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Escuchar a Manu Chao en el Ruca Che es lo más parecido a piratear cualquiera de sus viejos discos en un TDK de 90 con la cinta ya estirada y en partes retorcida, y escucharlo en un radiograbador de los 80 con los parlantes arruinados. Los temas son los mismos, pero suenan distinto y se tarda en reconocerlos. Algunos parecen más lentos, otros más rápidos. En el medio un par de consignas (incuestionables), un estadio con acústica pésima y ya está.
No es mi especialidad la crítica musical así que les copio esta que me pareció muy buena y me voy a ver un video de Latino Solanas en YouTube.
"Manu Chao se repite más que el ajo. Pongo su nuevo disco, 'La radiolina', y ay, tres minutos tarda en salir George Bush.
Bush, desde luego, me parece un personaje despreciable. Un subser. En realidad, un niño que en vez del Quimicefa tiene un maletín nuclear.
Y Chao me cae majo. Es como un coleguita cercano, pero su moralismo político de cliché me parece: a) visto; b) naif, y c) poco útil. E incoherente: un corte de 'La radiolina' se titula 'Politik kills'. ¿Y qué hace él, sino política?
Aunque éso no es lo peor. Lo peor es que 'La radiolina' me suena, musicalmente, a otra vez la misma historia. Y a lo lejísimos que queda 'Clandestino'. Y a lo extrañamente tocado por la varita que está aquel disco íntimo, sensitivo, atmosférico y a la vez concreto...
Soy de esa clase de idiotas capaces de contar el mismo chiste 15 veces, y reírse siempre como si fuera la primera vez. No lo puedo evitar. Es superior a mí. Me empiezo a reir a la mitad del chiste, y lo jodo todo. Es patético.
Así que cuando un grupo o un músico o cualquier artista se repite, y vuelve sobre lo mismo, y vuelve otra vez, y vuelta otra vez, pienso: "Les gusta el chiste demasiado. No lo pueden evitar. Es superior a ellos".
El problema: que escucharlo es otra cosa. Y cuando el chiste se repite cuatro o cinco veces, cuatro o cinco discos, es un chicle al que se le fue el sabor. Es goma.
Eso me pasa con 'La radiolina', el clásico collage a la Manu Chao: un zapping del punk al ska, del reggae a la rumba, quizás menos pachanga que otras veces... Todo correcto. Todo esperablemente pegajoso.
Todo anclado en sus sonidos de siempre. Todo picadito: muchos cortes se quedan en minuto y medio.
Quizá por la metáfora de la radio... ¿O quizá porque él no confía demasiado en los temas?
El disco avanza y siento que Manu retrocede fagocitado por sí mismo, un poco secuestrado por su propio estilo. Lejos de aquella estupenda frescura.
Qué narices, lo mismo nos pasa biológicamente: nuestro cuerpo es pureza al nacer, y envejecer no es sino un lento proceso de putrefacción. Como se pudre la fruta, igual. Y como, salvo gloriosas excepciones, sucede con la particular voz de cada artista. ¿Tenemos derecho a pedir lo contrario? No.
A Manu Chao sólo le he tratado una vez. Fue cuando un locutor del Metro de Madrid le puso un pleito por grabar en un vagón, con un magnetófono, la frase 'Próxima estación, Esperanza' y colocarla luego en el disco homónimo. Estuve con el locutor en la parada, le hicimos unas fotos cachondas, y luego fuimos a intentar robarle unas palabrillas a Manu, en Madrid para un programa de una radio minúscula.
Mi jefe me había mentalizado: con dos frases, portada de la sección y minipunto para mí. Pero Chao, que me pareció un vulnerable animal enjaulado, nos regateó por todas partes, excusándose educado.
Estuvimos diez minutos dándole la barrila, diez minutos picando piedra. Raca-raca-raca. Nada, no hubo forma de sacarle una sílaba sobre el tema.
Recuerdo que salí de allí frustrado, pero pensando: qué leches, yo haría lo mismo. Después de todo, éramos belcebú para él. Perdimos, y estuvo bien".
Lo tomé de aquí.
Actualización 7/12: Ya es lunes, y de los 6.500 que fueron al Ruca Che todavía nadie subió un video a YouTube. ¿Al final lo de la red 2.0 es puro cuento?
(G.B.) |
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