25 » Apr 2024
Diario Río Negro
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Sofía Sandoval
Editora Responsable
 
  17 » Jun 2009
Números que valen
 
Era físicamente imposible caminar más rápido. Miré el reloj otra vez: la clase había empezado hacía unos veinte minutos. No quería llegar tarde a mi segunda lección en esa materia, por lo que le supliqué a mis piernas que no me abandonaran. No ahora. Un esfuerzo más y llegaríamos.
Dos tramos más de escalera y ya estaba en el pasillo. El aula de Análisis de la Información tiene amplios ventanales que miran al corredor. Tanto mis compañeros como el profesor se fijaron en mi arribo incluso antes de que tocara el picaporte.
Traté de abrir la puerta con cara de disculpas pero el docente mantuvo su gesto de pocos amigos.
- Tarde, Sofía – dijo y me acercó una hoja.
Me quedé atónita. Durante años me habían dicho que en la Universidad sólo podían llegar a conocerme por un número de legajo. Ahora, no sólo me llamaban por mi nombre de pila sino que me devolvían en la mano mi trabajo práctico.
La historia tiene innumerables leyendas que se desmienten, pero este mito se rompió demasiado rápido.


Por supuesto que éste es sólo un caso extremo. En la Universidad siempre existen las clases teóricas donde asisten cientos de alumnos, con rostros que el profesor no puede distinguir desde su tarima o en el fondo de un aula anfiteatrada. Es claro, además, que los carnets o los números de legajo funcionan como un documento de identidad imprescindible para llevar a cabo cualquier trámite institucional. Es necesario numerar.
De todas formas, cuando se habla del alumno-número, se tiende a anular la relación humana entre estudiantes y docentes. Es la Universidad cada vez pesa menos el uso de clases magistrales dictadas por profesores de renombre, donde los jóvenes deben sentirse afortunados de sólo acceder a escucharlos. La tendencia actual se basa en el ida y vuelta, en el alumno distinto a los otros, el estudiante que participa, que responde, que importa.
Aunque cada institución tiene sus particularidades, hay que alejarse del mito que concibe a la Universidad como fría y despiadada. Entablar relaciones llevaderas con los docentes y ser tenido en cuenta como único y distinto dependerá de cada alumno. Lo importante, no obstante, es recordar que las facultades lo permiten.
 
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  03 » Jun 2009
Para darte una mano
 
Los estudiantes son los portagonistas en un proyecto de tutorías que se implementará en la Facultad de Periodismo y Comunicación Social de la Universidad Nacional de La Plata. El programa está liderado por docentes de una cátedra de primer año – Taller de Comprensión y Producción de Textos I-, quienes coordinarán a ayudantes alumnos para que se desempeñen como tutores.
De esta manera, a cada ingresante de la Licenciatura o el Profesorado en Comunicación Social se le asignará un alumno más avanzado en la carrera que se ocupará de escucharlo, ayudarlo y orientarlo en sus decisiones. El primer rol de los tutores es el pedagógico, destinado a facilitarle a los chicos su proceso de adaptación a la vida universitaria. El segundo es el de investigación, que tiene como fin conocer los motivos que hacen que los jóvenes abandonen los estudios.
El proceso es aún muy incipiente y no ha tenido resultados concretos. Pero no es un caso aislado: otras unidades académicas platenses, como la de Derecho, ya han avanzado en este tipo de programas que también se llevan a cabo en otras universidades como la de Buenos Aires y la del Comahue.
Los alumnos que ingresan a la Licenciatura en Turismo de la Universidad Nacional del Comahue ya tienen un sistema de tutorías bastante estructurado. Se trata de un programa de clases extracurriculares basado en ciertos ejes como toma de apuntes, técnicas de estudio, organización de horarios y clases de apoyo en las materias troncales de la carrera. En este caso, no se da la relación personalizada que busca la facultad platense pero sí se trata de ayudar a los alumnos en algunos aspectos que cambian en el paso del secundario a la educación superior.
Las características concretas varían según la realidad de cada casa de estudios y las exigencias de la carrera que lo implemente. Lo más importante de este programa no son esos detalles sino la voluntad de proponer una universidad más inclusiva. De este modo, la educación superior trata de alejarse del mito de los alumnos tratados como un número para empezar a pensar estrategias que retengan a los jóvenes en la institución.
El detalle fundamental, en el caso platense, es que los tutores no son empleados que cobran un sueldo para desempeñar esa función. Por el contrario, se trata de alumnos que se han destacado en la carrera y que trabajarán ad honorem, motivados por la creencia de que la Universidad no tiene que ser reservada para unos pocos.
Las tutorías son un ejemplo de las estrategias que buscan una universidad inclusiva desde la alianza, la cooperación y la construcción, y no desde el enfrentamiento.
 
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