31 de Julio, un jueves a la tarde en Cincinatti.
Ese día, los 22 aces del croata Ivo Karlovic voltearon un imperio, el de Roger Federer y sus 235 semanas como número 1. Un rato después, Rafael Nadal le ganó al alemán Tommy Haas, pasó a cuartos de final del Masters Series y supo que, a más tardar el 18 de agosto, sería él el mejor tenista de todos en la actualidad.
Desde 2003, entre los dos ganaron 17 de los 20 Grand Slams que se disputaron. Nadal era el rey del polvo de ladrillo y Federer, del césped. Pero todo cambió este año, cuando el español le ganó al suizo en Wimbledon, ese lugar que había transformado en el patio de su casa. Allí mismo el trono cambió de mano. Que fuese oficial ya era sólo cuestión de tiempo. Y ese tiempo fue el lunes 18 de agosto.
Caído Roger en el cemento de Cincinatti, Rafa sabía que si ganaba el torneo al otro día ya sería el mejor del ránking, pero no. En semifinales, Novak Djokovic lo derrotó 6-1 y 7-5. Por eso el español debió esperar hasta algo más de quince días para verse oficialmente en lo más alto, días olímpicos. Días también felices para el mallorquín, que se vio en la cima y con el oro olímpico colgado de su cuello.
La (real) batalla de las superficies.
Rey de Roland Garros Rafa y de Wimbledon Roger, 2008 encontró a ambos en la disputa más cercana por el 1. Nunca antes Nadal había estado tan cerca de plantarle real batalla a Federer. Ganador del Grand Slam parisino desde 2004, el español sabía que sólo ganando en el césped de Londres podría desbancar al suizo. Podría ser ganador de por vida de Roland Garros y de cuanto Masters Series se dispute, pero sin Wimbledon no habría corona. Si para Federer ganar en Paris era una cuestión de orgullo y un desafío ante la superficie más antipática para su tenis, en cambio, para Nadal, Londres era una necesidad.
Esta vez Federer se propuso como nunca antes destronar a Nadal de Paris y contrató al español José Higueras para entrenarse especialmente para el polvo de ladrillo. Pero no hubo caso. De las cuatro finales que disputaron la versión 2008 resultó ser la más aplastante de todas: 6-1, 6-3, 6-0.
Nadal también se propuso seriamente quedarse este año con Wimbledon. Por eso inmediatamente después de su cuarto “Rolanga” consecutivo se fue a jugar al césped de Queen’s, muy cerca del jardín de Federer. Y a diferencia de 2006 y 2007, esta vez ganó, a Djokovic 7-6 (6) y 7-5. Todo un premonición de lo que iba a ocurrir el domingo 6 de julio. Ese día, Nadal y Federer disputaron un partido a la altura de lo que estaba en juego: el 1. Nunca antes, en sus 138 años de historia, Wimbledon vivió una final tan extensa y tan dramática: 6-4, 6-4, 6-7 (5), 6-7 (8) y 9-7 y 4 horas más 48 minutos de juego y lucha. Federer refrendaba su liderazgo sobre el césped del All England –donde sumaba cinco títulos y 40 triunfos seguidos- y un record de 65 juegos consecutivos sobre el césped de cualquier otra cancha del mundo, superficie donde no perdía desde 2002. Pero Nadal tenía otros planes para aquella tarde londinense.
Carrera de campeones
Nadal y Federer se enfrentaron por primera vez en 2004, en el Masters Series de Miami. Allí ganó Rafa por un doble 6-3. Volvieron a encontrarse otras 17 veces y el español ganó en once. La historia entre ambos incluye cuatro finales en Roland Garros (las tres últimas) y tres en Wimbledon (las tres últimas). Salvo aquella primera vez en Miami, donde se cruzaron en 32avos, de final, el resto fueron instancias de semifinales o final. Impresionante.
El español ocupaba el puesto 34 cuando venció por primera vez a Federer, que era el 1 hacía apenas un mes. Aquel fue el mejor ranking de Nadal de ese año, que terminó en el puesto 51. En 2005 la historia fue muy otra: le tomó sólo seis meses avanzar 49 puestos y ser el número 2, lugar al que llegó tras ganar su primer Roland Garros ante… Federer.
Rafa fue el número 2 durante 160 semanas seguidas. Todo ese tiempo lo tuvo delante solo a Roger. Profesional desde 2001, el mallorquín fue el jugador más joven en ganar un partido en torneo oficial de ATP: al paraguayo Fernando Delgado, en el torneo de Mallorca, con apenas 16 años. También es el tenista más joven en ganar la Copa Davis: 18 años 187 días tenía cuando España venció a Estados Unidos en 2004.
Tres años y 22 torneos ganados fue la persecución de Nadal sobre Federer hasta que le dio alcance. El español no aflojó nunca. Desde el segundo escalón fue creciendo y ganando, siempre un poco más. Muchas veces de modo imperceptible, pero constante. Hasta que llegó Wimbledon y el tenis de Rafa pudo con el de Roger.
Mente y músculo
Rafa Nadal juega cada pelota como si fuera la única y cada punto como si fuera el del partido. Impresiona su físico. Pero su secreto no está en el gimnasio, explica Joan Forcades, su preparador físico de la adolescencia. Nadal no hace pesas, sino que se ha convertido en maestro del do-in, gimnasia de origen chino para fomentar la movilidad articular, desl sit-ball, la pelota gigante deformable sobre la que se hacen ejercicios de flexibilidad; la polea cónica para el trabajo muscular excéntrico, las desaceleraciones y las frenadas: el trabajo de propiocepción, de equilibrio, para saber en todo momento la situación espacial de su cuerpo, de sus extremidades, de su conciencia corporal; y el streching, para mejorar su flexibilidad.
También Ángel Cotorro, su médico personal tiene cosas por decir: “La característica más destacada de Rafa es su resistencia. Posee un 73 por ciento de consumo máximo de oxígeno y 50 pulsaciones por minuto, cifras que se dan en los corredores de maratón. Pero lo más sorprendente es que esta cualidad la combina con una tremenda explosividad, similar a la de atletas de distancia corta. Es muy difícil que se combinen ambos parámetros y en Rafa ocurre”.
Un mal comienzo…
2008 no será recordado gratamente por Federer. La pérdida del trono fue la consecuencia de su peor arranque de año desde 2000. Recién pudo ganar su primer torneo del año en Estoril, Portugal. Una competencia sobre polvo de ladrillo que nunca habría jugado si no hubiera tenido tan mal arranque de temporada y si no estuviera obsesionado con Roland Garros. Los sucesivos tropiezos vulneraron su imagen de invencible hasta tocarle su autoestima. Ya no sólo era una cuestión de los demás, él mismo había perdido confianza sobre su tenis.
El propio Nadal se encargó de eso venciéndolo las cuatro veces –tres en polvo de ladrillo y una en césped- que lo enfrentó en 2008: Monte Carlo, Hamburgo, Roland Garros y Wimbledon. Pero también sufrió derrotas impensadas, como la que le propinó Andy Roddick en los cuartos de final de Miami. Federer le había ganado al norteamericano las últimas once veces. O Mardy Fish, 98 del ranking cuando en marzo lo derrotó en semifinales de Indian Wells.
En marzo, Andy Murray lo eliminó en la primera ronde de Dubai. Radeck Stepanek (27) en cuartos de Roma, Gilles Simon (22) en segunda ronda del Masters Series de Canadá y Karlovic, en la tercera ronda del de Cincinatti. Nunca en sus cuatro años como número había perdido tantos partidos en una misma temporada, y en instancias tan tempranas. ¿Qué pasó con él? Mejor, ¿qué pasó por él? Mononucleosis, ese virus que chapotea en la saliva pudo lo que ningún tenista contemporáneo derribar a Roger.
“Los médicos dicen que debo haber tenido la enfermedad al menos seis semanas, desde diciembre”, comentó el tenista en marzo, días después de perder en primera ronda ante Murray, en Dubai. “Los médicos no estaban seguros de que lo hubiera superado, pero ahora produzco anticuerpos y eso demuestra que la superé. Pero perdí gran parte de mi estado físico”, afirmó Federer.
“Durante el torneo en Melbourne me sentía lento, y buscaba posibles razones de lo que me pasaba sin encontrar una respuesta” señaló. El suizo indicó que, durante sus vacaciones en Suiza empezó “a encontrarse mal" por lo que fue "al hospital de inmediato para obtener más pruebas”. “En ese momento descubrí a través de los médicos lo que me estaba molestando: una mononucleosis”, explicó.
Volver por sus fueros…y encontrarlos
Maltrecho en su amor propio y con su tenis en caída libre, Federer se propuso ir a por sus fueros en la última gran cita de la temporada: el Abierto de los Estados Unidos. Y allí los encontró. Intactos. Sin chance de recuperar la cima del ranking en el corto plazo, Federer jugó en Nueva York por su orgullo, por la historia grande, por el tenis… Y ganó. El mejor tenista contemporáneo estaba de vuelta.
Sobre el cemento de Flushing Meadows Federer jugó su mejor tenis, como si nada de lo ocurrido en los anteriores siete meses del año hubiera sucedido. Su quinto Abierto estadounidense consecutivo lo ganó en una final simple, de menos de dos horas, a Andy Murray por 6-2, 7-5 y 6-2. ¿Por la historia dijimos? Este fue su 13º Grand Slam ganado y sólo le falta uno para igualar los 14 de Pete Sampras. También logró lo que nadie desde Bill Tilden en 1924: ganarlo cinco veces seguidas.
Salvo un derrumbe físico de Nadal, Roger sabe que la reconquista del trono ya no tendrá batallas este año, al que sólo le quedan los Masters Series de Madrid y París (500 puntos cada uno), durante este mes, y la Copa Masters, de Shangahi (650), en noviembre. Demasiados pocos como para destronar al español de Mallorca.
Después de ganar el US Open, Federer desparramó sus sensaciones sobre la cancha y lo que aún siente cuando reconoció: “Tuve por momentos la sensación de que de nuevo era invencible”.
La de 2009 será una temporada fantástica. Sin dudas.
