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21 » Feb 2011 |
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El sueño de dar vida a robots inteligentes |
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Quién no sueña, luego de una extenuante jornada laboral, con llegar a casa y que todo esté mágicamente "listo". Que haya "alguien" que, sin renegar, nos atienda a cuerpo de rey. Siempre amable y obediente. Sin cara de rezongue. Y en ese gran terreno que es la imaginación... ¿quién no fantaseó, alguna vez al menos, quizá en aquellas épocas que orillaban la más tierna infancia (o tal vez la inconsciencia) con tener un "robot inteligente" en el living del hogar?
Una locura futurista, dirían algunos. O una posibilidad al alcance de la mano, para otros. Muy pocos, claro.
Gerardo Acosta es uno de los poquísimos privilegiados que bien podría darse el gusto de dejar de fantasear y echar manos al asunto. Porque ese es su trabajo: es un ingeniero de mente brillante que se divierte dando vida a robots inteligentes. Esos que casi "piensan" por sí mismos. Que poseen una magnífica "inteligencia artificial", que le dicen.
Está empeñado en lograr, no sólo armar sus pequeños "robotitos", como él los llama, con capacidad de tomar decisiones por su propia cuenta (algo en lo que ya incursionó) sino con crear varios que se entiendan y hasta cooperen entre sí.
Y no piensa (al menos por ahora), en un 'espécimen' que le alcance una cerveza bien helada, mientras descansa o mira tele, o que le acerque el celular que olvidó en su estudio y no para de sonar, sino en cosas mucho más grandes. Obviamente. En objetivos cercanos, muy prácticos, y que puedan solucionar problemas del día a día.
Gerardo Acosta es un ingeniero electrónico que no para. Es "un obrero del conocimiento", dice. Investiga, explora, enseña, dirige, proyecta. Todo, con los pies bien puestos sobre la tierra.
De los que cree firmemente que la ciencia está para ayudar directamente a la 'gente común' en sus problemas cotidianos. De esos que viaja de tanto en tanto al exterior para perfeccionarse, para trabajar, pero vive "siempre queriendo volver".
También de esos que cada vez que sale de exploración, sea en Olavarría -cerca de su hogar- o al otro lado del globo, cree en los "asaditos infaltables" y no abandona "el mate que me acompaña adonde vaya, ¡cómo no!", ríe, de paso por Roca, tras participar y ser premiado en el último Congreso Mundial de Inteligencia Computacional que se hizo en la ciudad española de Barcelona.
Nació hace 46 años en General Roca, estudió Ingeniería en Electrónica en La Plata, y luego se perfeccionó en universidades europeas. Es doctor en la materia, investigador del Conicet, docente de la Facultad de Ingeniería de Olavarría, director de posgrados, asesor de grandes empresas y uno de los pioneros en investigaciones científicas asociadas a la tecnología inteligente. Dirige el grupo "Intelymec" (Investigación Tecnológica en Electricidad y Mecatrónica), y es referente de la asociación profesional más grande del planeta, la IEEE, que agrupa a todos los ingenieros electrónicos y electricistas.
Entre sus especiales logros y proyectos que lograron ver la luz, Gerardo cuenta, con orgullo y lujo de detalles, a "Autotracker", "Ictiobot" y otro célebre robot, auténticamente 'made in Argentina' que aún ni siquiera, con su grupo de trabajo, han llegado a bautizar.
Mucho más de lo que imaginaba desde pequeño, cuando ya le atraía conocer la vida de los científicos, los físicos y admiraba a Einstein "el más grande".
"Vamos por parte", dice.
El primero, un emprendimiento que lo unió a colegas de España, Escocia y de otros países europeos, fue la colaboración en la programación de un robot subacuático gigante –podría decirse– destinado a explorar e inspeccionar el lecho marino, con capacidad para llegar hasta 3.000 metros de profundidad. Un consorcio de universidades y cientos de miles de euros de afamadas multinacionales, permitieron al "Autotracker" comenzar a deambular, sin inconvenientes, en el mar del norte, en Escocia.
Luego, junto a su equipo de trabajo del Laboratorio de Robótica Móvil en Olavarría, idearon un pequeño "chiche" similar al europeo. De menor porte pero igual de inteligente.
Y ahora, el inquieto ingeniero roquense está metido de cabeza en lo que será el primer robot submarino argentino. (Ver aparte)
En un galpón con telarañas
Tras terminar sus estudios y doctorarse en España, Acosta fue "repatriado" para que pueda desarrollar y desplegar aquí todo lo aprendido. Aún recuerda el viejo galpón, lleno de telas de araña, que lo recibió a poco de su llegada. "Acá es, si quiere ponerse a trabajar...", recuerda, entre risas, la frase de bienvenida.
Hoy, luego de más de una década, cuenta con un grupo de trabajo de más de 35 personas –profesionales, docentes, tesistas– y un laboratorio especial que pudo ser armado con fondos que llegaron de la Unión Europea.
"Estábamos en un proyecto con la Unión Europea y pedimos fondos para poder armar un laboratorio acá.... Hubo que justificar mucho pero valió la pena... ¡eran divisas frescas!", bromeó, recordando el escenario local del 2001 y 'alrededores'.
En la Universidad Nacional del Centro (Unicen) nada de esto ya es nuevo. Trabajan desde hace unos quince años en estas cuestiones de inteligencia artificial, utilizando diversas técnicas que promueven sistemas automatizados emulando los procesos naturales. "Estamos lejos de los 'monstruos, como Japón o Estados Unidos", admite, pero "poder seguir la tecnología bien de cerquita y saber de qué se trata ya es muy importante".
"Mi tema de investigación siempre fue la idea del control inteligente: esto es, tratar de copiar la manera de razonar de los humanos y utilizarlo para controlar variables que son un poco complicadas. El control inteligente es una disciplina que emplea técnicas de inteligencia artificial o computacional, como se empieza a llamar ahora más recientemente, que es como una subdisciplina, pero un poco más realista".
Y sin que medien preguntas, sigue, para no dejar ningún tipo de dudas. ¿Qué es la inteligencia computacional? "Es tratar de imitar o copiar de la naturaleza, incluyendo al mismo cerebro humano y el sistema nervioso humano, estas técnicas para resolver problemas específicos.
–¿Cómo imaginás la sociedad del futuro? –se le pregunta.
–Con mucho más tiempo libre para el ser humano, con un trabajo no tan dependiente de la geografía, con mucha computadora, mucha tecnología. Sin necesidad de trabajo engorroso... Eso se lo dejaremos a las máquinas –responde. (S.S.) |
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13 » Oct 2010 |
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Los mineros de Chile y el rescate: ¿Qué más decir? |
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¿Qué más decir cuando todo está dicho?. O -mejor- visto y oido. Nunca, pero nunca (o casi, para los obsesivos) se pudo haber utilizado, con mejor oportunidad y mayor eficacia toda la "tecnología web" para transmitir un fenómeno de tal magnitud. Es que todo está "ahí". Los ojos de miles de millones de personas desde antes de la medianoche de ayer, se posaron en el impresionante rescate por tevé -tal como si fuera un nuevo 'reality'- y ya no pudieron despegarse de la pantalla.
Las cámaras, internas en el infierno de la roca, transmitiendo en vivo y directo desde el corazón de la mina, y arriba, en la superficie, no dejaban espacio para nada. Sólo para ver y no dejar de ver. Porque todo estaba ahí, no había más que mostrar.
El contagio, en el segundo a segundo, de la emoción y el estrecimiento ante el horror ajeno, ante las lágrimas y alegría de los familiares, tampoco dejaba lugar para más.
Twitter, Facebook, todas las redes sociales y el mundo web sucumbieron a los pies de la tragedia ajena, el rescate exitoso "sin inconvenientes hasta el momento", que no dejaban de repetir medios y más medios, pero no tenían demasiado margen para sorpresas, novedades, primicias. Todo, absolutamente todo, estaba en pantalla.
Las imágenes, en vivo y directo, abiertas, libres, mostrando todo lo que había para mostrar al instante, calmaban la ansiedad de millones pero la necesidad de saber más, conocer más, para muchos aún estaba a flor de piel.
Fue entonces que las redes sociales, los medios informativos de todo el mundo, bloggers y demás, aprovecharon al máximo la tecnología disponible y el movimiento fue gigantesco, avasallador, pero -a diferencia de otros hechos de magnitud- las diferencias estuvieron a la vista: ¿qué más decir?, ¿qué más mostrar?
Sólo el brutal y terrible trayecto hacia la libertad, ese temor, esa esperanza, ese sueño, el fin de una pesadilla, todo lo que pudieron pasar, sentir y ver en esos 622 metros infernales del ducto, apretujados en una cápsula que los llevaba nuevamente a la vida, es lo que no se pudo ver. La vida en el infierno en primera persona, que quedará sólo para un poco más adelante.
¿El resto? El resto estuvo y está a la vista del mundo. |
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29 » Aug 2010 |
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Si no es un milagro, le pasa raspando: Luchi ya está en casa |
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Y después dicen que los milagros no existen… Pero si éste no es un "milagro, milagro", de esos que cumplen con todas las de la ley, realmente le pasa raspando. Y sea lo que sea, o como sea, a Luisana y a sus papás poco les importa.
Porque para Luisana, una hermosa beba de casi 6 meses y 2,480 kilogramos de peso, estar en su propia casa, después de meses de luchar por su vida, "es algo increíble. Esa es la palabra, no lo podemos creer", dice Belén, su mamá, dudando hasta del significado real de sus propias palabras.
"Es indescriptible, nada que te pueda decir se podría parecer a lo que sentimos al tenerla acá con nosotros", continúa, sin poder hacer calzar ninguna frase con todo eso que siente.
Pero desde afuera, podemos "verlo": una mamá y un papá con el corazón 'muy lleno', repleto de esperanzas y satisfacción.
La historia de Luisana
Y no es para menos. Para quienes no pudieron conocer la historia de esta bebita, tan diminuta al nacer, pero tan fuerte y valerosa, se llama Luisana Xiomara.
Nació mucho antes de tiempo, cuando nadie lo esperaba: tuvieron que sacarla de la panza de su mamá –a causa de las consecuencias de una infección urinaria– cuando ésta llevaba apenas unos 4 meses de embarazo y pesaba unos escasísimos 480 gramos de peso.
"Nunca nos dieron esperanzas… Los médicos nos decían cómo eran las cosas realmente para que después no tuviéramos sorpresas y era muy duro, fueron meses y meses de estar internados todos juntos, con ella. Pero bueno, yo siempre creí que Luchi podía salir adelante y tuvo que pasar por muchas cosas pero ahora está acá en casa", dice Belén, hamacándola suavemente para que duerma.
Fueron meses "duros", cuenta, con días y días repletos de altibajos.
Luisana sufrió muchas crisis y las superó. Hasta tuvo que enfrentar una operación difícil y riesgosa para poder salvar "sus ojitos". Le detectaron una "retinopatía y ahí mismo en Neo (donde estaba internada) le hicieron una operación con láser. Por suerte los controles le vienen dando bien así que qué más podemos pedir", sonríe Belén, junto a su marido Ricardo, mientras muestra una primorosa carpeta llena de fotos desde el primer día que nació la beba. Su primer gorrito, su primer zoquete.
"Era muy difícil para mí, porque al principio no la podía tocar, alzar ni nada. Y la primera vez que la alcé estaba llena de cables, pero bueno, ahora está conmigo y se porta bien. Nada más me importa". "Luchi", como todos la llaman, duerme la mayor parte del día, come "de más" y ya no se pierde entre la ropita y los pañales como antes.
"Nos recorríamos todo para encontrarle ropita, pero al principio todo le quedaba grande. Los pañales de recién nacido se los cortaban por la mitad pero igual le quedaban inmensos", recuerda Belén y sonríe. Está tranquila y plácida, satisfecha. Igual que la pequeñita que duerme ahora, cálida, en sus brazos.
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