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  25 » Jun 2010
Bariloche y una delgada línea
  Bariloche es una ciudad difícil de asir desde el entendimiento. Sitio de contrastes pronunciados. Para algunos, una moneda de dos caras; para otros, múltiple, diversa, contradictoria. Es la ciudad que mayor cantidad de habitantes tiene de la provincia de Río Negro, se estima que supera los 120 mil habitantes, la cual se distribuye en el ejido más extenso del país. Poco más del 50% de esa población está en lo que se denomina “el Alto” que es algo así como la contracara de la Suiza Argentina, la postal que no se quiere mostrar.
En esta bella ciudad, abrazada entre montañas y lago; también hay singularidades culturales, étnicas y otras: es la ciudad que mayor cantidad de científicos tiene por habitante. Aún así, ni belleza, ni conocimiento fueron suficientes para dotarla de un cierto equilibrio. Hay bolsones de marginalidad y nichos de fastuosa riqueza; posee una economía frágil (que históricamente pende del hilo de una azarosa buena temporada); la ciudad no ha podido planificar su explosivo crecimiento; tiene crisis políticas locales recurrentes y no ha podido integrar a la población más vulnerable, en términos de solidaridad e inclusión; por tanto, subyacen en ella tensiones sociales constantes.
Lo ocurrido a mediados de junio en el Alto, es parte de estas tensiones que aloja, propias de una ciudad argentina, latinoamericana; la punta de un iceberg que- de tanto en tanto- asoma de modo dramático. Una realidad que inmediatamente se coloca en el estante interpretativo de “la seguridad”, pero que lo excede por todos sus costados.
La muerte de tres personas, dos de los cuales eran menores, pobladores de la zona de Bariloche que se esconde a los visitantes, vuelve a precipitar el debate. Un debate que nunca es suficiente para que ayude a comprender la multicausalidad del fenómeno, que sólo se queda en el episodio policial, como dictan las clásicas teorías punitivas que se conforman con poner la mirada sobre el momento de la comisión del delito; despojando de pasado y de proyección a un suceso.
Si tenemos que hablar de las últimas muertes, porque las hay de modo constante en la provincia, con o sin participación policial; tenemos que volver a la afirmación conocida: Bariloche nunca tuvo una política de seguridad acorde a su realidad. Nunca.
Gran cantidad de organizaciones repudiaron el “gatillo fácil” y la discriminación hacia pobladores de sectores marginales, situaciones que quedaron al desnudo por una lamentable muerte, pero que se repiten en la localidad desde hace años, fundamentalmente en la zonas del Alto. Pero, rápidamente las cámaras tomaron a quienes marcharon en defensa de la policía, y otra vez, quedamos entrampados en la lógica inmediatista. No se trata de “policías sí”, “policías no”. Cualquier ciudad de la Argentina quiere gozar de la seguridad, concebida ésta como un derecho humano. Y una extensa mayoría queremos policías que respeten los derechos humanos y que ayuden al cumplimiento de su respeto. Lo contrario es la legitimación de la violencia. Es violación sistemática de los derechos humanos.
Al menos, en esta oportunidad hubo un compromiso del juez que actuó con celeridad. El doctor Martín Lozada, quien mantiene un constante compromiso con la defensa de los derechos humanos, dispuso el procesamiento del cabo de la Policía de la Provincia de Río Negro por "homicidio doblemente calificado". La autopsia reveló que le habría disparado a una distancia de entre 2 y 3 metros de distancia, por lo que el magistrado consideró que "se trata de un homicidio alevoso". Además, desmintió que el joven portara un arma y que escapara de un robo al momento de ser alcanzado por la bala del policía.
En este sentido disiento con la columnista del diario “Río Negro”, Alicia Miller, cuando afirma, y califica a la policía de Río Negro: ´a nadie sirve una policía torpe´ porque lo de Bariloche no fue torpeza.
Tampoco acierta cuando afirma que “las marchas multitudinarias tienen menos que ver con ´mano dura´ que con el disgusto de quienes vieron en la actitud de entidades de derechos humanos y sindicatos el respaldo indiscriminado con grupos con antecedentes delictivos violentos…”, puesto que los militantes de DDHH de ahora y de siempre, tenemos en claro qué defendemos, como también tenemos en claro que hay límites que no se pasan y que no debemos tolerar como sociedad que se pasen.
Por ahora la ciudad está en estado de catarsis al respecto. Le queda resolver si quiere ir más allá, involucrarse en la resolución de los problemas más urgentes de su comunidad. En este sentido, las muertes interpelan a toda su comunidad. Y su participación es clave, y requiere de tiempo y esfuerzo, no hay soluciones mágicas, ni inmediatas.
Pasando a otro estante interpretativo, lo de Bariloche no se circunscribe a un episodio policial entre policías y los supuestos “pibes chorros”, que quieren ver los que ven “pobres= delincuentes”. Las muertes también instalaron una crisis política. No sólo para el intendente que se desgasta en soledad ante cada episodio de violencia; hay crisis en la sociedad política porque fue en el corazón del Poder Ejecutivo donde se legitimó la violencia luego de estos episodios. La pasó a Sobisch con Fuentealba. Le pasará a Saiz con estas muertes.
El árbol de este bosque fue “el gatillo fácil” que una vez más engrosa una lista de delitos perpetrados por policías de la policía de Río Negro, que hoy goza del beneficio de tener a su ex jefe de la fuerza a cargo de la Secretaría de Seguridad de la provincia. La situación es compleja y no se resuelve cerrando la principal comisaría del Alto, como decidió el gobernador. Una comisaría que, por otra parte, fue reclamada durante años por los vecinos de los barrios más empobrecidos y que hoy quedan – virtualmente- en “zona liberada”.
Hace unos años fueron las muertes de jóvenes y de remiseros; hace unos meses, una seguidilla de violaciones generaron una crisis en la localidad, que el intendente enfrentó reclamando mayores recursos al Ejecutivo Provincial; acordes a una localidad mediana, fronteriza, muy móvil y con severos problemas delictivos. La crisis cedió cuando se detuvo a un violador, cuando se articularon medidas para abrir un refugio para mujeres en la localidad y una mujer se hizo cargo de la principal comisaría del centro. Parches en términos prácticos, pues Bariloche sigue- otra vez- sin poder dibujar un Programa de Seguridad serio y apropiado a lo que esa ciudad turística requiere.
Hace unos años, el gobierno de Miguel Saiz perdió una importante oportunidad de hacerlo, cuando desde Nación se ofreció realizar un proyecto multiagencial de prevención del delito en Bariloche (Proyecto denominado “Intervención Multiagencial para el abordaje del delito en el ámbito local”). El proyecto se realiza con éxito en Neuquén capital porque su gobernador y su intendente aceptaron el ofrecimiento de la Secretaría de Seguridad Interior, con apoyo de PNUD, para ejecutarlo.
Otro error que se tradujo en más muertes.
Susana Yappert
Publicado en http://www.periodismosocial.org.ar
 
Categoría : Actualidad y Opinión | Comentarios [0]
 
 
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