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09 » Aug 2007 Feliz cumpleaños, Peter Eisenman

"No soy un arquitecto estrella" dice el enfant terrible, de 75 años


A pesar de ser uno de los arquitectos más importantes del mundo, el estadounidense Peter Eisenman se ve más como un "enfant terrible" que como un maestro de la profesión: "No soy un arquitecto estrella", le gusta repetir en las entrevistas.
Eisenman prefiere entregarse a la intución y escapar del corsé teórico. Las mejores ideas lo asaltan lejos del tablero de dibujo. Bajo la ducha, por ejemplo, en su casa del barrio de Chelsea, en Nueva York. Este 11 de agosto, el arquitecto estadounidense celebra su 75 cumpleaños. Hijo de un químico oriundo de la ciudad industrial de Newark (Nueva Jersey) fue obstinado desde siempre.
En la escuela solía dar respuestas falsas: "Para que nadie pudiera decir que yo era un judío astuto". Sus primeros proyectos nacieron con mala estrella, y así en 1956, antes de la inauguración de un casino diseñado por él en Corea, los vientos monzónicos derrumbaron el techo.
Eisenman causó revuelo también desde temprano con una serie de viviendas que, más que cumplir las necesidades de sus habitantes, las ponían en duda: en su "House VI" en Connecticut, por ejemplo, una escalera roja en el medio de la casa conducía a una planta inexistente.
Otro ejemplo de arquitectura que excede los límites de la arquitectura es el monumento a las víctimas del Holocausto en Berlín: una serie de 2.700 bloques de hormigón que forman un mar de concreto en el centro de la ciudad.
La desolación y la irracionalidad del exterminio, justificó el arquitecto al comenzar su polémica iniciativa, no pueden ser plasmados a través de una construcción clásica. En la española Santiago de Compostela, meta de peregrinos de todo el mundo, Eisenman erigió la "Ciudad de la Cultura", un prestigioso proyecto que incluye museos, un teatro, un auditorio y una biblioteca.
También salieron de su mano el célebre Parque Rebstock en Fráncfort y edificios para empresas, congresos y museos de todo el mundo. Entre sus encargos más recientes se cuentan la ampliación de la sede de Naciones Unidas en Ginebra o la reforma del Museo Judío en San Francisco. Durante 20 años, el neoyorquino profundizó su formación teórica antes de construir su primer edificio importante, el Wexner Center for Visual Arts, a comienzos de los 80. Eisenman estudió en algunas de las universidades más afamadas de Estados Unidos y Gran Bretaña, y en Cambridge recibió la influencia determinante del historiador británico Colin Rowe.
En 1967, Eisenman fundó su propia "cantera artística", el Instituto de Arquitectura y Estudios Urbanos de Nueva York, por el que pasaron la mayoría de las figuras que disfrutan de rango y nombre en el mundo de la arquitectura. Allí Eisenman analizó las teorías lingüísticas de Noam Chomsky e intentó crear en base al modelo de Chomsky de los procesos de transformación una arquitectura que fuera una manifestación más del lenguaje.
El arquitecto también se dejó influir por el estructuralismo francés y su idea de la fragilidad de las convenciones culturales. De ese modo, a lo largo de los 180 metros del Wexner Center en Columbia se suceden salas de exposiciones sin principio, sin final, sin centro. El edificio, en realidad, tiene la mitad del tamaño que aparenta desde afuera.
La otra mitad, virtual, es sugerida por una estructura de andamios blancos. En la entrada del museo, Eisenman reconstruyó correctamente la torre de un viejo arsenal, para luego seccionarla como una cebolla al mejor estilo pop art. Para la Max Reinhardt Haus en Berlín, un encargo de los herederos del director, Eisenman diseñó una monumental escultura arquitectónica formada por dos brazos de cristal que se unen a 128 metros de altura.
El arquitecto valoró la construcción como "un monumento al siglo XXI", símbolo de la era de la información, orgánica y técnica al mismo tiempo. (DPA)

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Categoria: ENTREVISTAS

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