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Tomar mate es una de las costumbres que carecterizan a los rioplatenses. Desde la temprana infancia, cualquier argentino se habitúa a ver a sus padres tomando ese té raro -como lo llaman los extranjeros-, por lo que la infusión les resulta muy familiar.
Se dice que en nuestro país, un niño se vuelve hombre cuando siente la necesidad de tomar mate solo, sin que nadie se lo haya cebado. Los universitarios, en ese proceso de maduración e independencia, sienten al mate como aliado, compañero y amigo inseparable.
Julieta es entrerriana y su cercanía al Uruguay -el país con mayor consumo de yerba mate per cápita- la convierte en una experta en el tema. Conoce todas las variantes posibles de la infusión: con hierbas, café, cáscaras de frutas, miel y azúcar quemada, entre otros. "También el mate es distinto como recipiente", explica Julieta y agrega: "Hay de metal, de madera, calabaza, loza y demás".
Esta bebida es muy significativa para la mayor parte de los habitantes del país porque representa un ritual de encuentro. Pero, para el universitario, el mate cobra un sentido especial. Está presente en las clases, las reuniones de estudio y las tardes en la plaza. La distensión de las cursadas parece medirse en realción a esta infusión: los profesores más estrictos lo prohiben, mientras que en las clases más amenas, los docentes se predisponen a compartir el mate con sus alumnos.
"Una de sus ventajas es lo barato que resulta", comenta Mercedes, otra alumna de la Universidad Nacional de La Plata. Tal vez es por eso que la yerba está presente en cualquier departamento o residencia universitaria. Sólo resta calentar el agua para propiciar algún encuentro. Porque la bebida no es sólo una compañera de solitarias noches de estudio, sino también una aliada para generar nuevos vínculos. En la universidad, así como en otros ámbitos de la vida, muchas amistades comienzan con un "¿me convidás un mate?". |
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