Este video lo descubrí gracias a uno de mis contactos en Twitter. Es la promoción de una nueva tecnología que permite convertir un discurso en una canción. Yo creo que no pasa de este fin de semana sin que lo veamos aplicado en algún programa de televisión de por acá.
Mientras esperamos, los invito a ver a un sorprendente y muy gracioso Obama cantante.
El presente texto, con el documento adjunto, lo envía Juan Manuel Salgado con pedido de difusión:
“Les adjunto el texto de la comunicación enviada al Relator Especial de las Naciones Unidas sobre la Situación de los Derechos Humanos y las Libertades Fundamentales de los Pueblos Indígenas (click aquí), informándole con detalle de la generalizada actitud de discriminación racial hacia el Pueblo Mapuche por parte de la mayoría de los miembros del Poder Judicial de esta Provincia.
“Esta actitud se ha profundizado con posterioridad al artículo escrito por el gobernador en el diario Río Negro, en donde hace suyos todos los puntos de vista y los intereses de los estancieros de la Provincia.
“A partir de su publicación comenzaron a "moverse" expedientes que estaban demorados, a dictarse más resoluciones de desalojos y a fijarse las fechas de debates de juicios que estaban en espera.
“Al igual que sucedió durante la dictadura militar, en donde la justicia argentina mantuvo una actitud cómplice, creemos que solamente una decidida presencia de los órganos internacionales de Derechos Humanos puede obligar al Estado Provincial, incluyendo a sus órganos judiciales, al cumplimiento de las normas vigentes”.
Tengo teléfono fijo en mi casa y en mi trabajo. Tengo teléfono celular con el que puedo hacer/recibir llamadas, y además enviar/recibir mensajes de texto en cualquier parte que esté.
Tengo tres cuentas de correo electrónico en los que recibo alertas de los más variados e insólitos.
Tengo tres navegadores distintos, con favoritos sincronizados.
Tengo MSN y Yahoo Messenger. Tengo comentarios en los post de mi blog y en las notas que escribo para el diario y que levanta la edición el on line.
Y es poco, comparado con otras personas que conozco.
Cada vez que hago un recuento así me acuerdo de este maravilloso relato de Julio Cortázar, escrito en la época en que lo más absorbente que podía acecharnos era un reloj a cuerda.
“Piensa en esto: cuando te regalan un reloj te regalan un pequeño infierno florido, una cadena de rosas, un calabozo de aire. No te dan solamente el reloj, que los cumplas muy felices y esperamos que te dure porque es de buena marca, suizo con áncora de rubíes; no te regalan solamente ese menudo picapedrero que te atarás a la muñeca y pasearás contigo. Te regalan —no lo saben, lo terrible es que no lo saben—, te regalan un nuevo pedazo frágil y precario de ti mismo, algo que es tuyo pero no es tu cuerpo, que hay que atar a tu cuerpo con su correa como un bracito desesperado colgándose de tu muñeca. Te regalan la necesidad de darle cuerda todos los días, la obligación de darle cuerda para que siga siendo un reloj; te regalan la obsesión de atender a la hora exacta en las vitrinas de las joyerías, en el anuncio por la radio, en el servicio telefónico. Te regalan el miedo de perderlo, de que te lo roben, de que se te caiga al suelo y se rompa. Te regalan su marca, y la seguridad de que es una marca mejor que las otras, te regalan la tendencia de comparar tu reloj con los demás relojes. No te regalan un reloj, tú eres el regalado, a ti te ofrecen para el cumpleaños del reloj”. (Preámbulo a las instrucciones para dar cuerda al reloj. Julio Cortázar)
Fabián, que es mucho mejor periodista que yo, me convenció de abrir una cuenta en Twitter.
Me costó tomar la decisión. Desconfío mucho de las redes sociales, como en general de todo lo que circula por Internet. Sólo tengo correo electrónico y, desde hace más de un año, el blog.
Lo mío es un defecto de fábrica: como dije una vez, “me habría gustado nacer en esta era digital en vez de ser un inmigrante ilegal que aprende a hablar el idioma en oscuros callejones, que mezcla las nuevas palabras que incorpora cada día con nostálgicos términos de la era pre digital y que nunca, por más que se esfuerce, logrará el acento de los nativos”.
¿Para qué abrí esta cuenta entonces?
No sé. Quizá porque me sometí al pensamiento dominante de esta época: tenés que estar en Internet, en tooodo lo que ofrece Internet, aunque no se sepa bien para qué.
Ya les contaré cómo me va. Si le encuentro alguna cualidad positiva, la compartiré, y si no, cerraré la cuenta y a otra cosa.