|
Confiado en mis íntimas convicciones, quiero aportar a estos pasillos por fuera de los rincones de las togas y de las roscas, por fuera el entrevero de jueces de carrera y jueces designados con capricho, que ahora queda bien claro y a la vista ciudadana cuáles fueron los verdaderos motivos por los que se acosó (y ¡pucha si vale la redundancia!) a la doctora Elisabet Rivero con su juicio político, juicio que la confirmó en su cargo y que dilató, por mucho tiempo, la sentencia en este caso de mobbing. Como no podía ser de otra manera, quienes conocimos a la jueza Rivero de Taiana, no nos asombramos que ésta haya sido su última sentencia antes de jubilarse. Lástima que tampoco se sepa que los sumarios iniciados en contra de ella, ni fueron resueltos antes del jury, ni tampoco luego de tal aquelarre. Tampoco se sabrá cómo ni cuánto le emputecieron la vida, empujándola a hacer uso de su jubilación. Uno va viendo cómo se desgrana la justicia neuquina ante el silencio de tantos y con la bulla de pocos. Estoy absolutamente convencido que la Dra. Rivero hubiese seguido laborando, poniéndole multas a los abogados que no iban a las audiencias, poniendo orden en su juzgado, haciendo todo lo útil y necesario para que el tribunal a su cargo estuviese al día, incluso siendo un juzgado donde los enfermos, los indesables, los catigados han sido siempre trasladados; un juzgado donde su titular luchó contra decisiones y contra negligencias, contra disposiciones de cámara y contra rumores maliciosos; siempre atenta, siempre con ganas de laburar, siempre saludando con cortesía, pero siempre firme, recta y decidida, hasta para dictar la sentencia que más letra traerá a la jurisprudencia local y regional. Agradezco tadíamente a quienes compulsivamente me trasladaron a trabajar a ese juzgado cuando mi salud estaba tan quebrada que, con ese traslado intempestivo e inmerecido, terminaron de partirme la salud y me llevaron a una jubilación anticipada por invalidez, invalidez inevitable, pero invalidez de la que actuales funcionarios son responsables de haberme precipitado. No obstante fue un honor personal haber podido trabajar con "la Taiana", como también lo fue para mí haber trabajado con la Dra. Buisson de Baggio, con el Dr. Héctor Rimaro y algunos otros. Lamento también haber conocido, desde 1990, muchos malos abogados que hacían reiteradamente las cosas mal, a quienes reiteradamente se les devolvían presentaciones, oficios, etc, a muchos que venían a preguntarnos a los empleados cómo hacer lo que se supone que la universidad les había enseñado, y que ellos, muchos de ellos, muchos de los que eran malos abogados, hace poco ingresaron como secretarios o jueces de primera instancia y ya van ganando puestos en Cámara. Es triste; muy triste, por ejemplo para mí que creo que la administración de justicia debería ser "justa" y no "dispuesta" o "indispuesta" según la necesidad de condescender o a quien condescender. Y ha estado, aquí, en el blog, claro, muy claro, cómo descaradamente a mí mismo se me ha amenazado más directa que tangencialmente. |