegué y lo único que quería era entrar para tratar de sacar las cosas de los chicos, teníamos todas las cosas del bebé que nació, el televisor, una computadora nueva que compramos para que la hija de mi señora termine la secundaria. Recién pagamos la segunda cuota creo... pero no pudimos salvar nada”, se lamenta, Marcos. Él es albañil pero está sin trabajo, y su mujer es empleada por horas en una confitería.
En el patio, aún se siente el olor a la quema reciente. Debajo de un parral quedó una mesa. Un viejo radiograbador, que alguien les regaló, les sirve para sobrellevar un poco mejor las largas mañanas de trabajo. Más allá, un sillón quemado, latas ennegrecidas, una caja de libros que los bomberos lograron arrebatarle al fuego y no mucho más. “Ahí quedó un lavarropas... pero no sé si anda, no creo”.
Un colchón de dos plazas, con las huellas de haber salido del fuego, está apoyado contra la pared, pero de la cama no quedaron siquiera rastros. “Necesitamos de todo”, dice el hombre, ante la consulta. Pero “lo más urgente que precisamos son chapas, tirantes, para poder aunque sea poner el techo y venirnos acá como podamos”, agrega Marcos, antes de despedirse y agradecer -insistente- por la nota y por las fotos.
Para quienes deseen ayudar a esta familia su dirección es Mitre 2.318 (por la mañana hay gente) o a los teléfonos 421058 o 15254882.

 
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  22 » Mar 2011
Y ellos solo querían casarse
 
Intento apurar el paso, pero es imposible. La vereda es ancha, pero una pareja camina delante de mí a paso lento. Demasiado para mi gusto. Me acerco más y los veo a ambos. Mayores. Van despacio, y noto que dudan sobre el camino a seguir. Quizá no son de por acá, pienso.
Apuro el paso un poco más, ellos y yo caminamos en la misma dirección, pero viene gente “del otro lado”. Es imposible acelerar sin llevarse a alguien por delante.
“Uff”. Pero bueno. A la mañana, y en pleno centro, es así, me consuelo. Tampoco es que quisiera “volar” camino al trabajo, que me quedaba exactamente a menos de una cuadra y media... sería cuestión de ritmo, de costumbre, calculo.
Y como la maniobra de adelanto, me estaba casi vedada (aclaro: todo esto pasó el viernes, a media mañana, en el centro de la ciudad donde vivo, y en cuestión de segundos, no más que eso) me resigné e hice un poco de eso que me gusta hacer.
Debo admitirlo. No es de chismosa (así, literalmente, un 100%) sino porque desde que recuerde (en la infancia solían decirme que era muy “observadora”) me gusta estar atenta, escuchar, intentar conocer “de qué habla la gente”. Siempre me intrigó, en los bares, en las paradas de colectivos, en los consultorios... ese cuchicheo de voces extrañas. Saber cuál es el tema del momento para la gente que camina, que compra, que va al médico, que trabaja... En fin.
Así que esta no fue la excepción, pero me sorprendí sobremanera. Escuché, ciertamente, algo que para nada esperaba oir.
Vuelvo. Caminaba detrás de esta pareja de viejitos. Ella, grandota, con pollera de jean gastada, una campera liviana de lana y una larga melena blanca. Creo que llevaba zapatillas deportivas y medias. Él, también de jean. Pelo corto, prolijo, y canoso.
- ¿Pero dónde quedará esa mueblería que te dijeron?, insistía él.
- No sé, creo que una cuadra más, decía ella.
- Pero ¿y qué hacemos?, ¿seguimos?, preguntaba él, aparentemente cansado.
- ¿Y allá?, mencionaba la mujer, señalando un local de venta de artículos para el hogar, electrodomésticos y tecnología, ubicado en la vereda contraria. ¿Venderán muebles?
- No sé, no sé, contestó él, dudando evidentemente del cambio brusco de trayectoria. Lo cual lo obligaba no sólo a cruzar la calle, sino tener que volver más de media cuadra para esquivar un cantero alto de bulevar. O, pasarlo por arriba. Lo cual podía convertirse para ambos en una maniobra arriesgada.
Y contemplando, obligatoriamente la escena, decidí ahorrarles dudas y me despaché: “sí venden”, me atreví a decirles, sin que preguntaran.
Los dos, a la vez, se dieron vuelta (obviamente no habían notado mi presencia, algunos pasos más atrás) y sólo me ofrecieron una sonrisa.
Tendrían alrededor de 70 años ambos. Creo. Ella con el rostro, poblado de arrugas y enmarcado por el pelo lacio blanco. Largo. No recuerdo el color de sus ojos. Y él, con una mirada alegre y pícara detrás de los lentes. Me pareció que caminaba con bastón.
Fue el único que habló, tras mi breve interferencia. Y allí llegó la sorpresa.
“Muchas gracias”, me dijo, apenas mirándome, y ya empezando a cruzar la calle para poder llegar al comercio indicado. Y lo soltó: “Estamos apurados para comprar muebles... ¡porque vamos a casarnos!”, rió alegre. Ella sólo lo miró, como asintiendo, y enfiló hacia la vereda de enfrente.
También les devolví la sonrisa, pensando quizá en lo obvio: “nadie quiere casarse, y estos viejitos...”. ¿Y por qué no? ¿Por qué el ‘Indec’ dice que el número de matrimonios (a cualquier edad) no sufre el mal de la inflación? ¿Porque las estadísticas argentinas hablan de que el 33 por ciento del total de la población que vive en unión, lo hace en concubinato?
Ahora sí. Apuro el paso y, aún con la breve historia en mente, llego a destino. Era sólo cuestión de segundos.
 
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  02 » Mar 2011
Jóvenes ayudan a levantar el 'techo propio'
  Voluntarios surgidos del vínculo entre Un techo para mi hermano y el colegio El Salvador, de Buenos Aires, colaboraron en la construcción de 42 casas en la ex toma de Chacra Monte.



En cuanto les ofrecieron el viaje al sur del país, no lo dudaron. Poco preguntaron, pero sabían que la misión tenía un objetivo esencial: aprender, compartir, intercambiar experiencias y ayudar. Un grupo de jóvenes, ex alumnos del colegio El Salvador, de la ciudad de Buenos Aires, se embarcó en la propuesta y días atrás viajaron a Roca para colaborar con la construcción de viviendas a familias de escasos recursos.
La solidaria "visita" forma parte de un especial vínculo que mantiene la institución educativa con la Asociación civil Un techo para mi hermano, que se encuentra trabajando en la ejecución de los proyectos habitacionales en la ex toma de Chacra Monte.
Las tareas se realizan en el marco de la construcción de las 42 viviendas unifamiliares que integran la quinta etapa del Proyecto de Cáritas, se comentó.
En esta oportunidad, a los ex alumnos se han sumado voluntarios provenientes de otros ámbitos. El grupo, conformado por 11 personas, ayuda con sus propias manos a edificar y así contribuyen en hacer realidad el sueño de la casa propia de las familias involucradas en el proyecto.
La experiencia, motivada por la solidaridad con las familias, en la que los jóvenes comparten y trabajan "mano a mano", genera lazos que superan la situación de la mejora habitacional y es sumamente importante "ya que es más que valorable el intercambio de experiencias y realidades que se origina a través de este voluntariado", se apuntó.
Según se remarcó, este vínculo que se estableció hace ya 13 años, "ha sido mantenido a lo largo del tiempo gracias a la predisposición de ambas partes, que ven en la ayuda mutua, la colaboración y el voluntariado una manera de contribuir con el mejoramiento del hábitat y la vivienda".
Los jóvenes, que el fin de semana ya regresaron a Buenos Aires, "trabajaron día tras día a la mañana y a la tarde en la construcción de las viviendas en la ex toma. Es un ejemplo de solidaridad y compromiso de estos chicos que vienen hace tantos años a poner su trabajo y buena predisposición junto a las familias", destacó Adriana Hipperdinger, de Un techo. "El resto del año ellos estudian, trabajan y juntan fondos para volver a Río Negro. Es un gran compromiso", resaltó, "y con ellos estamos intentando desarrollar algún otro proyecto vinculado probablemente al microcrédito para mejoramiento de viviendas".
 
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  27 » Jul 2010
Leolinda y su amor 'grande' por la escuela
  "A qué voy a ir a la escuela... a gastar cuaderno nomás", pensaba Leolinda, una abuela roquense de la zona costera. Pero hoy, por suerte, cambió su parecer y en un aula de la Escuela 155 de Mosconi estudia primer grado. Diariamente camina más de un kilómetro hasta la biblioteca del barrio, y cuenta que lo que más le gusta es "dibujar" y "hacerle caso a la maestra". Orgullo local.



Tímida, cabizbaja y sin entender demasiado lo que los "desconocidos" le preguntaban, o mejor dicho por qué tanta insistencia, Leolinda apenas se atrevía a levantar la mirada.
No se despegaba de su cuaderno ‘de deberes’ ni por un instante. Sólo paró un ratito, apenas, que duró milésimas de segundos, para mostrar todo lo que ha aprendido en lo que va del año, y los dibujos que tanto le gusta crear y le hacen renacer su orgullo.
Leolinda es Leolinda Ramón. Una mujer chiquita, de muy pocos dientes pero con sonrisa amplia, de pelo blanquecino y un rostro superpoblado de arrugas tiernas.
De esas que parecen contar cómo fue su historia. Dónde creció y cómo fue su vida.
Pero ella prefiere hacer silencio. Y lo respetamos.
Leolinda es una mujer que vive en la zona costera de Roca, y no llega a los 70 años.
Y es parte de una orgullosa postal que pudimos ver, un día cualquiera, en una biblioteca, donde llegamos junto con el fotógrafo, por otro motivo.
Y la vimos a ella. Tan ensimismada y tan primorosa con su lapicera y su cuaderno. Con un libro entre sus manos con el cual hacía los deberes.
Querer conocerla fue inevitable. ¡Cómo no querer saber más sobre esta mujer tan entusiasta! Si a pesar de sus años y sus obligaciones, cada día camina más de un kilómetro sólo para poder llegar a la biblioteca.
Y Leo contestó amable, cada una de las preguntas, como sin darse cuenta (al menos eso creo) del por qué de tanto interés.
- Siempre vengo acá (a la biblioteca de Mosconi), a estudiar, contó sin dejar de hacer trazos en su cuaderno.
- Cuántos años tiene?
- Y… yo soy del ’42, tengo dos hijos, el Horacio y el Aurelio, y cuatro nietas.
- Cómo fue que decidió empezar a estudiar?
- No quería venir antes, no sabía bien cómo era esto, hasta que un portero conocido me dice ‘abuela por qué no va a la escuela?’. Y yo le dije ¿a qué? a gastar cuaderno nomás… y bue… empecé y me gusta. Mire, mire cómo dibujo – dice mostrando su cuaderno, con enorme entusiasmo y orgullo- es lo que más me gusta.
- Y qué más le gusta de la escuela?
- Poner atención. Aprender y hacerle caso a la maestra. Eso siempre, siempre.

Fotos César Izza

 
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  15 » Jun 2010
Donde los 'viejitos' cobran vida II
 


Ese rincón es como un mundo aparte. Literalmente. Y literariamente. Es la biblioteca de la Colonia Penal, donde no solamente sucede lo que sucede en cualquier otra biblioteca. Eso de prestar libros, leer, devolver y contagiar ganas de repensar el mundo. Imaginarlo.
No. Es también un taller.
Un taller que trata a los pobres libros que están prácticamente a punto de entrar a terapia intensiva y salen como nuevos. Es que allí se "atienden" (bueno, exagerando un poco tal vez) casi todos los libros viejísimos y rotos de diversas instituciones de Roca.
Un grupo de internos se encarga de desarmarlos por completo, en los casos más extremos, para poder volver a armarlos. Encuadernarlos y darle nueva vida para que sigan pasando por cientos y cientos de manos. Como debe ser.
En ese rincón, donde sólo abundan estanterías austeras, textos apretados y una mesa cuadrada no muy grande donde "se reponen los enfermos", Antonio, Carlos, Wálter, y otros compañeros, son como "amos y señores" de los libros. Hablan de ellos, los muestran y todo lo que hacen, giran a su alrededor. Es que allí pasan, día tras día, sus mejores momentos en el drama del encierro, cuentan. "Llegan en muy mal estado, pero tratamos de dejarlos lo más original posible", dice Antonio, mientras Wálter –de nacionalidad boliviana y egresado de Ciencias Políticas– desmenuza un ejemplar. "Hemos arreglado libros reviejos, uno como de 100 años, que venía de la cárcel de Ushuaia".
Todo partió de un taller de encuadernación que permitió "recomponer" más de 650 ejemplares, desde fines del 2009 hasta el presente.

Más de 3.000 libros sin uso

Ruca Quillcatuve está prácticamente lista para abrir, en otra sala anexa una biblioteca popular para ciegos. Ya tiene casi todo listo para largar. Un espacio confortable, muchas ganas y más de 3.000 ejemplares, de todo tipo, en braille. Sin embargo, hasta ahora ni siquiera hay una fecha posible para su apertura. ¿Por qué? Porque falta personal para atenderla. Una lástima, ¿no?
 
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  16 » Apr 2010
Diversificar en tiempo de vacas flacas
 


Dicen que diversificar es lo mejor en época de vacas flacas… y no tanto. Y ser innovador, ‘pionero’ –si se quiere- o saber ver las oportunidades en cada momento, puede ser la clave. Darío Marcoccia lo sabe. O lo intuye al menos. Y no es por pura teoría, sino porque esta idea la viene construyendo hace tiempo, la puso en práctica siempre, y la sigue aplicando ahora.
Darío es peluquero desde hace años… No es nuevo, para nada. Lleva en el rubro algo así como... más de 70!. Así es que no sólo conoce al dedillo su profesión, sino que es una voz más que autorizada para contar y compartir su experiencia. “Me hice peluquero a los 9 años”, recuerda, “cuando todavía vivía en Italia”.
Y a lo largo de su carrera hay algo que siempre lo marcó y diferenció del resto. ¿Qué cosa? Que siempre buscó un costado novedoso y que le permitiera ofrecer un "algo más" a sus clientes. Primero fueron tratamientos capilares, obviamente ligados a su profesión, después pensó en la realización de masajes en su salón, y también fue “pionero”, cuenta, en la instalación de un sauna en su peluquería.
Pero ahora, hace poco tiempo, dio otro nuevo salto, también creativo -¿por qué no?- para saber captar la atención y el interés de su clientela. Incorporó modernas máquinas –de sistema “vibromass”- para que quienes necesiten un corte de cabello, en medio de la espera, también puedan hacer un poco de gimnasia.
“Ah, lo mío no es nuevo, eh”, dice, sin ningún tono de altanería. Es que su experiencia así lo demuestra: “desde que arranqué, hace más de 70 años, cuando me vine de Italia, siempre busqué dar algo extra a mis clientes. Fui el primero en traer el sauna acá a la ciudad, también puse masajes en el local, traje modernos aparatos… y ahora se me ocurrió esto”.
- ¿Cómo se le ocurrió?
- Y … pensé un modo que la gente haga algo mientras espera… a veces veo algunos señores y señoras… tan flojitas –dice, entre risas. Pero ¡ojo! acá ni un peso cobro por esto, eh! Vienen a veces y me dicen ¿cuánto el mes? Pero no. Esto es para la gente que viene acá, mis clientes… La gente lo ha recibido bien y por suerte me va bien. Tengo desde hace años mis clientes y ¡mire que no cobro barato!...
 
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  12 » Apr 2010
Luisana, la beba de 480 gramos que pelea por la vida
  Nació de 23 semanas tras una cesárea de urgencia y ya cumplió su primer mes.




Nunca, nunca, pero nunca, Belén imaginó festejar con tanta, tanta alegría, emoción y esperanza, el primer mes de vida de su hija. Y Ricardo, el papá, seguramente tampoco. Es que el segundo nombre de Luisana Xiomara debió haber sido, quizá, "Milagros". Porque esta pequeñita recién cumple su primer mes desde que tuvo que salir de la panza de su mamá y no para de dar muestras extraordinarias de sus ganas y su lucha por sobrevivir. Una extrema fortaleza que le muestra día a día a sus papás, a los enfermeros y médicos de un sanatorio de Roca que se encargan de cuidarla minuto a minuto.

Es que para ella los cuidados son muchísimos, los riesgos también son grandes y la tristeza al verla pasar algún sobresalto o la enorme alegría cuando se recupera, también. Todo es intenso, pero gradual. Lento, pero muy satisfactorio, para esta chiquitita que nació mucho antes de tiempo, cuando su mamá recién empezaba a sentirla dentro de su panza, y con tan sólo con 480 gramos de peso.

"Fue difícil, complicado al principio", cuentan los médicos que se encargaron, junto al plantel de enfermeras y personal especializado del Sanatorio Juan XXIII, de sacarla a flote, y también lo reflejan en sus caras Belén y Ricardo. "Pero por suerte hoy podemos decir que Luisana está bien…", dicen a coro, y respirando hondo. Exhalan optimismo con cada palabra que sale de sus bocas. Es que Luisana "la pelea y la pelea" y es, hasta ahora, la nena más chiquitita que nació en el sanatorio, y ayudarla a vivir se convirtió en el mayor desafío para todos.

Nació de 23 semanas –cuando su mamá tenía unos cuatro meses y medio de embarazo- en medio de una cesárea de urgencia. "Es increíble… ahora está bien y por suerte no se cumplió nada de lo que nos decían los médicos cuando me dijeron que ella tenía que nacer. Fueron muy sinceros, no nos dieron muchas esperanzas, porque dijeron que había mínimas posibilidades (de sobrevida). Fue muy duro, nos dijeron que podía nacer y no durar viva", cuenta Belén, con enorme fortaleza, parada en una pequeña salita de la clínica, luego de pasar una hora de visita junto a su nena, su primera hijita.

"Me interné un miércoles por una infección urinaria, al otro día fisuré bolsa y me hicieron una cesárea de urgencia. Luisana nació el 7 de marzo", cuenta. La beba nació con 480 gramos y descendió en los primeros días de vida a 400. Hoy ya trepa los 550 y cada gramo que gana es celebrado con emoción.

También parado a su lado, Ricardo sigue sin poder encontrar las palabras para poder describir lo que sintió por primera vez y lo que siente al ver a su hija. "Yo no sé qué decir –sonríe, un poco nervioso- estoy tan sorprendido con todo... Cuando la vi por primera vez... no sé... tan chiquitita...", dice, "pensé que era un poquito más grande (porque) cuando uno ve las ecografías ve otra cosa... No sé y verla bien... no podemos creerlo", cuenta, como puede y con las palabras que encuentra.

La gurrumina es asistida con un respirador artificial, alimentada por vía endovenosa y se encuentra aún como dentro de un pequeño "útero" hecho especialmente para ella. "Le damos la temperatura que necesita, la envolvemos de una forma especial, la tocamos lo menos posible, es para que ella se sienta como que está dentro del útero", explica Sara Regliner, jefa de Terapia Neonatológica y Pediátrica del sanatorio. "Y ella se mueve mucho, abre los ojos y ¡no sabés cómo se enoja!", dice.

Belén escucha cada palabra tranquila. Tiene 20 años y su estado de ánimo pasa por grandes altibajos, "pero nunca perdí las esperanzas", acota. "Venís y un día te dicen que está bien y es un gran alegría, pero hay otros en que te dicen que está mal y te caés. Ahora hace unos días no podía venir porque estaba enferma... y ella ya está bien. Es increíble pero las fuerzas que tengo vienen de mi hija, las ganas de vivir las tiene ella y nos la transmite a nosotros. Yo le digo a mi mamá que daría mi vida por ella, pero mi vida no alcanza para salvarla...".

" ¿Ahora qué es lo que más espero? Poder tenerla en mis brazos. Eso es lo único que quiero".


Un caso especial

Luisana es un caso especial, entre tantos y tantos chiquitos que nacen en forma prematura, debido a su extremado bajo peso y edad gestacional en la cual nació. "Hasta ahora el bebé más chiquito que asistimos fue de 25 semanas", mencionó Regliner.

"Según las pautas de Neonatología se consideran viables los embarazos desde las 25 semanas y se están asistiendo a partir de esa semana de gestación y arriba de los 500 gramos de peso, como promedio. Esta bebé está por debajo del promedio esperable como sobrevida. Hicimos todo lo que era necesario para que se recuperara y estamos teniendo respuestas buenas, eso alienta un poco más a que al bebé se le pueda dar más posibilidades", explicó la médica, acompañada por el Jefe de Pediatría, Horacio Mut.

"Trabajamos en equipo, el apoyo de enfermería en esto es importante, fundamental, continuo y además se toman otras medidas que no se toman con otros bebés. Se los trata de tocar lo menos posible, de agredirlos lo menos posible, de que no tengan frío, que no pasen cosas que para ellos son importantes".

Luisana "está con asistencia respiratoria, pero más que nada como apoyo respiratorio". En su caso "el desarrollo orgánico está, lo que falta es la maduración de los distintos órganos, por eso necesita respirador, no se la puede alimentar completamente, está con alimentación parenteral (por vía endovenosa) porque necesita cierta maduración y conocimiento".

Los desafíos para ella, en los meses venideros, son muchos, pero posibles. "Se tienen que cumplir muchas cosas hasta que le podamos dar de alta -aclaró la médica-. Lograr su maduración, su peso, tolerar la alimentación, respirar sola, todo esto va a llevar los cuatro o cinco meses que nos faltan, con sus altibajos, porque a veces está bien, a veces presenta problemas que es lo esperable. Pero tenemos todo puesto para que salga lo mejor posible".

La importancia de la atención en un centro de alta complejidad, "es fundamental en las primeras horas de vida de un bebé –agregó Regliner-. Si un bebé de estas características hubiera nacido en otro lugar, adonde no se lo pueda asistir y no tuvieran conocimientos y la práctica para atenderlo, muchos no llegan a ser derivados. Es fundamental asistirlo desde el primer momento que nacen porque eso es lo que determina su evolución posterior".

Cada vez más prematuros

Los nacimientos de bebés prematuros parecen seguir cursando una curva en alza. "Se están viendo más derivaciones y casos… lo que pasa es que en los últimos tiempos ha cambiado mucho la edad de concepción de la mamá, por ahí se trata de embarazos no programados y se ven más nacimientos de prematuros. Muchas mamás muy chicas y también, en el otro extremo, muchas mamás grandes", explicó la jefa de Terapia Neonatológica y Pediátrica del sanatorio roquense.

"Lo que vemos más frecuentemente es el caso de chiquitos nacidos desde 6 meses en adelante. Por suerte la mayoría, a veces algunos con más problemas que otros porque además de ser prematuros también tienen otros problemas, salen adelante y es buena la tasa de recuperación".
 
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